Himnos por la independencia latinoamericana: ¿quiénes los compusieron?

La R

De cómo un grupo de músicos catalanes inyectaron la emoción en el nacionalismo que avivó la clase criolla

El compositor Jaume Nunó en un fotomontaje de 1901

El compositor Jaume Nunó en un fotomontaje de 1901 junto a la partitura del Himno Nacional de México 

Uno de los misterios del auge del nacionalismo en el siglo XIX es que ocurrió primero en las Américas. “¿Por qué precisamente eran las comunidades criollas en América las que adquirieron una conciencia de su propia identidad nacional antes que la mayoría de los europeos?”, se pregunta Benedict Anderson en su famoso ensayo y defensa del nacionalismo, Comunidades Imaginadas.

No deja de ser sorprendente. Al igual que en Estados Unidos, los criollos latinoamericanos –de descendencia europea pero nacidos en las Américas– no tenían muchas señas de identidad para diferenciarse de la metrópoli imperial, bien fuera Brasil o España. La lengua era la misma, la religión y los rasgos étnicos también. La cultura criolla tampoco era muy distinta de la de Madrid o Lisboa.

La clase criolla se sentía excluida por el poder imperial-colonial: de ese resentimiento nació el nacionalismo, sostiene el politólogo Benedict Anderson

Si los nacionalismos anticoloniales hubieran salido de los diversos pueblos indígenas o de las poblaciones de ex esclavos africanos, habría sido más fácil de explicar. Allí sí había diferencias. Y muchas. Pero, los movimientos independentistas en América Latina excluían a los indígenas y los negros. Incluso temían rebeliones. Solo después se incorporarían al rediseñado nacionalismo del siglo XX donde, en países como Perú y México, el indigenismo acabaría aportando la simbología de la patria. Haití, el primer país independiente de América Latina, tras una insurrección de esclavos a finales del siglo XVIII, es la excepción que confirma la regla.

Anderson intenta resolver el enigma a partir de la frustración colectiva que la clase criolla sentía por ser excluida de las altas instancias de la jerarquía de poder imperial-colonial. Solo cuatro de los 170 virreyes en América española en 1813 nacieron en las Américas. Había en México un solo obispo criollo. “Pese a que, en términos de idioma, religión, descendencia ancestral o tradiciones, el criollo era casi indistinguible del español nacido en España, era criollo (e inferior) sin remedio”, explica en Comunidades Imaginadas .

De ese resentimiento nació el nacionalismo. La experiencia de estas frustradas clases criollas dio lugar en cada unidad administrativa de la Nueva España, a una nueva “comunidad imaginada”. Esta identidad fue consolidada definitivamente por la influencia de los periódicos locales que aparecieron en Caracas, México, Lima, Bogotá, y otras ciudades, a principios del siglo XIX. Ocurrió algo parecido, aunque con retraso, en el imperio americano portugués que luego sería Brasil.

Partitura del Himno Nacional de México compuesto por el catalán Jaume Nunó

Partitura del Himno Nacional de México compuesto por el catalán Jaume Nunó

Tal vez por el hecho de ser indiferenciables de los opresores coloniales, las élites de las nuevas naciones tuvieron que crear una serie de símbolos con fuertes cargas emocionales necesarias para aglutinar al nuevo “pueblo”, mucho más heterogéneo que los fundadores criollos

Las élites de las nuevas naciones tuvieron que crear una serie de símbolos con fuertes cargas emocionales necesarias para aglutinar al nuevo “pueblo”

Se multiplicaron los héroes reales o imaginarios en nuevos mundos con paisajes espectaculares, hechos a la medida de nuevas utopías, con banderas republicanas clavadas en el territorio liberado y avaladas por la Revolución Francesa. Y tal vez más que ningún otro, debido a la fuerza sentimental de la música, se compusieron conmovedores himnos nacionales.

De ahí el interés de la miniexposición en el Museo de la Cancillería, en el centro histórico de Ciudad de México, patrocinada, entre otros, por la Generalitat de Catalunya. Porque, según se explica en la pequeña muestra, seis de los himnos nacionales latinoamericanos de aquel entonces eran obra de músicos catalanes procedentes de un país cuya relación con el centro imperial era tan compleja y ambigua que la de los criollos. Cuatro –México, Argentina, Chile y Puerto Rico– siguen siendo los himnos actuales.

Jaume Nunó, a quien México y el Generalitat han dedicado una exposición y ahora un libro, es solo uno de los seis compositores catalanes que escribieron himnos en Latinoamérica

El mayor protagonista de la exposición, y de un nuevo libro que será presentado en Cataluña y en México en diciembre, era Jaume Nunó, el compositor del Himno Nacional Mexicano en colaboración con el poeta de San Luis Potosí Francisco González Bocanegra.

Nacido en Sant Joan de les Abadesses en 1824, Nunó viajó de joven a Cuba, donde entabló amistad con el general mexicano Antonio Santa Anna, que venció a los españoles en la batalla de Tampico de 1829, tan consciente de su propia heroicidad que, cuando un cañonazo le arrancó la pierna, la enterró con honores del estado.

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Tras nombrar al joven músico catalán director de las orquestas militares, Santa Anna encargó a Nunó la composición del himno para el 25º aniversario de su hazaña. El resultado –una de 600 obras del compositor catalán–, puede escucharse en las fiestas hiper patrióticas que se celebran en México hoy en día, sobre todo antes del famoso Grito de “¡Viva Mexico!” que el presidente pronuncia en el Zócalo para conmemorar el famoso “grito de Dolores” de Miguel Hidalgo, que dio inicio a la guerra de la independencia en septiembre de 1810.

Para comprobar el potente efecto emocional que aún produce el himno de Nunó, se recomienda buscarlo en YouTube y leer los comentarios. “Para mí, como una oración, como nuestra alma... Nos motiva, nos mueve, nos alegra, nos anima, nos devuelve el valor, la dignidad, el orgullo,” escribe una chica veinteañera mexicana sobre el himno.

La accidentada historia de Nunó, cuyos restos yacen en el Panteón Civil de Dolores, en el centro de Ciudad de México –el único extranjero entre un centenar de héroes mexicanos– se relata, con un buen ojo para el detalle irónico, en el nuevo libro Jaume Nunó, un santjoaní a América , de Cristian Canton Ferrer y Raquel Tovar Abad.

Pero Nunó es solo uno de los compositores catalanes de himnos nacionales latinoamericanos. Blai Parera (nacido en Murcia pero de familia de Mataró) compuso el himno argentino ya en 1816, el mismo año que la declaración de la independencia. Ciento ocho años después, el himno con su estribillo de “¡Libertad!” emociona a argentinos en ambos lados del espectro político, desde Javier Milei hasta los peronistas. “Es algo maravilloso sentir cómo se te eriza la piel al escuchar nuestro Himno Nacional,” escribe un joven argentino en YouTube.

El himno chileno es obra de Ramon Carnicer, nacido en Tarragona, compositor de renombre al recibir el encargo y uno de los pioneros de la zarzuela. Félix Astol, de Reus, compuso la música para la canción La Borinqueña, que luego sería elegida himno nacional de Puerto Rico. Así mismo, los barceloneses Albert Galimany y Jaume Segalés compusieron, respectivamente, los himnos de Panamá y Paraguay, aunque no son los vigentes.

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