Nuria Labari: “Es imposible estar bien todo el rato y tóxico pretenderlo”

Regreso al cuento

La escritora vuelve a la narrativa breve quince años después con 'No se van a ordenar solas las cosas', un libro de relatos cuyos protagonistas sienten que han perdido la libertad de ordenar su propia historia

La escritora Nuria Labari regresa al cuento con 'No se van a ordenar solas las cosas'

La escritora Nuria Labari regresa al cuento con 'No se van a ordenar solas las cosas'

Àlex Garcia

Cuando Nuria Labari (Santander, 1979) publicó en 2009 Los borrachos de mi vida (Lengua de trapo), un detallado manual de instrucciones de cómo evitar el enfrentamiento con un mundo agresivo, estaba convencida de que nunca más volvería a escribir un libro de cuentos. “Era demasiado redondo como para pensar que podría algún día escribir algo mejor. Pero nunca digas nunca. Quince años más tarde, he vuelto, y eso me hace feliz”.

Durante su paso para Barcelona para promocionar su nuevo libro de relatos, No se van a ordenar solas las cosas (Páginas de Espuma), Labari reconoce que “necesitaba nuevos retos, y este era uno de los gordos, pues, para mí, el cuento está en la cúspide de la pirámide y es lo más difícil que hay”. La voz narrativa de su anterior novela, El último hombre blanco (Literatura Random House), una mujer que se ha convertido en un auténtico “hombre” de negocios, la dejó exhausta y necesitaba explorar nuevos caminos.

Viví durante mucho tiempo en un estado de ansiedad muy alto”

“Al terminar aquella novela, por una serie de cuestiones personales, viví durante mucho tiempo en un estado de ansiedad y de malestar muy altos. Cuando me pongo mala, recurro a los libros, pues son los únicos que creo que me pueden salvar, pero no terminaba de encontrar, ni en mi propia literatura ni en la de otros, aquello que me hiciera sentir cómoda del todo. Fue entonces cuando decidí convertirme en una cazadora de tormentas. En una novela, tú te fijas en un rayo y te adentras en él. Exploras todos sus recovecos y te vuelcas. Pero, para un libro de cuentos, cada relato es un rayo, y es importante que exista una misma atmósfera y que todo cobre un sentido. Juntar textos porque sí no tiene sentido, ya que hace falta una harmonía. Que todo sea una orquesta. Mi anterior libro era un solo de tambor y necesitaba que se incorporasen más instrumentos que me ayudaran a crear un conjunto consolador. Consolador no es sinónimo de positivismo psicológico, ya que no hay nada más enloquecedor y dañino. Es imposible estar bien todo el rato y tóxico pretenderlo”.

La escritora Nuria Labari regresa al cuento con 'No se van a ordenar solas las cosas'

La escritora Nuria Labari durante su visita a Barcelona

Àlex Garcia

En su nueva obra, Labari presenta una serie de personajes que sienten que “han perdido la libertad para ordenar su propia historia dentro de otra historia que es mucho más grande que ellos mismos”. Una madre celosa del tiempo que su empleada del hogar pasa con sus hijos; el adolescente vigoréxico obsesionado con construir un cuerpo que lo convierta en mejor persona; el anciano judío homosexual que llora abrazado a los jerséis de su amante… “personas que son héroes y fracasados al mismo tiempo, como marca la vida, y que luchan por encajar”.

La escritora convivió un tiempo con ellos y, para entenderlos mejor, se documentó en lugares en los que nunca antes lo había hecho. “Para el adolescente obsesionado con su cuerpo, por ejemplo, hice una inmersión en TikTok. Hice lo posible por convertir mi algoritmo en el de un adolescente vigoréxico. Necesitaba saber qué comía, qué le obsesionaba, a qué tiendas de suplementos alimenticios iba y hasta qué música escuchaba. Todo los pasos que daba el joven en mis líneas tenía que averiguarlas yo antes. Y algo me habrá quedado porque he empezado a ir al gimnasio”.

Trabajar en idiomas distintos provoca una apertura de miras y permite que el mundo sea un poco más habitable”

El lenguaje también era importante, por no decir primordial. “Trabajar en idiomas distintos provoca una apertura de miras y permite que el mundo sea un poco más habitable”. Por ello, tuvo que tener ciertas nociones de yiddish, de “adolescentes” –pues así bautiza la autora al argot de los jóvenes – o hasta el idioma de las parejas. “A menudo, juego a adivinar si unos novios durarán o no según cómo se hablen. El lenguaje dice mucho del pasado, del presente y, también, del futuro. El de las madres es igualmente importante y muy poético. El título del libro, de hecho, es una frase que podría haber pronunciado cualquier madre. “El lenguaje es personalidad por definición. Y deberíamos intentar que siga siéndolo para que pronto no nos robe el alma una inteligencia artificial”, concluye.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...