Quién no teme a la inteligencia artificial

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Quién no teme a la inteligencia artificial

La gente dedica demasiado tiempo a pensar en el cambio climático y muy poco en la inteligencia artificial (IA)”. Esta advertencia formulada hace una década por el visionario inversor Peter Thiel puede estar perdiendo vigencia, y no porque se hayan rebajado en un solo grado las proyecciones del calentamiento global. El motivo es que la irrupción del ChatGPT de OpenAI, incluso estando en una fase embrionaria de desarrollo, ha activado no pocas alarmas. Se extiende el temor a los posibles efectos indeseados de esta revolución en ciernes.

Uno de los ámbitos donde se contempla con más recelo este cambio de paradigma es el de la cultura. El primer motivo, obvio, es que se trata de un sector que está ya muy debilitado. 

La sospecha de que la pandemia y las sucesivas crisis económicas han agudizado el pesimismo y la falta de autoestima de los trabajadores y trabajadoras de la cultura la confirma el reciente estudio de la Fundación La Caixa sobre las condiciones laborales en el sector, elaborado por las profesoras Victoria Ateca y Anna Villarroya.

La dictadura de los algoritmos pone en alerta a un sector cultural más que precarizado

Pero hay más. No se trata solo de que su salario esté claramente por debajo de la media, que puedan desconectar menos fuera del horario laboral o que su situación sea más irregular que la de otros, sino de la confirmación de cierta sensación de fatalismo. Según el estudio, solo un 5% de los profesionales de la cultura consideran que la sociedad percibe su trabajo como esencial.

Muchos de los consultados asumen que el conjunto de la ciudadanía los ve como un reducto de egocéntricos, bohemios o adictos a la subvención.

En definitiva, el subidón vivido durante la pandemia ha durado poco: solo un 18% considera que ha mejorado la percepción que se tiene sobre su actividad cultural. Indispensables en su día, como lo fueron la mascarilla o el gel hidroalcohólico, los músicos de balcón serían hoy el recuerdo que todos prefieren olvidar.

Ballet de Catalunya al Liceu - foto: Montse Giralt

La inteligencia artificial, condescendiente, admite que la danza tiene, tal vez, futuro 

Montse Giralt / ARCHIVO

Y en estas se cuela en nuestros dispositivos informáticos el ChatGPT de Open AI, un desarrollo que intensifica viejos temores y engendra otros nuevos. En realidad, la inquietud que provocan los flamantes ejemplos de inteligencia artificial creativa tienen que ver con una sensación presente en el estudio de la Fundación La Caixa: la desconfianza por parte de los creadores de la capacidad de las audiencias de apreciar en su justa medida el hecho artístico espontáneo y concebido desde la emoción.

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Fotos recurso de montage de escenarios en el teatro, con tecnicos, cajas, backstage, etc. en el. Goya de Barcelona, 3 de Febrero de 2023. Joan Mateu Parra / Shooting

Porque la comodidad y la fascinación por lo automático y lo inmediato ha rebajado –en muchos ámbitos– el nivel de exigencia de los productos culturales que consumimos, ya sean canciones, películas, artículos de prensa o novelas.

Se trata de la seducción de la magia de la computación a la que alude Ed Finn en La búsqueda del algoritmo. Imaginación en la era de la informática (Alpha Decay), cuando sostiene que si se nos ofrece un producto “perfecto para un momento determinado” aceptamos de buen grado su imperfección.

Manifestaciones de la inteligencia artificial como la de OpenAI y otros proveedores inducen a pensar que algunas tendencias ya manifiestas evolucionarán a peor. Desde la voladura descontrolada de los derechos de autor hasta la consolidación de las burbujas ideológicas que edifican los algoritmos.

En lo que respecta a los empleos culturales, cabe esperar al menos que no decaiga la atracción por lo presencial, ya sean la música en vivo, el teatro o las presentaciones de libros de escritores con dotes actorales y facilidad de palabra. La propia IA, condescendiente, prevé un cierto futuro para manifestaciones tan esenciales como la danza.

Lo admite, casi a regañadientes, ChatGPT: “Aunque la tecnología puede imitar movimientos y coreografías, es difícil que logre replicar la sensibilidad, el estilo y la presencia escénica únicos de cada bailarín. Por lo tanto, es probable que la danza siga siendo un arte en el que la humanidad juegue un papel importante y fundamental”.

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