Hace años que David Grossman (Jerusalén, 1954) escribe sobre “la situación”, el conflicto que Israel mantiene con Palestina. Pero sus artículos y ensayos se han multiplicado desde la matanza que perpetró Hamas el pasado 7 de octubre y la consecuente operación de venganza del Estado hebreo. En su nuevo libro, El precio que pagamos (Debate / Edicions 62), el escritor recoge once de estos textos y analiza todas las decisiones que han conducido a Israel “al precipicio”. Aprovecha también para hacer un llamamiento a la paz.
Dice que Israel ha caído en el abismo.
Israel no es tan fuerte como parece. A los israelíes nos educaron para pensar que seríamos siempre ganadores, ya que tenemos el ejército más fuerte del Medio Oriente y tal vez sea el número tres o cuatro de todo el mundo. Pero la historia, y los recientes ataques del 7 de octubre, demuestran que no.
¿Qué recuerda de aquel día?
Una tristeza que seguimos arrastrando. Los israelíes tenemos la sensación de que no hay opción a una prosperidad próxima. Por supuesto, sabemos que los responsables son un cierto grupo de personas y no todos los habitantes de Gaza. Pero lo que ocurrió está más allá de la brutalidad y de lo antihumano. Seguimos sin saber nada de los rehenes. La idea de que en un futuro debamos perdonarnos todos y convivir no es algo que mucha gente esté dispuesta a aceptar.
Y la ocupación… ¿la aceptan?
Nos hemos vuelto expertos en negar una gran parte de nuestra realidad. La mayoría de los ciudadanos israelíes prefieren mirar hacia otro lado. Puedes vivir una vida muy cómoda en Israel sin toparte con un palestino, pero esto ni tiene sentido ni puede continuar siempre así. Lo que aterra a muchas personas es que Hamas gobierne. Un primer paso pienso que sería aceptar que Hamas forme parte de la vida civil pero que no tenga poder ejecutivo, al menos las primeras décadas. Pero no me pregunte cómo lograr ese equilibrio. Lo mío es escribir.
Un país no puede ser verdaderamente democrático si es un ocupante”
¿Escribir le ayuda a comprender?
También a recordar la complejidad del ser humano y a ponerme bajo los múltiples punto de vista. Si no escribiera, mi visión sería más sesgada y podría caer en el estereotipo. Eso no quiere decir que vaya a perder mi identidad como israelí ni como judío. Pero creo que es interesante acercarse a todas las realidades y la forma de hacerlo que he encontrado es con un bolígrafo y un ordenador.
¿Puede expresar sus opiniones libremente?
Por un lado, tenemos una democracia impresionante, en la que hay libertad de expresión, de manifestación, de prensa y de reunión. Pero, por otro, llevamos más de cincuenta años ocupando un territorio. No creo que un país pueda ser verdaderamente democrático si es un ocupante. Es fácil de entender. Si los palestinos no tienen un hogar, nosotros tampoco lo tendremos.
¿Qué tiene que pasar para que esto ocurra?
Israel y Palestina no pueden lograr la paz solos. Necesitan la mediación de países fuertes, como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o Francia, entre otros. Alguien que obligue a ambas partes a mirarse a los ojos y a hablar. Sin su ayuda, no creo que sea factible, al menos a día de hoy, recuperarse de esta pesadilla que estamos viviendo.
¿Y qué opina de España? Acaba de reconocer al Estado palestino con las fronteras de 1967.
Lo veo como un acto positivo. Puede que Israel dé muestras de enfado hacia el pueblo español, pero dudo mucho de que se estropeen las relaciones. Son buenas y existe un aprecio mutuo. Mi única reserva ante este reconocimiento de los palestinos como Estado es cuándo se realizará. Muchos israelíes han sido masacrados y reconocer ahora a Palestina... No tiene nada de malo. Solo digo que hay cuestiones de cierta delicadeza y consideración a tener en cuenta. Pero no creo que mienta si digo que el deseo mayoritario es que nadie más pierda la vida. Parece que un dramaturgo loco esté escribiendo esta función. Lo que muchos deseamos es que se baje ya el telón.