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Michel Onfray: “La gente no vota a Marine Le Pen, vota contra un sistema que ya no quieren”

Entrevista

El filósofo francés, que publica una historia del alma desde Egipto al transhumanismo, cree que Macron es “un presidente psicopático”

La Francia que vota Le Pen

El filósofo francés Michel Onfray

JOEL SAGET / AFP

En tiempos de transhumanismo y del Neuralink de Elon Musk, el filósofo francés Michel Onfray (Argentan, 1959) ha decidido preguntarse por el alma. Ha escrito una historia del alma en Occidente, Ánima (Paidós), desde el antiguo Egipto al cristianismo y a la eterna búsqueda del hombre nuevo. Seguro de que estamos en un momento de colapso de la civilización europea, Onfray no está preocupado por la victoria de Marine Le Pen el domingo. Su partido, dice, ya no es el de su padre, y Europa, como a Meloni, le obligará a realizar determinadas políticas. Y tiene duras palabras para Macron: “Es psicopático”.

En el poder, Marine Le Pen sería como el Chirac de los años setenta, una digna representante del sistema”

¿Por qué escribir un libro sobre el alma? ¿Qué le preocupa?

Hoy hay algo nuevo: la posibilidad de digitalizar el alma, es decir, de imaginar verdaderamente otra civilización. Ha habido civilizaciones: egipcia, griega, romana, europea, y luego tendremos una civilización globalizada, global, en la que se abordará el fin de la vida en la Tierra en miles de años. Elon Musk está trabajando en eso con Neuralink, la posibilidad de reducirnos a todos a datos digitales. Reducidos a esos datos numéricos, con la genética tal vez podamos restaurar cosas que han constituido nuestra identidad, por lo que probablemente sean clonadas. 

Entonces, si hay clonación física más clonación digital, redefinimos el alma. Y volvemos a plantearnos viejas preguntas. ¿Es material? ¿Inmaterial? ¿Mortal? ¿Podemos imaginar que nuestro cerebro podría seguir existiendo y llevando nuestra identidad sin ser depositado en una envoltura corporal? Con Neuralink, con la inteligencia artificial, volvemos a trabajar de nuevo en la búsqueda del alma. ¿Cómo hemos llegado a esta alma digital? En la prehistoria, muy probablemente, creamos un trasfondo que no está muerto. En la era digital todavía existe una especie de sentimiento religioso. El mundo virtual permite creer en esa inmaterialidad del alma.

Y en la búsqueda del hombre nuevo que recorre su libro.

En un momento dado san Pablo habla del hombre nuevo. Y nos dice: está por crear. El hombre antiguo es el grecorromano, fabricado por Platón, por Séneca y el estoicismo. El nuevo hombre judeocristiano lo crearían entre san Pablo, los Padres de la Iglesia y la filosofía escolástica. Y en un momento dado regresa la idea del hombre nuevo: en el siglo XVIII, la época de la Revolución Francesa. Se habla de regeneración. Si nos regeneramos es porque hay degenerados. Y este hombre nuevo está descristianizado. Se nos dice que tenemos que pensarlo a partir del hombre, posiblemente a partir del primer hombre: la cuestión del buen salvaje de Rousseau. Cuando el hombre sale de la naturaleza, ¿qué aspecto tiene? 

A partir de ahí debemos repensar al hombre regenerado, que para la Revolución Francesa está hecho por la ley, por los derechos del hombre. Pero también se hace a través de la fisiología, de la biología. Y encontramos en Diderot, en Condorcet, en d’Alembert, textos muy preocupantes. Un siglo antes que Darwin, de pronto Diderot nos dice: ‘Pero si mezclamos un mono con una mujer’, porque siempre se hace así, nunca es un hombre el que fecunda a una mona, ‘¿qué tendríamos?’. Una bestia algo inteligente a la que podríamos pedir que fueran sirvientes perfectos. Y Condorcet, que imaginó la idea de progreso, piensa en instrumentos que perfeccionen nuestras facultades, un antecesor del transhumanismo. 

Hoy tenemos toda una lógica de descristianización que supone que nos deconstruyamos. Sandrine Rousseau, una política ecologista, dice que sólo puede tener relaciones con un hombre deconstruido, un hombre nuevo, que no sería necesariamente hombre o mujer, rechazaría un poco su virilidad, su blancura, necesitaría mestizaje, necesitaría una mezcla de modernidad tecnófila y conservadurismo ecológico, pero al mismo tiempo permitiendo que los hombres se conviertan en mujeres o las mujeres en hombres con tecnología muy avanzada. 

Tenemos un proyecto político en lo que hoy se ha convertido la izquierda, que es un proyecto de un hombre deconstruido y de reconstrucción de un hombre nuevo que no prescindirá de las propuestas de Elon Musk, trabajando así para el proyecto más loco del capitalismo. La izquierda, que quiere resistirse al capitalismo, hoy se encuentra como su mejor aliada.

“Vivimos la desaparición de una civilización, No hay solución. Esto se está hundiendo y vamos a ir a otra cosa”

Afirma que vivimos un colapso de la Europa judeocristiana.

Todas las civilizaciones tuvieron un momento de poder y desaparición. Estamos en el momento de la desaparición, que siempre coincide con el advenimiento de otra civilización. Quizá esa civilización posthumana, global, de la que hablaba y que quizás tendrá un momento intermedio de colapso de Europa, que en cualquier caso tendrá un colapso demográfico e ideológico, es obvio.

