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Pablo Picasso, una amenaza nacional

Ensayo

Annie Cohen-Solal retrata en ‘Un extranjero llamado Picasso’ la difícil relación del genio con Francia, investigaciones y fichas policiales incluidas

Recibo oficial de la petición del documento de identificación de extranjero de Picasso, 1935 

Archivos de la Prefectura Policial de París

Desde hace décadas Francia ha adoptado a Picasso, convirtiéndolo en hijo pródigo. Pero buena parte de su vida no lo vio para nada así. Más bien al contrario. El malagueño llegó a París por primera vez en octubre del 1900, donde pronto se instalaría, y finalmente lo haría en el sur, muriendo en Mougins en 1973. Pero durante décadas ni la policía política ni la academia artística ni los estamentos oficiales –el Louvre rechazó en 1929 la donación de Las señoritas de Aviñón por el coleccionista Jacques Doucet y hoy está en el MoMA, que apreció al genio tempranamente– le tuvieron ninguna simpatía. Era un extranjero, un foráneo que llegó en un momento en el que, tras el caso Dreyfus, y el asesinato del presidente Sadi Carnot en 1894 por un anarquista italiano, Francia estaba enloquecida contra el emigrante.

El primer informe policial sobre Picasso, con fecha 18 de junio de 1901 

Archivos de la Prefectura de Policía de París)

Considerado anarquista por su relación con los núcleos catalanes que le acogieron a su llegada a la capital francesa, sería fichado y largamente investigado. Una ficha, la 74.664, con un centenar de hojas amarillentas que la socióloga Annie Cohen-Solal desenterró en la Prefectura de Policía de París, supura, remarca, xenofobia y desconfianza y resulta demoledora cuando ¡en 1940! se le deniega la nacionalidad francesa: “Este extranjero no amerita nada para obtener la naturalización; por otra parte, debe ser considerado altamente sospechoso desde el punto de vista nacional”.

“Tiene miedo a ser asesinado como Lorca y creo que por eso pide nacionalidad francesa, que le denegarán”

Ahora Cohen-Solal publica en España Un extranjero llamado Picasso (Paidós), premio Fémina de Ensayo, en el que narra la complicada relación del autor del Guernica con Francia y traza una significativa historia de la relación del país vecino con lo extranjero. La autora, que ya había escrito una biografía de Sartre y tenía “suficientes monumentos”, no quería escribir de Picasso. Pero en la inauguración en el 2014 del Museo de la Historia de la Inmigración en París, “con una historia terrible, abierto en 1931 como Museo de las Colonias”, le dijo al responsable de investigación del centro que un día “tenían que hablar de un inmigrante principal que nunca se convirtió en francés, Picasso”. Lo acabaría haciendo ella.

Informe de Émile Chevalier rechazando la solicitud de naturalización de Picasso, 25 de mayo de 1940 

Archivos de la Prefectura de Policía de París

Primero buscó las cartas con la familia “donde encuentras cómo se siente un inmigrante”. “Su madre, María, le escribe dos y tres veces por semana hasta su muerte en 1938 y le dice que le quiere, nunca le olvida y que es el mejor. ¿No es así como creas a un genio? Luego fui a la Prefectura de Policía. Su ficha era inaguantable, escandalosa, parecía un criminal. Estuvo en una situación difícil hasta 1944. En ese momento Francia era un país muy xenófobo, especialmente contra la gente del sur. Y es extraordinario porque el que escribe el primer informe contra Picasso lo hace por buenas razones: su nombre está en los periódicos y dicen que es el hombre del futuro, un gran artista a los 19 años", recuerda Cohen-Solal. 

Pero, destaca, "los que le habían acogido en París eran catalanes anarquistas y resultó una trampa para él. Así su primer informe dirá: ‘No habla nuestro idioma. Recibe periódicos en lengua que no entiendo. Pinta a mujeres que piden dinero a burguesas que no se lo dan. La portera dice que llega tarde a casa. Vive con un hombre supuestamente anarquista. Por lo tanto, es una amenaza para el Estado francés. A partir de ahí, cada vez que hay una noticia en un diario hay un informe. Dicen: ¿Cómo es posible que este extranjero gane tanto dinero y se compre un castillo? ¡Un extranjero! Tenían celos”.

Y recuerda que a otro extranjero, su marchante, Kahnweiler, le expropian todos los cuadros al estallar la Primera Guerra Mundial por alemán. Entre ellos, “700 del periodo más heroico de Picasso, subastados tras la guerra: él se siente destrozado, amputado”. “Tras la confiscación, no tiene estatus en Francia y busca un nicho, alguien con quien trabajar, y el primero es Diaghilev para sus Ballets rusos. Por eso va en esa dirección. Luego frecuenta a Étienne de Beaumont cuando tras la guerra la aristocracia vuelve a escena. Y luego conoce a surrealistas como Dalí y Miró y una generación joven que lo ve como su héroe. Y gira al surrealismo. Yo explico la evolución de su estilo por la evolución de su estatus en la sociedad francesa”, razona.

Picasso frente a una imagen de Stalin en 1949 en Roma 

AFP

Un estatus que se complicará con el arte degenerado nazi y la Guerra Civil española: “Tiene tanto miedo a ser asesinado como Lorca, por ser muy visible, que creo que por eso pide la nacionalidad francesa, para ser protegido. No es que quiera ser francés, sino no ser asesinado por franquistas”. Pero un inspector adjunto de la Prefectura, Émile Chevalier, “pintor mediocre y petenista”, dice, se la denegará. Y frente a poderes con los que no encaja, “decidirá para hacerse visible afiliarse al Partido Comunista en 1944 en un momento de gran visibilidad por su resistencia a los nazis. Les dará dinero pero a la vez hará un retrato donde se ve ridículo a Stalin, dirá lo que quiere decir”. Una afiliación en plena guerra fría, en el país que le había ensalzado el FBI de Hoover abra su propia ficha, 187 páginas, dossier 100-337396 con las etiquetas Security matter-C –por comunista– y subversive , que lo retrata como “amenaza a la seguridad nacional de EE.UU.”.