El 4 de noviembre de 1938 la Companyia Vila-Daví estrenó en el teatro Poliorama una obra de Rosa M. Arquimbau ambientada en una cárcel de mujeres. En aquel mismo momento, en los estudios Metro-Goldwyn-Mayer de California, se celebró una reunión para decidir qué hacer con una historia que el dramaturgo Melchior Lengyel había escrito para lucimiento de Greta Garbo. El primer guión no funcionaba y decidieron que se ocupara de él Ernst Lubitsch. La obra de teatro es Marie, la Roja, y la película, Ninotchka, y tienen en común que se trata de dos cuentos de hadas políticos.
Me encanta Ninotchka. Greta Garbo está estupenda: tan rígida en sus convicciones administrativas revolucionarias soviéticas y en seguida tierna y dispuesta a dejarse seducir. Melvyn Douglas, en el papel del Conde Léon d’Algout, con unas ideas carcomidas, viejuno y poco sexy.

Greta Garbo junto a Melvin Douglas en un fotograma de Ninotchka, dirigida por Ernest Lubitsch
Me gusta la famosa escena en la que Ninotchka se prueba el sombrero de Schiaparelli y cae de cuatro patas en la fascinación del capitalismo. Me gusta el mensaje de que el amor es más fuerte que las ideas revolucionarias y que por el amor de un Melvyn Douglas más caduco que un dolmen, Nina Ivanovna Yakushova traiciona a la URSS, se complica la vida y decide ir a su aire: es decir, a juntarse con un conde muerto de hambre. Lo que me gusta realmente de todo esto es Lubitsch. La capacidad que tiene de construir una obra de arte a partir de una historia tópica con una idea tontona del amor.
Rosa M. Arquimbau y Ernst Lubitsch no están lejos uno del otro: existen conexiones
Rosa M. Arquimbau y Ernst Lubitsch no están lejos uno del otro. Existe una conexión directa entre la manera como Lubitsch presenta les relaciones entre hombres y mujeres en Una mujer para dos (1933) y La octava mujer de Barba Azul (1938) y las novelas de Arquimbau Home i dona y Cor lleuger (1934). Ambos describen una guerra de sexos en la que las mujeres no se dejan dominar, replican las infidelidades y las arbitrariedades con las mismas armas que los hombres y se hacen respetar a porrazos.
Marie, la roja , que puede verse estos días en el TNC, se parece muchísimo a Ninotchka . Marie cree que el amor reformará a un funcionario de prisiones, que se convertirá en un señor comprensivo y progresista, renunciará al uniforme y se lanzará a vivir la vida con una obrera concienciada.
La propaganda política tiene siempre algo de cuento de hadas. Nos pintan un futuro con consistencia de queso de Burgos, en un mundo con buenos y malos, en el que, gracias a una varita mágica que esparce estrellitas doradas, la gente cambia de un día para otro y se vuelve buena como un bizcocho.
El problema es en qué momento alguien pensó que el cuento de hadas político que Rosa M. Arquimbau escribió en 1938, más bien coyuntural, era realmente teatro político con un mensaje que sirve para hoy. De ahí los nudos de la versión de Ester Villamor y los retoques indispensables para salvar el guión. Dicho lo cual: gracias al TNC, felicidades a las actrices, que están muy bien, y que no decaiga.