Loading...

La descolonización de los museos españoles desata una guerra cultural

La revisión de la visión occidental

El debate sobre la restitución de obras a sus países de  origen,  un proceso que comenzó en España con el "negro de Banyoles', incendia la política

Análisis | Un tesoro incómodo en Barcelona, por Miquel Molina

Bronce de Benín.Una de las piezas que reclama Nigeria, actualmente en la sala de África del Museu de Cultures del Món )

Miquel González / Shooting

El 29 de octubre de 1991 Alphonse Arcelin, médico de origen haitiano que vive en Cambrils, envía una carta al alcalde de Banyoles: le pide retirar de las salas del Museu Darder el cadáver disecado de un bechuana. Será conocido como el “negro de Banyoles”. Fue el inicio de una campaña con eco en todo el mundo, y en la que intervendría hasta la Unesco, para repatriar los restos de un cadáver robado de la tumba por unos taxidermistas franceses. La campaña de Arcelin fue, en retrospectiva, el disparo de salida en España de un proceso que se extiende hoy por todos los museos occidentales: la descolonización de sus discursos, de su manera de explicar la historia, y la restitución de obras a sus países de origen.

El debate en España no sólo llega tarde sino que está provocando un auténtico incendio en el Ministerio de Cultura de Miquel Iceta después de que el director del Museo Nacional de Antropología, Fernando Sáez, anunciara el 27 de octubre en unas jornadas en Sevilla que se iba a poner en marcha un grupo de trabajo para la descolonización de las colecciones. La declaración se ha convertido en munición para una guerra cultural contra el Gobierno. “¿Alguien no ve que hasta los grandes Museos Nacionales, que hacen de España una potencia cultural en el mundo, les estorban?”, arremetió Isabel Díaz Ayuso.

Cadáver disecado de un bechuana, conocido como "el negro de Banyoles", que se exhibía en las salas del Museu Darder 

Pere Durán/Efe

Sin embargo, el proceso de cambio de discurso de los museos de todo Occidente sobre lo que supuso el imperialismo y la colonización de África, Asia y América, y por supuesto el esclavismo, es en estos momentos arrollador. Esta semana el Museo Horniman de Londres restituía a Nigeria la propiedad de 72 obras, entre las que figuran numerosos bronces procedentes del saqueo británico del próspero reino de Benín –hoy territorio nigeriano– en 1897. Unos bronces de los que el máximo poseedor es el Museo Británico, que como máximo exponente del último gran imperio colonial se enfrenta a reclamaciones de todo tipo: desde los mármoles del Partenón –esta misma semana se ha producido una reunión secreta– a la piedra Rosetta. Alemania también ha retornado dos bronces de Benín a Nigeria y ha acordado la restitución de mil piezas más. Pero no ha retornado el busto de Nefertiti: cree que fue obtenido correctamente, aunque Egipto asegura que se logró con subterfugios. Por su parte, Francia ha retornado piezas que saqueó en 1892 del palacio real del reino de Dahomey al actual Benín, donde contribuirá además a construir el nuevo museo de Abomey.

Lee también

Las reclamaciones del arte expoliado sacuden a los grandes museos

RAFAEL RAMOS / TERESA SESÉ / MARÍA-PAZ LÓPEZ​Londres / Barcelona /Berlín 

Pero no se trata sólo de restituciones. Los museos han cambiado sus discursos y recontextualizan los objetos expuestos. “En el Humboldt Forum de Berlín no sólo han restituido cosas que legalmente habían sido elementos de rapiña, sino que han instalado cartelas enormes donde explican que la obra se consiguió en el XIX a consecuencia de una guerra donde las tropas alemanas mataron a mucha gente, un ejercicio de honestidad importante”, recuerda Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, que cree que España va tarde y que “en otros países se hace el debate con más calma y es de carácter histórico, de producción de conocimiento con dimensión política, y no al revés”.