Y luego mire lo que está pasando en Francia: el nihilismo generalizado con la disolución de la Asamblea Nacional, los partidos que explotan, todo se está recomponiendo, la gente que ya no va a votar y otros que esperan a la Unión Nacional porque aún buscan una solución. No hay solución. Es sólo que esto se está hundiendo y vamos a ir a otra cosa. Un mundo nuevo está en proceso de devenir donde hay personas que piensan que deberíamos utilizar cuerpos de mujeres clínicamente muertas para tener hijos por gestación subrogada.

Hace no mucho habría sido difícil imaginar que el Frente Nacional pudiera estar tan cerca del poder. ¿Qué ha pasado?

Un partido es ante todo el que lidera. El Frente Nacional fue creado por Jean-Marie Le Pen y hace diez años pasó a manos de Marine Le Pen. No es la misma generación. Un hombre no es una mujer. Un hombre que luchó en Argelia, torturador, partidario de Vichy... su hija cambió el nombre del partido y sus reglas básicas, ya no es el mismo. Igual que ha cambiado el partido socialista. Recuerdo que en 1974, en Epinay, Mitterrand dijo que quien no quiere romper con el capitalismo no puede ser llamado socialista. Durante sus septenatos estuvo lejos de una ruptura con el capitalismo. También el Partido Comunista ha cambiado y hoy no se puede declarar culpable a Fabien Roussel de que su partido estuviera contra la píldora porque habría menos hijos de proletarios. Hoy vemos a Philippe Poutou, líder del Nuevo Partido Anticapitalista, asociado con Hollande, del partido socialista, y con la Francia Insumisa, antisionista y antisemita, decirnos que existe peligro de fascismo con una Marine Le Pen que nunca ha sido condenada por antisemita. Cada día tenemos pruebas de que Jean-Luc Mélenchon es antisemita, pero el peligro es Marine Le Pen.

Marine Le Pen y Jordan Bardella durante la victoria en las eleccciones europeas 

Lewis Joly / Ap-LaPresse

¿Entonces no hay peligro?

No temo nada de lo que vendrá con ella. En el poder, sería el equivalente al Chirac de los años setenta. Tan pronto como llegue empezará a decir, bueno, vamos a dejar esto, vamos a dejar aquello, y será como Giorgia Meloni, como Podemos, como Syriza, cuando están en el poder cambian de dirección porque Europa te da tres días para alinearte o crearán el caos económico total. Mire lo que pasó con Syriza en Grecia, cómo Varufakis se vio obligado a ceder. 

No hay miedo al fascismo. Le Pen es una mujer que realmente no tiene muchas convicciones. Heredó el partido como habría heredado la fábrica de zapatos de su padre. No representa ningún peligro para la democracia. La izquierda, claro, sabe que ella es la debilidad de la derecha. Ya lo entendió Mitterrand, que quiso partir la derecha. Pero cada vez funciona menos. 

La gente está empezando a comprender que durante años les han dicho tonterías, que la Europa de la que les hablaron en 1992, la de Maastricht, fantástica, maravillosa, formidable, no más desempleo, no más pobreza, no más guerra, tras 25 años sin contrapoder, ha dado desempleo masivo, aumento de la pobreza, racismo en todas partes. La gente dice: nos vendiste una idea pero no ha funcionado. Nos mentiste en 1992, en 2005, en 2008, te hemos estado dando señales, ha habido chalecos amarillos, campesinos con tractores, y el Gobierno no se mueve, no ha escuchado nada. En las últimas europeas, la gente no votó por Marine Le Pen, votó contra un sistema que ya no quieren. Una vez en el poder, Marine Le Pen será una digna representante del sistema vigente. El sistema sacará lo mejor de Marine Le Pen y no será ella quien saque lo mejor del sistema.

El presidente francés, Emmanuel Macron )

LUDOVIC MARIN / AFP

¿Cómo ve la figura de Macron?

Escribí un libro, Foutriquet, dedicado a él. Los foutriquet son pequeños imbéciles. Él es un caso patológico. No soporta la oposición. Juega a la seducción y cuando no funciona le deja en un estado de ira insoportable. Es arrogante, engreído, pretencioso, va a hacer lo que quiera cuando quiera. Es como los antiguos reyes franceses que sanaban las escrófulas, él sana con la palabra diciendo ‘lo vamos a hacer, lo voy a hacer’. 

Está muy orgulloso, pero no hace nada y no es creíble. Y hace tiempo que le venimos diciendo que no nos gusta, lleva mucho tiempo perdiendo elecciones. Ha presidencializado las votaciones y la gente se ha dicho, si quieres un plebiscito, lo vas a tener, y ya no tienen ningún problema en votar por esto o aquello si es una oportunidad para echarle. 

Tras las europeas dijo que le dolió. Eres un jefe de Estado, aunque estés herido no tienes que decirlo. Reaccionó como un niño herido: rompo el juguete para haceros enojar. Cada vez que ha perdido una elección no ha hecho nada y ahora disuelve la Asamblea Nacional 15 días antes de los Juegos Olímpicos, con considerables amenazas terroristas. No tiene nada que ver con Francia, odia a Francia y a los franceses. Y ahora nos hace saber que no votar por él significará votar por guerra civil. Yo o el caos. Es problemático tener al frente del Estado a alguien psicopatológico.