Estas son las películas que llegan a la cartelera este 25 de diciembre:
Calificaciones
★★★★★ obra maestra
★★★★✩ muy buena
★★★✩✩ buena
★★✩✩✩ regular
★✩✩✩✩ mala
Oh, Canada (★★★★✩)
Dirección: Paul Schrader
Intérpretes: Richard Gere, Jacob Elordi, Uma Thurman
Producción: Estados Unidos, 2024 (95 min.)
Drama
La muerte de Paul Schrader
Por Philipp Engel
A sus 78 años, Paul Schrader anda pensando en La Muerte. No sólo publicó en redes la imagen de una lápida en la que ya figura su nombre junto al de su añorado hermano Leonard, con el que escribió Mishima: Una vida en cuatro capítulos (1985), una película–puzzle como esta, que podría ser la puesta en escena de su propio fallecimiento, además de un doble reencuentro: como Aflicción (1997), vuelve a ser la adaptación de una novela de Russell Banks (Los abandonos), enorme escritor fallecido el año pasado a quien la película también va dedicada, y la protagoniza nada menos que Richard Gere, al que Schrader convirtió en estrella con American Gigoló (1980), que sigue siendo la cumbre de ambos.
Más de cuarenta años después de surcar Los Ángeles al son del Call Me en su descapotable, Gere es un cineasta agonizante, especializado en documentales, que accede a conceder una última entrevista ante la cámara, en busca de, por supuesto, esa sempiterna redención que constituye la columna vertebral del cine americano, clásico y moderno, blanco y varonil, del que esta película podría ser un emocionante epílogo. El ex alumno que le interroga (Michel Imperioli) quiere empujarle hacia la política, pero Gere sólo está interesado en expiar sus pecados de abandonador, personificado en el pasado por el espigado Jacob Elordi, objetor de conciencia que no duda en hacerse pasar por homosexual en una entrevista bastante hilarante con su reclutador militar.
Después de su prodigiosa trilogía ascética (2017/22), integrada por El reverendo, El contador de cartas y El maestro jardinero, Schrader vuelve a demostrar que sigue en plena forma cambiando de tercio con este dispositivo que combina la conmovedora mirada a cámara de Gere y esos recuerdos evocados con vaporoso clasicismo, desplegando la iconografía americana al son de la melancólicas melodías de Matthew Houck alias Phosphorescent. Es un poco como un obituario que el propio interesado hubiese dejado escrito, listo para publicar. Hace bien, porque, al menos en este país, su admirado amigo Russell Banks no recibió los honores que merecía. Esperemos que, llegado el momento, Schrader no sea recordado como “el guionista de Taxi Driver”, casi un sambenito a estas alturas. ¡Larga vida a Paul Schrader!
Nosferatu (★★✩✩✩)
Dirección: Robert Eggers
Intérpretes: Lily-Rose Depp, Bill Skarsgård, Nicholas Hoult, Willem Dafoe
Producción: EE.UU., 2024 (132 minutos). Terror
Nueva visita a un clásico
Por Jordi Batlle Caminal
Este “Nosferatu” de Robert Eggers es un poco cine de calcomanía. En teoría, es una nueva versión de la ya centenaria obra maestra de F. W. Murnau. Se presenta razonablemente fiel al original, pero, en su formulación visual, remite al mismo tiempo al “Drácula” de Coppola: calcomanía democrática. No tiene, sin embargo, ni una onza de la poesía tenebrosa de Murnau, cumbre del expresionismo alemán, ni de la inventiva visual y el romanticismo desaforado de Coppola, tan solo breves pinceladas de estilizada creatividad plástica diseminadas en más de dos horas de metraje. El uso de la luz de las velas en las escenas de oscuridad profunda es de veras brillante, y tiene su gran momento (el mejor de la película) en el primer encuentro entre Thomas Hutter, el empleado de la inmobiliaria, y el conde Orlok, cuyo rostro todavía permanece oculto entre las sombras.
En el muy desigual recorrido del relato, Eggers incluye, en forma de sueño, un fragmento con gitanos que es puro “folk horror” y que se diría un autohomenaje a “La bruja”, su primer largometraje. Y también un exorcismo que recuerda a la obra totémica de William Friedkin y varios sustos más propios del adocenado terror de palomitas que de una revisión presuntamente seria de un clásico del séptimo arte. Ningún miembro del elenco posee verdadero relieve, ni siquiera el insigne Dafoe, empecinado en componer, con su pipa kilométrica, un carácter pintoresco. Peor todavía, imperdonable, es la falta absoluta de carisma de Skarsgård en el rol del conde vampiro.
Murnau y Coppola, pero también Herzog, Browning, Fisher y Badham, entre otros (sin ir más lejos, nuestro guerrillero Jesús Franco, autor de “El conde Drácula”, muy fiel al texto de Bram Stoker), han obsequiado a nuestra memoria fílmica imágenes imborrables de una historia tan imperecedera como su protagonista. El granito de arena aportado por Eggers posee un impacto momentáneo no desdeñable, pero desde luego no perdurable.
