Las mujeres que hay tras los hombres

Se ha dicho tradicionalmente que “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”. La frase, que había sido considerada una alabanza del trabajo silente y sumiso de las mujeres que, a lo largo de la historia, han ayudado a sus compañeros de equipo sin salir del anonimato, denota muchas cosas. La primera es el patriarcado, que daba por supuesto que las cosas ya estaban bien así. La segunda es el obligado anonimato que han tenido que sufrir, porque la palestra estaba ocupada exclusivamente por hombres. Y la tercera es la suposición de que las cosas no podían ser de ningún otro modo.

A buen seguro que en más de una ocasión ese “gran hombre” era un mediocre, que tenía junto a sí una mujer que lo hacía brillar con luz propia, sin que se supiera que ese resplandor era prestado.

En cuanto a la criptoginia, tan necesario es saber lo que sucede, como que el fenómeno tenga nombre

Por suerte, cada vez más estas grandes mujeres son descubiertas y conocidas con nombre y apellidos, de manera que se contrarresta el efecto de la criptoginia, el neologismo que la Secció Filològica del Institut d’Estudis Catalans acaba de incorporar al diccionario general, el DIEC, con la grafía criptogínia. “Ocultación o menosprecio de la aportación hecha por las mujeres en los diferentes ámbitos culturales, sociales y científicos”, dice la definición, que se ejemplariza así: “El objetivo es hacer visibles a las mujeres científicas víctimas de la criptoginia”.

Creada a partir del griego crypto (esconder) y gyné (mujer), que funcionan bien a la hora de componer palabras ( criptomoneda, misoginia ), el neologismo tiene fecha de nacimiento. Según la Wikipedia: “Para nombrar esta práctica, la poeta y filóloga Begonya Pozo y el filólogo Carles Padilla, profesores de la Universidad de València, acuñaron el término criptogínia y lo difundieron públicamente por primera vez el 5 de febrero del 2020 en un artículo”.

Tan necesario es saber lo que sucede, en este caso la ocultación de los referentes femeninos, como que el fenómeno tenga un nombre que lo designe. Se dice que, si algo no tiene nombre, no existe. Por ello la Secció Filològica, contraviniendo sus propias normas –que dicen que hasta que una palabra no está bien asentada y es de uso general no tiene que entrar al diccionario–, ha considerado que era lícito introducir ese término en el DIEC. De este modo se vuelve normativo, alentamos a usarlo y, al fin y al cabo, es de justicia que se denuncie con su nombre esta práctica. Dado que es un neologismo bien formado, esperemos que pronto se use en todas las lenguas de cultura y se combata, de manera que la criptoginia pase a ser cosa del pasado.

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