Leila Guerriero: “Para tapar los gritos de las torturas sonaba ‘Si Adelita se fuera con otro’”

Novedad editorial

La periodista argentina recoge en su nuevo libro el testimonio de Silvia Labayru, ex militante montonera, secuestrada y torturada durante la última dictadura militar en Argentina

Entrevista a Leila Guerriero Editorial Anagrama

La autora Leila Guerriero en la editorial Anagrama en Barcelona 

Miquel Gonzalez / Shooting

El 14 de marzo de 1977, una llamada le devolvió la vida a Silvia Labayru cuando su familia la creía muerta. De las 5.000 personas que fueron secuestradas y torturadas en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la dictadura militar en Argentina, Labayru fue una de las 200 que sobrevivió. ¿Qué fue lo que la salvó? “No hay un motivo claro y en el fondo termina siendo la peor de las respuestas, es la arbitrariedad del terror”, responde la periodista Leila Guerriero a La Vanguardia.

En su nuevo libro, La llamada (Anagrama), Guerriero retrata con una precisión estremecedora la historia de la ex integrante de la agrupación peronista Montoneros. Humillada, violada y esclavizada por militares en uno de los centros de detención clandestino más grandes del país. Allí, bajo la música que intentaba encubrir los gritos de sus compañeros, parió a su primera hija, Vera.

A más de cuarenta años del horror, Guerriero hace hablar a Labayru, quien “relata, vestida con telas refinadas, el año y medio durante el que se vistió con ropa de mujeres muertas”.

¿Silvia ya leyó el libro?

Si, ya lo leyó en diciembre. Estaba muy conforme.

¿No había leído nada en el proceso?

No, nunca dejo que nadie lea nada. Si esa es la condición prefiero no hacerlo.

Cuenta en el libro que Silvia manifestó cierta desconfianza hacia usted en un momento. ¿Tuvo miedo de que se echara para atrás?

Solo sucedió esa vez, en una de nuestras primeras charlas. Había pasado un mes y medio de conversaciones, pero no temí. Ella nunca se mostró dubitativa.

“Uno puede contar los hechos pero lo que cuesta es relatar el afecto vinculado a los recuerdos”, expresa Silvia Labayru. ¿Lo notó al escuchar su relato?

Yo no la sentí fría, la sentí como era ella. Algunos tienen un preconcepto de cómo una persona que ha pasado por algo así tiene que contar su historia. Yo no lo tengo, o trato de no tenerlo. Intento no tener un prejuicio acerca de cómo el otro me debe contar su historia. No hay un deber ser en ese sentido. No existe una forma inequívoca de ser como escritor, como víctima, como persona. No estás escuchando a la persona y juzgándola. Estás escuchando a una persona que suena. Tu labor es escuchar ese sonido.

Intento no tener un prejuicio acerca de cómo el otro debería contarme su historia”

Leila Guerriero

Hay una mirada muy dura sobre los supervivientes como Silvia, considerados “traidores” que entregaron a sus compañeros para salvarse. ¿Hasta qué punto se puede juzgar lo que una persona hace para sobrevivir?

Uno puede imaginarse hasta cierto punto algunas cosas, pero nada en absoluto ni cercano a lo que es estar en una situación tan extrema como la que estuvo esta mujer. Sumado a las torturas y al parir a su hija sobre una mesa y tener que entregarla, estar en un cautiverio de duración indeterminada y la posibilidad de la muerte cada día. No hay un momento en el que se pueda sentir alivio. Para uno, que tuvo una vida tan distinta, es imposible establecer cualquier tipo de juicio acerca de cómo se comporta una persona en esa situación. Establecer un juicio moral acerca de lo que se pudo hacer y se debió hacer, a mí no me parece que pueda hacerse. De todas maneras, esa es mi visión, la de alguien que no pasó por esa situación. Entiendo que haya gente con familiares involucrados, desaparecidos y demás, que puedan tener otra postura.

Horizontal

Leila Guerriero en la editorial Anagrama en Barcelona 

Miquel Gonzalez

En un momento de la investigación descubre que los suegros de Silvia le ocultaron a su padre, Jorge Labayru, que ella estaba viva. Su acción jamás fue justificada. ¿Cómo fue confrontar esa situación?

Fue casi al final, yo ya estaba escribiendo el libro. Silvia se quedó un poco desorientada. Era un dato en el que yo no había reparado y ella no lo remarcó y es muy significativo que no lo hubiera hecho.