El Ministerio de Cultura ha reaccionado instaurando un muro de silencio en los museos afectados

La gestora cultural Manuela Villa, secretaria de Cultura del PSOE, también cree que España va rezagada: “Cuando estalló la polémica del negro de Banyoles se normalizaba tener un señor disecado mostrándose al mundo. Hoy se entiende muy bien la devolución, porque es un caso muy extremo, pero la descolonización tiene que ver con eso, con cambiar las narrativas de los museos, que vienen siempre de la versión del que ganó la conquista”. En ese sentido cree que en España “no se ha abierto el melón de la colonización y lo que supuso”, acaso porque quienes lo suelen abrir en cada país son “personas con sensibilidades migrantes y aquí es ahora cuando está empezando la segunda generación migrante, gente que viene de otros países pero con DNI español, somos españoles y nos sentimos con capacidad para abrir estos debates”.

Pintura de castas de Ignacio María Barreda que formó parte de la exposición ‘Tornaviaje’ del Museo del Prado

JB

Sin duda España, que tiene desde 2017 la reclamación de Colombia del tesoro de Quimbaya, expuesto en el Museo de América, no podía permanecer fuera del cambio de época, pero ante la polémica por las declaraciones del director del museo de Antropología el Ministerio de Cultura ha reaccionado instaurando un muro de silencio en los museos afectados, ha negado la existencia de una comisión y sobre todo evita la palabra descolonización, porque como señala el director general de Bellas Artes, Isaac Sastre, “lo importante son los contenidos y las acciones, que los museos sean espacio de debate. Eso no es ir contra nadie. Hay partes de la sociedad que históricamente no han sido escuchadas. Es necesario trabajar con las comunidades, que formen parte de los discursos, la riqueza y diversidad histórica y cultural que tenemos debe ser un activo. Lo que sorprende es que sorprenda a alguien que esto se haga”. Y asegura que se van dando pasos. 

“En el Museo de América hasta hace unos meses había una sala de la migración africana. Hoy llamar migración africana hasta el XIX a lo que fue un sistema esclavista en el que muchas personas perdieron la vida no tiene sentido. Hay que renovar el discurso”. Justamente la comisaria de arte Andrea Pacheco cree que “un desafío muy estimulante sería empezar por el Museo de América. Trabajar, por ejemplo, con las pinturas de castas. Crear un grupo de estudio transdisciplinar que aborde esa clasificación racial sería un auténtico avance en la materia”. Unos cuadros que clasifican a los hijos de uniones de gente de diferentes etnias: de español e indio nace mestizo o cholo, de español y mestizo, nace castizo o cuarterón, de castizo y española, criollo.

Hasta hace solo unos meses en el Museo de América a la esclavitud se la llamaba “migración africana”

El director del Museo de Antropología explicó en la reunión de Sevilla que la sala de los orígenes del museo “en la que seguía habiendo cuerpos cosificados y racializados ya no existe”, que está haciendo participar a diferentes comunidades en el discurso del museo, que incluso quiere cambiarle el nombre y que ya no muestra las momias de Atacama ni a los investigadores. Aun así, desde el Ministerio no contempla la restitución de piezas. “Si se supiera que un bien ha sido expoliado o ilícitamente importado lo retiraríamos. Pero para el resto, debemos diferenciar la restitución moral de acontecimientos que no debieron suceder y lo que legalmente pueda ser un caso de devolución”, precisa Sastre. “Es un recorrido judicial, y quien quiera reclamar la titularidad debe aportar documentación, es lo más justo”.

Para Manolo Borja, llegado el caso de la restitución “está la cuestión de a quién se le restituye. Si un museo alemán envía piezas a Nigeria pero allí se reproduce la misma estructura que en el museo alemán no hemos cambiado nada. Hay muchos pueblos originarios que piden no sólo la restitución del objeto sino de su uso . Un artista tupinamba tenía unas capas de plumas bellísimas que están en Dinamarca y su prioridad era no tanto que la obra pasase al museo de arte de Sao Paulo sino que volviese a tener un carácter curativo, y decía que casi prefería en ese sentido que se quedara en Europa ‘porque los europeos están muy enfermos’”.

Lee también

¿Y si fue un esclavo quien dio la primera vuelta al mundo?

Justo Barranco

Desde el Reina Sofía hace mucho que se trabaja en términos de descolonización. Como con la instalación del artista filipino Kidlat Tahimik en el Palacio de Cristal, donde a finales del XIX se exhibieron sus antepasados. Porque aunque hoy resulta difícil de imaginar, en 1887, la Exposición General de Filipinas, auspiciada por el ministro de Ultramar, el catalán Víctor Balaguer, exhibió en el parque del Retiro de Madrid un zoo humano formado por cuarenta personas de diferentes grupos étnicos de las islas asiáticas (igorrotes, tinguianes, negritos, carolinos, chamorros, bisayas… ), muchos caracterizados con lanzas y taparrabos. Había también plantas, animales (una pitón, dos carabaos, una grulla...) y multitud de objetos que nunca regresaron a su país de origen. La mayoría fueron al Museo Nacional de Antropología y a la Biblioteca Museu Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú.

