Corina Oproae: “El comunismo tiró abajo la casa de mi amigo. Murió de un ataque”

Premio Tusquets

La escritora publica 'La casa limón', una novela que se centra en los años de descomposición del régimen de Ceausescu

La escritora Corina Oproae, ganadora del premio Tusquets por 'La casa limón'

La escritora Corina Oproae, ganadora del premio Tusquets por 'La casa limón' 

Andrea Martínez

Contar la caída del régimen de Ceaușescu no era algo que estuviera en los planes de Corina Oproae (Transilvania, 1973) hasta que su hija le preguntó al respecto. Trató de darle una respuesta que pudiera entender una niña de ocho años, pero no la halló. Empezó así un viaje literario que terminó con la publicación de su primera novela, La casa limón, y con el premio Tusquets Editores de Novela 2024, dotado de 18.000 euros. Una primera novela que la poeta y traductora narra desde el punto de vista de una niña, tal vez porque ella era una cuando pasó por todo ello.

¿Cómo es su relación con Rumanía?

No ha sido muy fluida. Mi padre murió cuando yo tenía dieciocho años y, luego, mi madre, cuando tuve mi primer hijo, con 31. Además, mi familia había migrado a Montreal, en Canadá, así que era allí donde les visitaba. De todos modos, quise que los míos conocieran mi procedencia y viajamos hasta allí durante unas vacaciones de invierno.

¿Vio un país distinto?

En la mayoría de aspectos. Pero era inevitable hablar del comunismo a todas horas. Tanto, que mi hija me dijo: ‘Mamá, me está gustando mucho, pero no entiendo de dónde cayó el comunismo’. No supe que responderle y, para hallar una respuesta, empecé este libro.

El título, La casa limón, hace referencia a la vivienda de la protagonista, de color amarillo, que el régimen acaba demoliendo.

Ceaușescu empezó a tirar abajo casas y a construir bloques a los que mudar a la gente, para que todos viviéramos en las mismas condiciones. Pasamos de casas de colores a un paisaje totalmente austero.

¿Usted vivió la demolición de su propia casa?

Estuve presente cuando tiraron abajo la de un amigo de mi padre. Yo era una niña y se me quedó marcado. El hombre murió pocos días después de un ataque. Mucha gente enloqueció. Habían derruido todo cuanto tenían, incluidos sus sueños.

¿Por qué una novela y no poesía, como se había expresado hasta ese momento?

Yo tenía cierta reticencia a la novela. No como lectora, ya que siempre he sido una lectora voraz, pero es cierto que tengo más facilidad para expresarme en verso. He publicado tres libros de poemas en español y uno en catalán, y he traducido mucha poesía, prosa bastante menos. Reconozco que siempre le he tenido miedo.

¿A la prosa?

En la Rumanía que yo viví, te incitaban a ser competitiva. El sistema casi te obligaba a ello y yo, como quería ser la mejor, pedía a mi hermana que me ayudara con los deberes. Hubo un momento en el que dejó de hacerlo para que yo me soltara y aprendiera. Un día, la profesora pidió escribir un relato sobre alguien de la familia que nos influyera. Yo hablé de mi abuela y, al leerlo en voz alta, toda la clase se puse a llorar. Ahí entendí el poder de las palabras. Mi prosa había causado eso.

¿Y por eso se pasó al verso?

Con el verso podía expresarme igual pero no todo el mundo me comprendía. No lo digo para nada en un tono despectivo. Me refiero a que yo sentía que tenía más libertad si podía desahogarme sin necesidad de que me leyera todo el mundo.

Ahora no le ha quedado más remedio.

No encontré una fórmula mejor para tratar de hallar una respuesta a la pregunta de mi hija. La experiencia ha servido para perder ese miedo. Me verán más en prosa, seguro. Es algo que mi yo de pequeña seguro que agradece.

Lo ha escrito en castellano, que no es su lengua materna. Y, además, ha ganado el premio Tusquets.

Es todo un honor y ha sido una sorpresa. El castellano no es mi primer idioma, pero lo domino bien. Llevo aquí desde los 23 años y tengo 51. Mi diario personal, por ejemplo, lo escribo en castellano. Me sale así. Tengo facilidad para los idiomas. De pequeña cogía el diccionario y me ponía a leerlo. Debe de ser algo genético porque mi hija hace lo mismo.

Ya se intuía que acabaría estudiando filología.

Lo fuerte es que yo iba para ingeniera. Eran profesiones que en la Rumanía comunista estaban bien vistas. Cuando cayó el comunismo reflexioné: ‘¿De verdad quieres estudiar esto, Corina?’.

Se decantó por la filología inglesa.

También hispánica. Se podía escoger una doble titulación. Tenía en casa libros de García Márquez, de Vargas Llosa y me regalaron también el Quijote. Pensé en la posibilidad de leer todos esos libros en su idioma original y, desde entonces, no se me quitó la idea de la cabeza. Conseguí una beca en la Complutense de Madrid.

¿Y cómo llegó a Barcelona?

Como la mayoría de historias, por amor. Pero esa historia me la quedo para mí. Al menos por ahora. Quién sabe si algún día la escriba.

La cuestión… terminado ya el libro, ¿cree que ha logrado contestar la pregunta a su hija?

Tal vez sea ella misma quien se la tenga que contestar. Eso si cuando crezca sigue teniendo ese interés. Las personas, cuando nos hacemos mayores, tendemos a perder esa curiosidad natural. Espero que la conserve y que, entonces sí, lea mi libro y pueda hallar las respuestas que busca.

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