Pero ella lo sabía

Sí, claro que lo sabía, pero creo que estaba borrado de su registro. Era algo de lo que había decidido pasar página. La respuesta que me dio ella es “no se por qué no se lo dijeron”. Supongo que fue motivo de conflicto entre las familias. Son situaciones muy extremas. Habla también de la confusión, del horror y del miedo a abrir la boca en ese momento.

Fotografía de Hebe de Bonafini durante una protesta en 1988

Fotografía de Hebe de Bonafini durante una protesta en 1988

Ginnette Riquelme / AFP

Hebe de Bonafini, la ex presidenta de Madres de Plaza de Mayo, muere en medio de su investigación, justo cuando intenta contactar con ella, y las Madres se negaron a dar testimonio. ¿Fue algo que le quedó pendiente?

Nos escribimos muchas veces hasta que al final negaron la entrevista. Hebe no era la única persona que podía hablar. Me hubiera gustado hablar con ellas pero bueno, no fue posible. Digamos que la insistencia llega hasta un punto. Tenía la esperanza de que pudieran decirme algo.

Hay detalles que se repiten una y otra vez en diferentes momentos del libro. Por ejemplo, que para tapar los gritos de las torturas en la ESMA sonaba Si adelita se fuera con otro, por Nat King Cole.

Si. Hay una parte del discurso de Silvia que a mí me interesaba que quedara reflejado en el libro. Ella cuenta su historia, repasa y repasa las mismas cosas y, de alguna forma, no registra que ya te las ha dicho. Me parecía que eso tenía que quedar reflejado. Es un rasgo de personalidad destacable que alguien vuelva a repetir lo mismo como si nunca te lo hubiera contado.

Sus encuentros ya de por sí son reiterativos.

Sí, sí era muy extraño durante los primeros meses en los que no se podía hacer nada más que estar en su casa sentadas por la pandemia. El confinamiento en la Argentina fue muy estricto y duró muchos meses. Era muy raro contar con tan poco movimiento, en esta especie de rito, un poco de hámsters. Hasta que después empezamos a poder hacer cosas pero se retrasó bastante, hasta bien entrado el año 2022.

¿Se encontró con muchas contradicciones en los relatos de las personas que entrevistó?

No sé si muchas. Más que contradicciones te diría que lo que encontré fueron distintas visiones sobre las mismas cosas. Pero bueno, habían pasado 40 años. Además, todos la pasaron mal. Todos sufrieron. No hay persona en este libro que la haya pasado bien. La memoria es una máquina de editar malos momentos, la empiezas a regular con el paso del tiempo.

¿Cómo fue ir a la ESMA con Silvia?

Yo tenía una mirada muy de cámara grabadora todo el tiempo. La vi bien plantada y haciéndome una especie de Cicerone por todo ese lugar. Como periodista me resultaba todo interesantísimo, no estaba registrando qué me pasaba a mí. Registraba cómo estaba ella, tomaba apuntes de la luz que había, de cómo era el lugar, el sonido. Viendo su desconcierto. Ella se puso de pronto a buscar una escalera que ya no estaba, una puerta que ya no estaba. Decía, “pero cómo puede ser, si por acá nos subían en el trencito, con los grilletes y encapuchados”. Ella estaba más bien sorprendida. Parece que en los últimos tiempos el sitio había cambiado bastante. Estaba como, no sé, más cuidado, más pulido.

Ella creo que usa la palabra “desinfectado”.

Sí, ella dice eso. Al no estar las huellas de los colchones, el amontonamiento, el hacinamiento humano. Las ventanas ya no están tapiadas entonces entra la luz del día, cosa que no pasaba cuando estaba ella. Bueno, yo podría decir que fue una visita muy interesante desde el punto de vista periodístico. Todo lo que ella hacía y decía me parecía súper relevante.

Actualidad política

Que el 56% de la gente haya votado a Milei y a Villarruel a pesar de ser negacionistas me parece muy alarmante

El libro llega en un momento particular en la historia política argentina. Se cumplieron 40 años de democracia y a la vez se eligió a una vicepresidenta negacionista que propuso desarmar el Museo de la Memoria de la ESMA para crear un predio de “disfrute para todos los argentinos”.