Imagen de la exposición de Filipinas celebrada en el parque del Retiro, en 1887

MNA

Un conjunto de aquellas piezas coloniales ingresó en el antiguo Etnològic i Colonial de Montjuïc, hoy fusionado con el Museu de les Cultures del Món. El centro de la calle Montcada abrió en 2015, cuando los museos etnológicos empiezan a hacer examen de conciencia. Los expertos se llevaron las manos a la cabeza ante lo que consideraban un proyecto personalista del entonces responsable de museos municipales, Josep Lluís Alay: lo percibían como anacrónico, sin más ambición intelectual que llenar el vacío que había dejado en los palacios Llió y Nadal la marcha de las colecciones de Arte Precolombino Barbier-Mueller y la captura de turistas de paso al vecino Museu Picasso. “Es verdad que se crea en un momento en que los museos etnológicos están siendo más que cuestionados y se replantean su misión. Desde esta perspectiva tienes dos formas de actuar: cerrar este museo, aunque eso no te va a evitar tener que cuidar unas colecciones brutales de 80.000 objetos, o transformarlo y dotarlo de un discurso crítico con relación a lo que expone”, apunta su director Carles Vicente.

“Todos los objetos que tenemos los podemos devolver, no sé exactamente a quién, pero podríamos hacerlo", afirma el director del Museu de les Cultures del Món

El Museu Etnològic i de Cultures del Món incluye piezas de colecciones particulares como la Fundació Folch, formada por 2.000 objetos de África, Asia, América y Oceania, o la del escultor Eudald Serra. “El 90% no es producto del expolio colonial. Muy pocas piezas han venido directamente del protectorado de Marruecos o de las antiguas colonias de Guinea o Filipinas. La mayoría son producto de compras y tenemos los libros de viaje, la documentación gráfica, las facturas”. “Todos los objetos que tenemos los podemos devolver, no sé exactamente a quién, pero podríamos hacerlo. Pero no sería por haberlos usurpado a partir de una estructura colonial como sucede en Francia, Bélgica o Inglaterra”.

Una de las salas del Museu de Cultures del Món inaugurado en 2015

Miquel Gonzalez

Pero aunque las piezas fueran compradas con consentimiento, una cosa es la legalidad y otra la legitimidad. “Es obvio que en el origen de las colecciones está el dominio económico y cultural de Occidente sobre lo que llamamos el Tercer Mundo”, admite Vicente, para quien se ha de hacer un trabajo de introspección. Hasta su museo no ha llegado ninguna reclamación de restitución, pese a que en sus salas se exponen varias piezas procedentes del saqueo de Benín, entre ellos un bronce, por las que Nigeria batalla desde los años 60. Quien sí ha pedido información sobre su arte aborigen es el gobierno australiano, “sin que de momento se haya formulado ninguna reclamación”.

Si finalmente llegara, hay que analizar cada caso por separado, considera. “¿A quién se lo vas a devolver? En algunos casos crea una confusión con las comunidades de origen, a las que tenemos un poco idealizadas, y los Estados nacionales actuales, que son los que te las van a reclamar”. Descolonizarse, concluye, “es reconocer esas culturas que tienes representadas en el museo y con las que se identifican muchos de los ciudadanos que hoy viven en Barcelona, trabajar con esas comunidades y poner a su disposición los objetos”. Compartir con ellos el poder para que expliquen sus historias”.

Desde la Biblioteca Museu Víctor Balaguer, que custodia buena parte de las piezas filipinas que trajo su fundador, su directora Mireia Rosich admite que se ha de impulsar una investigación sobre la gestación de la colección, que nace de la voluntad de mostrar la cultura de la colonia por parte de un ministro de Ultramar. “Hoy está claro no tenemos la misma visión que en el siglo XIX, y la obligación es reformular el relato ofreciendo el máximo de información al visitante”.