Desde que se dio a conocer con películas como Amantes criminales (1999), Bajo la arena (2000) o La piscina (2003), François Ozon (París, 1967) siempre ha mostrado un perverso interés por los aspectos más negros de la naturaleza humana. En su última película, Cuando cae el otoño , presentada en el pasado festival de San Sebastián y estrenada este viernes 13, Hélène Vincent es una anciana de aspecto entrañable, que no sólo esconde un turbio pasado, sino que incluso podría ser capaz, o no, de envenenar a toda su familia.
Ya había indagado en la prostitución en Joven y bonita , ¿qué le interesa del tema?
En aquel caso, se trataba de una chica de buena familia que no se prostituía por motivos económicos. Era un poco como Catherine Deneuve en Bella de día , de Luis Buñuel, y para mí fue una manera de mostrar que la adolescencia plantea preguntas de identidad y de una que todavía no está conectada a los sentimientos. En este caso, hablo de mujeres que no pudieron elegir, y que probablemente han sido explotadas. Creo que la elección del tema viene dada por mi interés en la complejidad de las relaciones familiares.
¿Por qué lo dice?
Los hijos de prostitutas reaccionan de manera muy dispar cuando se enfrentan a la profesión de sus madres. Algunos las rechazan –no quieren ni verlas, sienten una vergüenza terrible, y se muestran agresivos con ellas–, mientras que otros las ven como víctimas a las que hay que ayudar a reintegrar en la sociedad. No sé cómo será en España, pero en Francia no tienen derecho a jubilación, ni a seguridad social, ni a nada.
Los hijos de prostitutas reaccionan de manera muy dispar cuando se enfrentan a la profesión de sus madres"
Tampoco tienen un estatus legal.
Lo suponía. En cualquier caso, me interesaba mostrar esa oposición, pero también algo tan universal como la vergüenza que uno puede sentir de sus propios padres, cosa que no se ha visto mucho en el cine: un padre que bebe o una madre que se muestra demasiado cariñosa con su hijo delante del colegio. El tema de la prostitución me permitía llevarlo al extremo.
¿Investigó sobre los hijos de prostitutas?
Sí, llevé a cabo una gran investigación. Me entrevisté con hijos de prostitutas, leí muchos testimonios y me di cuenta de esa disparidad de reacciones en sus hijos, que he reflejado en el personaje de Valérie, que rechaza a su madre, y en el de Vincent, que no juzga a la suya, aunque también acarrea sus propios problemas, ya que acaba de salir de la cárcel.
Él también busca su lugar en la sociedad, ¿no es así?
Sí, me interesaba abordar también el tema del sufrimiento de los padres cuando tienen un hijo problemático. Una amiga mía tuvo un hijo metido en la droga. Aunque lo quería, cuando murió, me dijo que había sido un alivio. Es horrible, pero la verdad es que para ella había sido demasiado duro y doloroso.
Entre las dos prostitutas jubiladas de la película, la diferencia de estatus económico parece ligada al físico, ¿no es así?
Totalmente. El personaje de Hélène Vincent ha ganado más dinero que el de Josiane Balasko, porque se adivina que fue más atractiva de joven. Pero, ¿a qué precio? ¿Qué tipo de madre ha podido ser para su hija? A priori, no habrá sido tan buena madre ya que su hija se muestra muy agresiva con ella.
También es una película sobre los nuevos modelos de familia.
Sí, porque las relaciones que escogemos siempre son más importantes que las que heredamos naturalmente. Y eso es algo que está cada vez más normalizado. En la película, se dan tragedias ante las que Michelle quizás no reacciona de manera políticamente correcta, incluso puede parecer monstruosa. Pero, frente al duelo, todo el mundo es distinto. Ella escoge seguir viviendo por amor a su nieto.
Usted es fan de Simenon y aquí se nota su influencia, ¿no cree?
En casa de una tía-abuela todos nos pusimos enfermos por comer champiñones venenosos: la única que no comió fue ella..."
Sí, me gusta mucho. En especial las novelas donde describe la vida provinciana en pequeñas ciudades francesas o belgas en las que todo es aparentemente perfecto, aunque detrás de las persianas ocurran cosas extrañas, monstruosas. La investigación policial no era lo que más le interesaba, prefería la complejidad de las relaciones, los secretos y los pequeños rituales cotidianos, como los que aparecen al principio de mi película para que podamos vivir al ritmo de esta mujer, entender mejor quien es ella, lo sola que está.
¿La soledad de la tercera edad era otro tema a tratar?
Sí, quería hablar del estatus de abuela: ¿Qué lugar ocupa en la familia? Para poder ver a su nieto, depende de su hija, que se venga de todo lo que le reprocha separándolo de él, cosa que para ella es una forma de muerte. Para las personas mayores, los nietos son una fuente de vida. Les quedan diez, veinte años y se vuelcan en ellos. Pero, en medio, están los hijos y esa cosa de matar a los padres. Dependemos mucho de nuestros padres cuando somos pequeños, pero luego, cuando crecemos, nos olvidamos de ellos y los dejamos de lado.
¿Cómo se le ocurrió el arranque de la historia con las setas venenosas?
Viene de un recuerdo de infancia. En casa de una tía-abuela todos nos pusimos enfermos, algunos incluso acabaron en el hospital, porque cocinó con champiñones venenosos que había recogido en el campo. Todo el mundo se preguntó si no había querido matarnos, ya que fue la única que no los probó. Yo la adoraba, y creo que, en parte, porque de pequeño sentía el deseo inconsciente de matar a toda mi familia…
¿Así que ya sentía una atracción un poco perversa por el crimen?
Siempre es mejor fantasear o hacer películas que ser un criminal en la vida.