Luz y sonido, fiesta y relax se unieron en la primera jornada del Sónar, que abrió ayer jueves las puertas, más tarde que de costumbre y con el escenario principal, el SonarVillage, completamente cubierto, precauciones para que los primeros visitantes no acabaran fundidos por el calor que picaba por la tarde, durante el arranque del acontecimiento que acogerá 250 actuaciones en tres días.
Fue Sergi Botella, productor egarense, el encargado de inaugurar esta 30.ª edición haciendo uso de sus vinilos en el caluroso inicio de una jornada donde los espectáculos audiovisuales tuvieron su cuota de protagonismo con las propuestas de Nosaj Thing, Kode9 y Oneohtrix Point Never. Aunque la guinda del pastel la puso Black Coffee, el dj sudafricano bien conocido en las noches de Ibiza, que cerró la jornada poniendo a bailar a todos los asistentes. El dj, que pincha solo con el brazo derecho (un atropello intencionado le redujo la movilidad del izquierdo), ofreció sus bailables ritmos de deep house que mezcla con amapiano y otros ritmos africanos. Mezclas que lo han convertido en uno de los artistas más reclamados del panorama, que ha colaborado con nombres como Usher, Pharrell Williams o David Guetta, y sobre todo ha hecho bailar a quien tiene delante, como el abarrotado Village pudo comprobar la pasada noche.
Los espectáculos audiovisuales fueron protagonistas en una jornada con gran presencia femenina
Antes de este cierre triunfal se pudieron escuchar en el recinto de Montjuïc sonoridades para todos los gustos, como la afrocaribeña de Chica Acosta, cumbia y reguetón que también trabaja la inglesa Manuka Honey para demostrar que lo latino también está en los clubs. Mientras, en el SonarHall, la barcelonesa Kyne mezclaba R&B y trap con su voz, en la que también cabía el autotune.
Para proseguir con la presencia femenina aterrizó el trío Kitty110, LaBlackie y L’Beel, tres mujeres, tres carácteres distintos que se alternaban sobre el escenario para interpretar historias callejeras pospandémicas a golpe de rap, drill y dancehall.
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Tras el baile hubo espacio para la experimentación de la mano de Marina Herlop, cantante, compositora y productora formada en la música clásica que ha optado por la electrónica. Llega al Sónar con Pripyat, tercer álbum de la catalana, donde utiliza un idioma inventado al igual que Sigur Rós. Producido por Pan, sello de la venezolana Arca, su sonido ha sido comparado al de Björk. La de Piera apareció en el escenario acompañada de las Tarta Relena, un trío de flautistas y un percusionista, y luciendo unas vistosas coletas postizas para mostrar su música onírica e introspectiva ante la curiosidad del SonarHall.
En el mismo espacio –y con gran expectación– fue donde Daniel Lopatin, conocido como Oneohtrix Point Never, presentó Rebuilds, un espectáculo audiovisual donde las imágenes se derriten entre haces de luz al ritmo de una música sintetizada que transforma sus texturas en un viaje por todas las emociones que dejó sorprendido a más de uno, deseoso de bailar más y contemplar menos. Una propuesta muy distante a la de Tohji, el rapero nipón que tras una larga intro a cargo de su dj satisfizo al público con su rítmica amalgama de estilos, aliñada con música de videojuegos.
Actuación de Black Coffee
Para seguir investigando había que apretujarse en el Stage+D, lleno a rebosar, donde el estadounidense Nosaj Thing presentó su nuevo trabajo, Continua, con el tono elegante que lo ha hecho famoso en Los Ángeles, y que presentó en un espectáculo audiovisual en colaboración con el japonés Daito Manabe. Ritmos suaves y envolventes acompañados por imágenes que invitan a la calma. Emociones opuestas a la ruptura que propone Kode9 en Escapology, con el que el escocés abdujo al público del auditorio (el Complex +D) con una epopeya audiovisual de sonido cerebral y disruptivo, en ocasiones cacofónico, en que relataba la separación de Escocia de Inglaterra para partir en busca de las estrellas.
Los asistentes disfrutaron de la primera jornada del Sónar
Pasaban las nueve y el césped del Village bullía con Charlotte Adigéry & Bolis Pupul, dúo belga que, vestido de fiesta, puso a bailar a todo el público con su alegre electropop a ritmo de house y tecno mientras un público no muy numeroso atendía a la voz aterciopelada de la danesa Erika de Casier, un nombre femenino más para dar paso a Black Coffee y, con él, la alegría de bailar sin importarte quién tienes al lado.
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