El día que Andy Warhol trató de seducir a la aristocracia española

Arte

La Fundació Suñol recuerda la histórica visita de la estrella a España para inaugurar su exposición en la  galería Vijande de Madrid. De Pitita Ridruejo a Almodóvar

'Altered Image', 1981

Detalle de uno de los retratos de la serie 'Imágenes Alteradas', en la que que Christopher Makos fotografió a Warhol con peluca, maquillado y con los labios rojos ’

Christopher Makos

Cuando Andy Warhol viajó por primera (y última) vez a Madrid en enero 1983 para inaugurar la exposición que le había organizado el galerista Fernando Vijande, el creador de The Factory expresó tres deseos: que lo llevaran al Valle de los Caídos y a Toledo, y que le presentaran a ricos y aristócratas españoles. Le obsesionaban la arquitectura fascista y el dinero (“el mejor arte de todos es hacer un buen negocio”, alardeaba) y no quiso desaprovechar la oportunidad que le brindaba aquel viaje para abrirse paso en un mercado, el español, que en aquel momento era virgen para él. Almorzó con los marqueses de Portugalete en Toledo y los hermanos Juan y Manuel March le abrieron las puertas de su mansión madrileña para una fiesta en la que pudo codearse, sin apenas abrir la boca (era enfermizamente tímido), con Pitita Ridruejo, Isabel Preysler, Lucía Dominguín, la Princesa Tessa de Baviera, Luis Escobar, Cecilia y Ariel Roth, Carlos Berlanga, Jacobo Fitz-James Stuart, Jaime Chávarri o Pedro Almodóvar.

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Andy Warhol y Fernando Vijande en la exposición 'Pistolas, Cuchillos, Cruces', de 1983. 

Luis Pérez-Minguez

En su crónica para RTVE, el periodista José Miguel Ullán hablaba del revuelo suscitado a su alrededor como de la visita de un “cadáver exquisito rodeado de bufones” y admitía que solo unos meses antes “la presencia de Warhol en Madrid hubiese sido como la de un marciano”. Las palabras de Ullán las recupera ahora Sebastián Galán para su documental Warhol-Vijande: más que pistolas, cuchillos y cruces , que se estrenará en salas en los próximos meses y del que se puede contemplar un adelanto en la Fundació Suñol, en el marco de una exposición en torno a la histórica visita.

Warhol, durante su encuentro con la prensa

Warhol, durante su encuentro con la prensa 

EFE

 “Fue como si Dios viniera a vernos”, recuerda Alaska. “Hay mucha gente aquí, ¿por qué? ¿Han venido ustedes pagados o son espontáneos”, preguntó Warhol al comienzo de una abarrotada rueda de prensa, mil veces difundida, que se ha convertido en emblema de una España que entraba en la modernidad. La excitada movida madrileña unida por un cordón invisible a la Factory, la legendaria escena cool neoyorquina que por aquel entonces vivía sus horas bajas.

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Warhol en Toledo, 1983, fotografiado por Teresa Nieto

Warhol en Toledo, 1983, fotografiado por Teresa Nieto 

Teresa Nieto

Fernando Vijande había adquirido en 1975 un retrato de Mao de gran formato para su amigo inseparable Josep Suñol, que iniciaba así una pasmosa colección a la que más tarde incorporaría Ladies and Gentlemen y Warhol and the members of The Factory. Más tarde, durante una de sus estancias en Nueva York (abrió despacho en el Soho) le encargó un retrato y finalmente, en 1980, con motivo de la exhibición colectiva New Images from Spain en el Guggenheim, en la que todos los artistas participantes formaban parte de la Colección Suñol, le propuso crear una exposición para la nueva galería que había abierto en un garaje del barrio de Salamanca. Warhol, junto a sus colaboradores Fred Hughes y Bob Colacello, urdieron la muestra Pistolas, Cuchillos y Cruces , título con el que explicitaban el imaginario del artista sobre el terreno que iba a exponer: inquisición, Guerra Civil y catolicismo. Por aquel entonces aún no conocía los bollos de la pastelería Mallorca que, según cuentan sus acompañantes, le volvieron literalmente loco.

La exposición fue un monumental fracaso económico, pese a que tuvieron que poner precio a la entrada (100 pesetas) por la avanlancha de visitantes

Previamente, y para que aceptara la invitación, el galerista tuvo que comprometerse a vender todas las obras o quedárselas para él, lo que resultó en un monumental fracaso económico, pese a que, para poner coto a la avalancha de groupies y visitantes, y en un hecho sin precedentes en una galería, se cobró entrada a 100 pesetas. Solo se vendió un cuadro, que compró un director de fotografía catalán que años después sacó una millonada por él y cuya identidad se mantiene en el anonimato. Los marqueses a los que trató de seducir tampoco estuvieron a la altura de sus expectativas. Marchó de España con el encargo de dos míseros retratos.

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Imagen de la exposición en la Fundació Suñol, con los retratos de la serie 'Imágenes Alteradas', de Christopher Makos

Fundació Suñol

La muestra en la Suñol recorre la historia con originales (falta el Mao pero está la silla donde la estrella se sentó durante la rueda de prensa) y fotografías de Manuel Trillo, Javier Porto, Alberto Pérez-Mínguez o Teresa Nieto, musa de la movida y dueña del bar Cock, que lo siguió en su visita a Toledo. Y, como si se tratara de una segunda exposición dentro de la exposición, se proyecta el vídeo Mario Banana (el artista drag Mario Montez pelando y lamiendo un plátano) junto a veinte retratos de la serie Imágenes Alteradas, de Christopher Makos, el fotógrafo que acompañó a Warhol en su visita española y que en 1981, durante dos días, lo retrató 349 veces con siete pelucas diferentes, transformando únicamente su rostro para que, a través del maquillaje y los labios rojos, saliera su alter ego femenino.

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