A mí me parece horroroso y muy alarmante. No solo que esas ideas estén circulando desde un lugar de poder como es el de la presidencia y la vicepresidencia, sino que además aparentemente tengan cierto respaldo social. Yo no creo que el 56% de la gente haya votado a Milei y a Villarruel porque sean negacionistas, pero que los hayan votado a pesar de eso a mí me parece muy alarmante. No solo lo de la ESMA, hay otras ideas muy horrorosas también dando vueltas. Pero transformar un lugar por el que pasaron 5.000 personas, sobrevivieron 200 en “un lugar de disfrute para todos los argentinos”... ¿Qué van a hacer allí? ¿asados? ¿Van a poner globos? ¿castillos inflables? A mí me parece un horror. De todas maneras tengo mucha fe en que este tipo de cosas no van a pasar. El trabajo que se hizo con la memoria en la Argentina es un trabajo muy fuerte que lleva 40 años, casi desde los juicios a las juntas para acá, y me parece que eso no se va a permitir de ninguna manera.

Lee también

Milei contra la indústria editorial

Camila beraldi
People demonstrate during a protest against austerity measures proposed by President Javier Milei's administration that include defunding cultural programs, in Buenos Aires, Argentina, Wednesday, Jan. 10, 2024. (AP Photo/Natacha Pisarenko)

¿Su libro viene a aportar memoria en un momento necesario?

Yo no podría arrogarme el hecho de decir ‘mi libro va a..’ pero digamos, en un momento en el que se está tratando de tapar todo eso, reflotar una conversación en relación con los años aquellos no me parece que esté mal. La película Argentina, 1985 el año pasado generó una enorme cantidad de interés, se vio muchísimo, la vieron muchísimos jóvenes. Uno después se pregunta cómo puede ser que en el mismo país al año siguiente gane un presidente de esta ideología.

La arbitrariedad del terror

“No hay manera de saber por qué estas mentes enloquecidas y deformes liberaron a algunos y masacraron a casi todo el resto”

El general Jorge Rafael Videla en una imagen de 1978, cuando presidía la Junta Militar argentina

El general Jorge Rafael Videla en una imagen de 1978, cuando presidía la Junta Militar argentina

Propias

Después de su análisis exhaustivo sobre la historia de Silvia,  ¿encuentra alguna explicación de por qué ella se salvó? ¿Fue por el embarazo? ¿Por ser hija de un militar? ¿Por pura casualidad?

No se puede saber eso y el no poder saberlo es una de las cosas más perversas de los militares. Más allá de todas las perversiones que hicieron. Es la arbitrariedad del terror. No sabes si te van a matar, si te salvaste o si te dejaron libre un día. No sabes qué fue. Todas estas cosas pueden confluir o puede que no sea por ninguna de ellas. Puede ser por capricho o por seguir jugando con la vida de un ser humano. A Silvia y a mucha gente la seguían controlando una vez liberada. El Tigre Acosta (el militar que la torturó) se apareció en su casa de Madrid. No hay un motivo claro y en el fondo termina siendo la peor de las respuestas: "no se porque estoy viva". Uno puede hacer análisis pero en el fondo es algo completamente arbitrario. Una vez que usaron todo lo que podían usar de ella, ¿por qué no le pegaron un tiro? No hay manera de saber por qué estas mentes enloquecidas y deformes decidieron liberar a algunos y masacrar a casi todos los demás.

¿Es una pregunta que ella se hace?

No, no tanto. Silvia tiene otros temas sobre los que vuelve y reflexiona. Pero esa pregunta no está tan instalada en ella.

En el momento de abordar las torturas y violaciones, ¿hasta dónde decidió profundizar en ese aspecto tan delicado de su historia?

Lo de las torturas lo hablamos mucho hasta que un día finalmente me contó todo con mucho detalle. Yo creo que más bien es una cosa de sentido común. Ella me cuenta cómo le recorrieron todo el cuerpo con una picana eléctrica. Que le destrozaron los pezones, etcétera. Creo que es un poco de sentido común y de tener registro todo el tiempo que estás con una persona, no con una máquina, por más que ella tiene mucha templanza y entereza. Tengo límites de lo que puedo hacer en el nombre del ejercicio de mi profesión y eso no es cualquier cosa.

¿Qué sintió al terminar el libro?

Siempre cuando terminas de escribir sientes alivio y después se viene un vacío importante. Cuando estás tanto tiempo con tu cabeza y tu agenda ocupada por una cosa así surge una especie de vacío. Siempre me pasa, con todos los libros.

¿No piensa hacer ficción?

No, no está en mis planes. No tengo esa vocación. Cuando empecé a escribir, escribía decenas de cuentos. Empecé escribiendo ficción hasta los 21 o 22 años. Luego comencé a ser periodista y ya nunca más volví a eso. Cuando vi que en la realidad te podías meter en la vida de tanta gente y preguntar y hurgar y curiosear… se ve que el camino de mi curiosidad es infinito y encontró ahí una veta.

Lee también
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...