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¿Hay novelas de no ficción?

Màrius Serra Escritor y enigmista

Iñaki Rubio acaba de publicar Pau de Gósol (Comanegra), una novela de no ficción que el editor, temiendo tal vez que algún lector la confunda con una biografía de Pau Gasol, ha completado con el subtítulo “Picasso al Pirineu” y el rostro de un joven Picasso dibujado por el ilustrador Jaume Tenes. Rubio novela con vigor la provechosa estancia del artista en esta villa del oeste del macizo del Pedraforca. Un Picasso de veinticuatro años pasó allí el verano de 1906 con Fernande Olivier, su primera pareja. Huía de París. Se había encallado en una cara es una cara es una cara mientras intentaba retratar a Gertrude Stein. En Gósol desembrolló la madeja que le mantenía atado al figurativismo. La luz penetró en su mente y deshizo el lío. Contribuyeron a ello el románico catalán, visto in situ, la vida sencilla de la villa bergadana y la madera de boj. Picasso atacó un tronco con un cuchillo que conservaba de su estancia en Horta de Sant Joan, más divulgada que la de Gósol, y esculpió una Fernande angulosa. La multitud de dibujos de ese verano presagian el cambio que adoptará el estilo de Picasso cuando vuelva a París, ejemplificado, el marzo de 1907, por Les demoiselles d’Avignon . Rubio toma como hoja de ruta narrativa el bloc de notas de la estancia —conocida como el Carnet catalán (12.5 x 8 cm, hoy en el Museu Picasso)— y novela aquel verano tan transcendente para la historia del arte. También se pregunta quién fue Herminia, la mujer a quien retrató diecisiete veces.

Gósol, que hoy cuenta con menos de la mitad de habitantes que en 1906, es una cápsula del tiempo

En el plano artístico la novela parte de estudios como los de Jèssica Jaques Pi, picassiana residente en Gósol. El rastreo de la correspondencia permite subrayar la autotraducción del nombre que transforma a Pablo en Pau (de Gósol). Pero el novelista andorrano explora los escenarios como un arqueólogo de emociones, aprovechando que el dormitorio de Cal Tampanada donde se alojó la pareja está igual que ciento diecisiete años atrás, y de hecho el hostal lleva cerrado casi medio siglo. Gósol, que hoy cuenta con menos de la mitad de habitantes que en 1906, actúa de cápsula del tiempo y la dificultad de transformar una personalidad en personaje de ficción queda matizada por el anonimato del Picasso joven justo antes de explotar, un pre Picasso que ya apunta maneras, también en sus relaciones tóxicas con las mujeres. Rubio podría haber hecho un reportaje novelado, y no se priva de escribir desde el presente, pero opta por lanzarse a la piscina de la no ficción con neopreno de novelista y le sale una novela directa, proteica y feliz que transforma en materia narrativa la sala de espera de uno de los momentos decisivos del arte contemporáneo. Siempre resulta difícil establecer una definición de novela, pero lo que parece incuestionable es que la novela es un ser muy reticente a morir.