Christopher Nolan: “Una cosa es lo que Oppenheimer decía y otra lo que hacía”
Entrevista
El director opta a los Oscars a mejor director y mejor película por su biopic del padre de la bomba atómica
Si alguien llegará a la gala de los Oscars con al menos una estatuilla virtualmente asegurada, ese es Christopher Nolan, quien en los días previos obtuvo como director el premio que entrega el sindicato integrado por sus colegas, el Globo de Oro, el Critics Choice y el Bafta. Es bastante probable que como productor también se lleve el galardón a la mejor película, después de haber triunfado en el sindicato de productores, y que pierda en la categoría de mejor guion adaptado en donde el favorito es Cord Jefferson. Pero aunque no pueda llevárselo todo, indudablemente será el año de Oppenheimer, un merecido reconocimiento a un fenómeno cinematográfico que dejó en la taquilla casi 1.000 millones de dólares con una propuesta inteligente y arriesgada sobre un capítulo clave en la historia de la humanidad.
¿Se ha convertido en un fan de la física nuclear a partir de esta película?
No podría decir que tengo una apreciación mayor que la de una persona común. Pero es cierto que me involucré en este proyecto por mi interés en la física cuántica a partir de mi colaboración con el ganador del premio Nobel Kip Thorne, que trabajó conmigo en Interstellar y en Tenet. Por lo tanto, tenía una predisposición hacia el tema. Robert Oppenheimer y sus contemporáneos estuvieron involucrados en una transformación del pensamiento científico a partir de la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Ese fue uno de los cambios de paradigma más importantes en el pensamiento humano. Pero sentí que mi trabajo al adaptar Prometeo americano, el gran libro de Kai Bird y Martin Sherwin que usamos para desarrollar la película, era tener claro cuáles eran los temas y comprender la mirada de los físicos, aunque no era mi intención abrumar a la audiencia. Nadie saldrá tras ver Oppenheimer como un físico cuántico profesional, pero sí me importaba que después de haberla visto supieran cuán importante había sido este cambio en el pensamiento humano.
Nunca se disculpó por el uso de la bomba atómica”
¿Cuán complejo fue adaptar ese libro a la pantalla grande?
La gran ventaja en una adaptación como esta es que Kai Bird y Martin Sherwin escribieron 700 páginas a partir de una investigación a la que Sherwin dedicó 25 años de su vida. Por lo tanto, conté con el beneficio de tener una gran cantidad de material y el anecdotario de toda la gente que fue cuidadosamente seleccionada para participar de este proyecto. Aunque no necesariamente quien lea el libro pueda pensar que hay allí una historia para el cine, una vez que yo encontré en el texto ciertos momentos me di cuenta de que había grandes posibilidades para una película. Tenía una enorme fuente de información para trabajar, y la única investigación que hice fuera de lo que está en el libro fue leer los registros de las audiencias que Lewis Strauss realizó en el Senado, y también las sesiones de seguridad de Oppenheimer, de las que pude obtener una transcripción de mil páginas, con lo que empecé a trabajar.
Es muchísimo material...
En verdad mi proceso consistió en tomar notas basándome en las lecturas que hice del libro, pensando en qué es lo que le contaría a la gente sobre este tema si estuviera en una cena, para tratar de capturar su atención. ¿Cuáles son las cosas verdaderamente importantes? ¿Qué es lo que me conmueve de la historia que les quiero contar? Y a partir de allí comencé a desarrollar una aproximación estructural y a intercalar las diferentes narraciones, la de Lewis Strauss con la de su oponente, Robert Oppenheimer, usando los paralelismos que se pueden encontrar entre las dos diferentes audiencias que se hicieron sobre este tema. Una vez que eso estuvo armado, lo abrumador del libro jugó a mi favor, porque el nivel de detalle y complejidad se convirtió en una gran herramienta, ya que allí estaban las respuestas a todo lo que necesitaba saber. Gracias a Dios, hay un índice maravilloso al final del libro que te sirve para encontrarlo todo muy fácilmente. Y lo mismo ocurrió con las transcripciones de las audiencias de seguridad, por lo que pude contrarrestar todo el tiempo los diferentes puntos de vista. Así llegué a tener un primer boceto, y cuando empecé a reescribirlo, tomé todo lo que estaba en esa primera versión como si hubiera sido todo inventado. Es que esa es la única manera de que, como guionista, se convierte en algo tuyo.
En la película se muestra quién es Oppenheimer y qué es lo que se ve forzado a hacer, un tema recurrerente en su filmografía. ¿Qué es lo que le atrae de esta dicotomía?
Creo que me siento atraído por personajes con los que la audiencia se puede identificar, particularmente si están lejos de ser perfectos. Me sentía muy cómodo en el mundo del cine de acción porque trabajé con Batman, que era un personaje que me interesaba más que los otros superhéroes porque es un ser humano que tiene muchos conflictos. Mi fascinación con Oppenheimer pasa por que su discurso público no coincidía necesariamente con su comportamiento práctico. Una cosa es lo que decía y otra lo que hacía. Por ejemplo, nunca se disculpó por los sentimientos que le generaba el uso de la bomba atómica. Nunca intentó justificarse con excusas. Se hizo cargo de algo que él definía como un éxito en el plano técnico. Pero todo lo que hizo después de 1945 refleja que era alguien que cargaba con una buena dosis de culpa, una clara conciencia sobre lo que había provocado su invento y las formas en las que este había cambiado el mundo, no necesariamente para bien. Me pareció que era un protagonista muy poderoso para que fuera el eje de una historia cinematográfica.
El elenco que convocó es impresionante. ¿Cuán complejo fue encontrar a sus actores, no solo a sus protagonistas sino también a los que hacen papeles pequeños?
Fue un proceso muy interesante. A John Papsidera, mi director de reparto, le expliqué que necesitaba rostros únicos con una energía particular para todos estos papeles menores. La cantidad de gente involucrada en el proyecto Manhattan es parte de su importancia y lo que me pareció interesante sobre esta historia. Por eso yo quería mostrar esta amplia diversidad de rostros y personalidades. John ha sido mi director de reparto desde Memento. Él es simplemente el mejor en la industria y logró convocar a todo tipo de intérpretes jóvenes y estimulantes. El mérito de unir a un elenco asombroso en los papeles pequeños es puramente de él. John fue quien convenció a Jack Quaid para que interpretara a Richard Feynman. Y también contamos con un actor como David Krumholtz que es maravilloso en cada una de sus escenas. Para mí, como director, fue excepcional poder trabajar con todos ellos, porque además pudieron investigar sobre la gente real que interpretaron, ya que en definitiva esta es una historia verídica, y llegaron al set convertidos en verdaderos expertos en quienes les tocaba encarnar. Cada uno de ellos sabía más sobre quiénes habían sido estas personas que yo mismo. Eso hizo que fuera un verdadero placer trabajar con ellos. Y en las escenas en las que hay muchos científicos, como las reuniones del GAC que lidera Lewis Strauss, el personaje de Robert Downey jr., nos permitimos mucha improvisación. Pude decirle a este grupo que se atrevieran, que tuvieran una discusión, y así fue como Dane DeHaan se animó a traer un tema interpretando a Kenneth Nichols y Josh Hartnett hizo lo propio como Ernest Lawrence. Fue un verdadero privilegio el haber podido hacerlo...