Brad Mehldau ★★★★✩
Lugar y fecha: L’Auditori (7/II/2025)
El pianista estadounidense Brad Mehldau aterrizó en solitario en el Festival de Jazz de Barcelona en olor de multitud, agotando con antelación las entradas de la sala grande de L’Auditori. Una prueba del merecido fervor reverencial del que goza este intérprete, compositor y arreglista originario de Florida, considerado no sólo el heredero de Bill Evans y Keith Jarrett, sino uno de los mejores pianistas del presente. A sus 54 años ha dado pruebas sobradas tanto de su técnica virtuosa como de una capacidad para derribar los compartimentos estancos que dividen a la música, con una obra, de más de cuarenta álbumes, en la que conviven clasicismo con improvisación, amor por el pop y las ganas de experimentar.
Lo demostró en un concierto, dividido en dos partes, en el que lo único que se sabía con antelación era que la primera estaría dedicada a su disco Après Fauré , en el que versiona varios nocturnos del compositor Gabriel Fauré, intercalados con temas propios inspirados por el músico francés; como el Prelude inicial, un oleaje que alterna calma e intensidad antes de entrar en la solemnidad romántica del Nocturne No. 4 , uniendo los momentos descriptivos intimistas de la mano izquierda con las cascadas de notas de la derecha. Siguió con un Caprice propio, en el que lo neoclásico fue ribeteado de reminiscencias jazzísticas en modo torrencial.
Con el Nocturne No. 7 volvió la quietud, elocuente y descriptiva, apoyándose en los silencios. Su propio Nocturne lo encadenó luego con el número 12 y una Vision personal desembocó en el numero 13, moviéndose entre la sutileza y lo temperamental, en un logrado contrapunto que tuvo que imponerse al sonido de un inoportuno móvil y a toses varias, creando tensión y dramatismo y yendo con maestría de lo suntuoso a lo grácil y etéreo, utilizando los pedales para dar resonancia a las notas. Esos 43 minutos, finalizados con un Extract from Piano Quartet No. 2 , ya hubieran sido suficientes para quedar rendidos a su relectura neoclásica. Pero quedaba aún otro festín, muy diferente aunque igual de intenso.
En su osadía unió una suite de Bach con la compungida 'Satellite' de Elliott Smith y una improvisación sobre la 'Missa solemnis' de Beethoven
La vocación sincrética le hizo enlazar el Can’t find my way home, que Steve Winwood escribiera para Blind Faith, con el Optimistic de los Radiohead de Kid A, pasando con naturalidad de los aires de blues swingueante hacia lo abstracto, del sentido melódico a la digitación compulsiva. En su osadía siguió uniendo una suite de Bach con la compungida Satellite de Elliott Smith y una improvisación sobre la Missa solemnis de Beethoven, recreando con soltura barroquismo, pop y contención eclesiástica.
Rizando el rizo hizo su propia variación de las Variaciones Goldberg de Bach, respetando la cadencia original y a la vez inyectando fraseos jazzísticos. Para la parte final se reservaría dos piezas propias, la elegiaca Resignation y un Paris , rescatado del añejo álbum conceptual Places , que oscila de la crepuscular languidez a una tensión muy emotiva. Y en los bises, un Don’t let it bring you down de Neil Young, adornado a su manera, o el homenaje a Jon Brion, en forma de Waltz for J.B ., que ya parece un estándar.