Parthenope (★★★✩✩)
Dirección: Paolo Sorrentino
Intérpretes: Celeste Dalla Porta, Stefania Sandrelli, Silvio Orlando
Producción: Italia, 2024. 136 m. Drama.
Tratado sobre el vacío
Por Salvador Llopart
En esencia estamos ante una mirada lasciva. Para qué engañarnos: por mucha admiración que uno sienta por el cine de Sorrentino desde La gran belleza (2013), el director napolitano se ha quedado en esta ocasión en la observación lúbrica de Parthenope, una mujer en tránsito hacia su decadencia. Ya puede cubrir la historia de esta joven de sonrisa impenetrable y aura inalcanzable (Celeste Dalla Porta), ya puede cubrir Parthenope de metáforas, alegorías y momentos sublimes -y también de momentos chocantes, como esa escena de sexo con el prelado encargado de la licuefacción de las lágrimas de San Genaro, patrón de Nápoles- que el resultado es el mismo: la mirada lujuriosa -el deseo- tras una capa de trascendencia. La trascendencia la pone, como siempre, la ciudad de Nápoles, Italia toda, y el paso del tiempo que no perdona.
En Parthenope se suceden las escenas oníricas de mágica hermosura a costa de la lógica del relato que, salvo en contadas ocasiones, brilla por su ausencia. El filme, a pesar de todo, resulta de una belleza exuberante como siempre en los filmes de Sorrentino, incluso un poco más. Esta reflexión/paseo sobre el misterio de una mujer (sin misterio) es, en suma, un tratado sobre el vacío -la misma Pathenope parece vacía la mayor parte del tiempo- a la vez que un sublime ejercicio de estilo.
Sonic 3: La película (★★✩✩✩)
Dirección: Jeff Fowler
Intérpretes: Jim Carrey, James Marsden, Cristo Fernández
Producción: EE. UU., 2024. 110 m. Aventuras
Podría ser peor
Por S.Llopart
Libre del peso de las anteriores entregas -no esperen comparaciones-, me quedo sólo frente al peligro de afrontar la tercera adaptación para la gran pantalla de un videojuego de éxito, como es Sonic. De entrada, llama la atención la mezcla de dibujo y ese algo parecido a la realidad con la que está concebido el filme. Los dibujos interactúan con personajes de carne y hueso: personajes humanos, aunque, en buena medida, resultan tan bidimensionales como los dibujados.
Con una sola y gran excepción: El Dr. Robotnik, de Jim Carrey, el archienemigo de Sonic, que aquí se desdobla en dos: dos “mad doctors” por el precio de uno; dos sabios locos que hacen avanzar una historia hiperbólica y reiterativa -como buena parte de los videojuegos noventeros, y pienso en Mario Bros- gracias a sus salidas de tono y sus gracias sin fin. Todo arranca cuando Sonic y sus amigos, Knuckles y Tails, deben enfrentarse a su sombra, es decir, a Shadow, que así se llama el malvado: la imagen especular de Sonic, con sus mismos o todavía mejores poderes. A partir de aquí, la locura está servida, a toda velocidad. Sin Carrey la cosa podría haber sido peor.
Sin instrucciones (★✩✩✩✩)
Dirección: Marina Seresesky
Intérpretes: Paco León, Maia Zaitegui, Silvia Alonso
Producción: España, 2024 (100 min).
Comedia dramática
El ligón, la niña y el remo
Por P. Engel
Hay películas que son como un remazo. Ya saben, cuando uno está a punto de ahogarse, y después de haber batallado duramente contra el agua, logra emerger a la superficie para coger aire, momento en el que recibe un inopinado golpe de remo en toda la cara, y vuelve a hundirse para siempre. Y este remake de la mexicana No se aceptan devoluciones, de Eugenio Derbez, que ya tuvo su inefable versión francesa con Omar Sy (Mañana empieza todo), encaja como un guante en la definición.
La primera parte es una comedia blanca a lo Santiago Segura, tan esterilizada para toda la familia que no da para más de media sonrisa contrariada. Podría titularse Papá por sorpresa, o Un ligón y un biberón: no necesitan un dibujo del argumento, aunque sí adelantamos que resulta hasta doloroso ver al casi siempre genial Paco León metido en semejante papelón.
Luego, como para castigarnos por no habernos reído, viene el mentado remazo, un giro dramático que casi podría tacharse de chantaje emocional, ya que combina niña encantadora y enfermedad letal para arrancarnos unas lágrimas. Una plana y empalagosa sobredosis de sentimentalismo de la que sólo cabe esperar que revitalice un poco la taquilla navideña gracias al tirón popular de su protagonista.