Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) lleva meses aprendiendo catalán y ya puede mantener una conversación fluida. Su hija lo habla en la escuela y la escritora se esfuerza por aprender cada día palabras nuevas. La emoción por ampliar su vocabulario es tal, que durante la entrevista para La Vanguardia contesta varias de las preguntas en este idioma. Hablar de su nuevo libro, Bad hombre (Random House) en una lengua que no es la materna reconoce que le causa “extrañamiento”, ya que “parece que hable del libro de otra autora. Pero, a la vez, me gusta, porque puedo analizar todo de forma más objetiva”.
El libro nace a raíz de una serie de invitaciones de mujeres que Oloixarac recibió. Todas ellas tenían un mismo objetivo: castigar a ciertos hombres. Algunos, amigos o conocidos de la propia autora. Los motivos para reprenderlos eran escalofriantes y obligaban a la autora a tomar partido: ¿Estaba con la justicia feminista o con los bad hombres?
Las mujeres que vierten denuncias falsas recuperan el poder que tenían las antiguas diosas de destruir la vida de la gente"
“Cuando empecé a escribir este libro, Trump hablaba en las ruedas de prensa de los bad hombres. Se refería a aquellos que estaban penetrando sin su consentimiento las fronteras de Estados Unidos. Eran latinos y jóvenes y decía que había que extirparlos”, explica la autora, que llevó el término a otro terreno, pues algunas de las mujeres que le escribían, también creían necesario acabar con ciertos hombres.
Oloixarac reconoce: “Es difícil que te digan que un amigo tuyo es un violador. Desde el primer momento me preocuparon mucho las acusaciones. Sin pensar, me posicioné del lado de ellas y pensé cuánta gente podía haber en peligro. Dejé de hablar durante mucho tiempo a mi amigo y empecé a quedar con las supuestas víctimas para saber de primera mano qué había sucedido. Un día me armé de valor y dejé de esquivarlo. Él no tenía ni la más mínima sospecha de que se estaban vertiendo esas acusaciones sobre su persona. Escuchar su versión me hizo ver algo que tenía sentido, pues me dijo que si a él, latino, le daba por tocar a una mujer norteamericana, pues vivíamos en Estados Unidos en aquel momento, estaba seguro de que en cuestión de días lo devolverían a su país. Si al que acusaban era a un latino, raramente volvería a recuperar su lugar en el mundo”.
Al libro, pese a contar con experiencias reales, lo califica de novela, pues “está dotado de algunos elementos de ficción para poder contar la realidad”. Insiste que “más que ir de la cultura de la cancelación masculina, habla de cómo funcionan ciertas dinámicas de grupo y cómo se construyen comunidades a fuerza de excluir a cierta gente. Las que vierten denuncias falsas recuperan el poder que tenían las antiguas diosas de destruir la vida de la gente. Pueden hacerlo gracias a los ejércitos inexpugnables que se forman en las redes”.
Oloixarac admite que “el solo hecho de haber escuchado a los hombres, ya es una actitud polémica para mucha gente. Ya ni te cuento escribir al respecto. Pero yo, como escritora, no puedo darme el lujo de tener miedo. Todo lo contrario. Trato de hablar de todo aquello que molesta y sobre lo que hay un manto sagrado, que parece que prohíba hablar sobre determinadas cuestiones. Es precisamente ahí, como autora y como periodista, donde me apetece indagar. No hay que tener miedo a hacer preguntas ni a debatir. Me parece importante interpretar la época que me ha tocado vivir. Ha sido todo un desafío para mí hacerlo de la forma que considero más justa posible”.
La cancelación perjudica al feminismo, el 'yo te creo, hermana' debería ser 'yo te escucho, hermana'”
La autora de Mona sabe lo que es ser cancelada. En 2017, recibió un mensaje de sus editores alemanes, preocupados porque al director del Festival Internacional de Literatura de Berlín le había llegado que ella era antisemita. “Mis editores sabían que yo era controvertida en Argentina, pero ni el Holocausto ni la Segunda Guerra Mundial eran mis territorios usuales. En Alemania el negacionismo es un asunto punible por la ley”, escribe en el primer capítulo. Con el tiempo, descubrió que dicha denuncia falsa la hizo una antigua compañera, “que quería que la ayudara a cancelar a un amigo porque le había pasado un herpes. Le hice ver que no le interesaba difundir eso y, como no la ayudé, dejó de tener contacto conmigo”.
En sus páginas, Oloixarac reflexiona sobre el papel del feminismo y, apunta: “No creo que la cancelación sea un buen instrumento para este movimiento. Lo perjudica. El ‘yo te creo, hermana’ debería ser más bien ‘yo te escucho, hermana’”.