Las calles de Florencia en el siglo XVI podían ser peligrosas. Los golpes de Estado eran una amenaza constante y ni siquiera la familia Médici estaba exenta de la necesidad de seguridad y rapidez en sus desplazamientos. Así nació el Corredor Vasariano: 700 metros de un “camino aéreo” que conecta la residencia de los soberanos florentinos, el Palacio Pitti, con la sede de su poder, el Palacio Vecchio, pasando por la Galería de los Uffizi, que albergaba la magistratura y estaba destinada a convertirse en el prototipo de todos los museos del mundo.
Se trataba de un modelo inspirado en las teorías de Leonardo Da Vinci sobre las ciudades renacentistas, que sería replicado por los grandes poderes de Europa, como los papas en Roma y los reyes de Francia en París.
Corredor Vasariano
El recorrido sigue exactamente el mismo trayecto que durante siglos utilizaron los gobernantes de Florencia
A partir de mañana, sábado, el Corredor Vasariano podrá visitarse libremente. El recorrido sigue exactamente el mismo trayecto que utilizaban los gobernantes de Florencia. La entrada se realiza por los Uffizi y la salida está junto a la Gruta del Buontalenti, en el Jardín de Bóboli del Palacio Pitti. En el siglo de oro del Renacimiento, el poder de la familia Médici encontraba su legitimación en su dominio del mundo de la cultura y el arte.
El director de los Uffizi, Simone Verde, tenía mucha prisa por devolver a los florentinos una joya de la ciudad que esperaba prácticamente desde siempre: ocho años de cierre total y siglos de acceso muy limitado. “Era un compromiso que había asumido; hemos tenido que superar muchos obstáculos, pero ahora estamos aquí”, afirma mientras es interrumpido por los ruidos de los últimos trabajadores en la obra.
“Estamos orgullosos de que los visitantes puedan entrar un segundo después de la finalización de la restauración”, añade. El duque Cosme I de Médici mostró una prisa similar en su tiempo: pidió al arquitecto Giorgio Vasari que terminara las obras a tiempo para la boda de su hijo Francisco con Juana de Austria en 1565. Vasari, sensible a las presiones de los Médici, logró completar el trabajo en solo cinco meses.
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Vista de Florencia desde el Corredor Vasariano de los Uffizi
Quienes creen conocer todos los rincones de Florencia tendrán que actualizar sus apuntes. Durante más de quinientos años, solo unos pocos privilegiados han podido disfrutar de la vista del Arno desde lo alto del Ponte Vecchio. Uno de ellos fue Adolf Hitler, invitado por Benito Mussolini en 1938. En esa ocasión, durante la visita que sellaba el Pacto de Acero, el Duce ordenó abrir las dos grandes ventanas del corredor.
Según una teoría muy extendida en Florencia, aunque nunca confirmada oficialmente, el Führer quedó tan impresionado por la vista que, seis años después, los aviones alemanes evitaron bombardear el Ponte Vecchio.
Antes de su cierre en el año 2018, la galería albergaba una colección de autorretratos, pero hoy se presenta vacía. Esta es decisión pretende recuperar la forma original concebida por Vasari, así como combatir los problemas de humedad que sufre el ambiente. Sin embargo, en unos años volverá a contar con una exposición. La entrada cuesta 43 euros, incluye la visita previa a los Uffizi y requiere reserva obligatoria.
Este emblemático pasaje encuentra sus raíces en modelos anteriores, como el famoso *passetto* romano, un corredor secreto edificado entre 1415 y 1417 durante el papado de Alejandro V, que conecta el Palacio del Vaticano con Castel Sant’Angelo y se convirtió en un recurso vital en 1527, cuando el papa Clemente VII, Giulio de' Medici, logró escapar del ejército de Carlos V durante el saqueo de Roma.
Otro antecedente significativo es el “corredor” bramantesco, construido en 1505 para unir los Palacios Apostólicos Vaticanos con el Casino del Belvedere por orden del papa Inocencio VIII. Estos corredores no solo respondían a necesidades de seguridad, sino que también integraban funcionalidad y arquitectura al servicio del poder.
El modelo del Corredor Vasariano también sirvió de inspiración en otros lugares de Europa. En París, por ejemplo, se construyó un pasaje cubierto con una función similar: conectar el centro político-institucional con la residencia de los monarcas y, al mismo tiempo, albergar las colecciones reales. Este pasaje, precursor de la Gran Galería del Louvre, empezó a gestarse en 1565, el mismo año en que Vasari culminaba su obra en Florencia. Una carta enviada por Catalina de Médici a su primo Enrique I, duque de Montmorency, revela el interés de la reina por este proyecto, solicitando que las Tullerías fueran integradas en el recinto amurallado de París.
El Corredor Vasariano, con su funcionalidad y diseño, se suma así a una tradición arquitectónica europea que combina pragmatismo, poder y visión artística.