Hace justo ahora treinta años Madonna publicaba Sex, libro de alto voltaje sexual -acompañaba en lanzamiento de su disco Erotica- en el que la cantante daba su visión sobre el sexo. Apenas había texto ("El sexo no es amor. El amor no es sexo. Pero lo mejor de ambos mundos surge en el instante en que se encuentran”), pero incluía una poderosa colección de fotos en el que exponía su cuerpo desnudo en poses excitantes junto a "hombres besando a otros hombres, mujeres besando a mujeres y yo misma besando a todo el mundo", como ella misma recordaba estos días en su cuenta de Instagram. El autor de aquellas imágenes era Steven Meisel (Nueva York, 1954), fotógrafo estrella que ya había firmado la portada de su Like a Virgin y que compartía con la reina del pop un mismo gusto por la provocación.
"Mi estilo es un poco escandaloso, un poco loco o enfermizo cuando se me permite hacer lo que quiero", confesó en una ocasión Meisel, para quien aquel trabajo no solo le reportaron ingresos millonarios en su cuenta corriente -vendió un millón y medio de ejemplares- sino también "una apertura de mente que le permitiría a partir de entonces trabajar con una libertad absoluta", señala Jimmy Moffat, su asistente durante cuarenta años, la más cercana a un Meisel que nunca ha querido prodigarse en los medios y aún hoy, a sus 68 años, continúa agazapado detrás de los focos. Ha sido Moffatt quien ha viajado a Coruña para presentar Steven Meisel 1993. A Year in Photographs , la exposición que puede verse hasta el 1 de mayo en la antigua nave portuaria del Muelle de la Batería coruñesa que Marta Ortega hizo reformar con motivo de una primera muestra de Peter Lindbergh. La fundación de la presidenta de Inditex, The MOP Foundation, quiere convertir el centro en un referente internacional de la fotografía de moda. No le faltan aliados.
La de A Coruña es la mayor muestra del fotógrafo norteamericano que se ha celebrado nunca -es reacio a saltar de las portadas de las revistas de moda a las salas de exposiciones- y está centrada en la producción de un único año, 1993, justo después de que lanzara el fotolibro en el que Madonna desplegaba sus fantasías sexuales sola en o en compañía de la modelo Naomi Campbell, la actriz Isabella Rossellini y el rapero Vanilla Ice. A modo de preámbulo, en un mosaico de imágenes que muestran el trabajo previo a su año prodigioso, vemos a una Madonna, de 32 años, desnuda y fumando, la mirada ardiente y retadora. En los próximos doce meses Meisel llegaría a firmar 28 portadas y 120 historias para revistas, en su mayoría para las ediciones internacionales de Vogue. "Es como si un músico hubiese hecho cuarenta álbumes o un escritor treinta novelas. Pero no hay que dejarse impresionar solo por la calidad sino que aún más sorprendente es la enorme versatilidad de su trabajo", señala Moffat.
12 meses, 28 portadas y 120 historias
"Es como si un músico hubiese hecho cuarenta álbumes o un escritor treinta novelas", dice su asistente Jimmy Moffat
El nombre de Steven Meisel ha saltado a menudo fuera del papel cuché por su audacia (o mal gusto para algunos) a la hora de hacer posar sus modelos en escenarios inspirados en catástrofes como el derrame de petróleo en el Golfo de México, bajo la violenta mirada de los soldados durante la guerra de Iraq o erotizando la violencia policial (una bota militar aplastando el cuello de una mujer vestida de rojo...). Pero en una espectacular videoinstalación que sitúa su trabajo a través de una multiplicidad de voces, lo que emerge es el perfil de un apasionado de la moda y, sobre todo, el creador de las supermodelos" de la década de 1990: Linda Evangelista, Naomi Campbell, Christy Turlington , Claudia Schiffer...
Modelando las top model
"Fue el creador de las supermodelos: las amaó, las protegió y las modeló desde la adolescencia"
Cuando las conoció tenían 15 o 16 años. "Las amó, las protegió y las moldeó desde su adolescencia", relata Moffat. "Estaba obsesionado con las modelos. Cuando tenía 16 años iba con una Instamatic a las puertas de los estudios para fotografiarlas furtivamente cuando salían". Antes que con ser fotógrafo, soñaba con ellas. Y acabó llegando a la cima de la profesión. Su formación es la diseñador gráfico, algo que influirá más adelante en un trabajo donde el glamour y la belleza son también parte de un guion minucioso y quirúrgicamente preciso.
Las fotografías reunidas, que se exponen en grandes formatos, pertenecen a un mundo ya lejano, pre digital, pre Internet, pre Instagram, un mundo hoy ya desparecido en el que las sesiones quedaban a cargo casi exclusivamente de Meisel. Lo vemos en un vídeo vestido de negro, con una larga melena también oscura, señalando a las modelos cómo deben de colocarse, cómo han de moverse ("la belleza y la elegancia están en la pose", considera) transformándolas a su antojo y creando para ellas nuevos looks. A Linda Evangelista, que una vez confesó que le había divertido ver cómo con 25 años tensaba su piel con hilo y cinta quirúrgica, la vemos tan pronto metida en una bañera con sus largas piernas calzadas en unas botas altas, de repente envejecida, tan parecida a Katharine Hepburn que hace dudar, o boca abajo con las piernas colgando de una cerca junto a un jovencísimo Kyle MacLachlan.
Linda Evangelista pasa de estar metida en una bañera vestida con unas botas altas a parecer un trasunto de Katharine Hepburn
Evangelista, cuyo cuerpo desfigurado a causa de una a una criolipólisis la mantiene apartada de la vida pública, fue la gran ausente de una fiesta de inauguración, el jueves, que trajo hasta Galicia a Christy Turlington, Natalia Vodianova, Amber Valletta, Irina Shayk, Karlie Kloss o Naomi Campbell. Esta última recordaba que "el trabajo era trabajo pero no lo parecía". Y Moffat asiente: "Para él, cada sesión es un vamos a jugar, vamos a divertirnos, porque está convencido de que el juego es la forma más pura de la creatividad". Un juego que ha sido posible gracias en buena medida a la personalidad de Franca Sozzani, la directora de Vogue Italia que durante décadas -algo insólito en el mundo de la moda- le ha reservado su portada.
La exposición es como un revival bello y nostálgico los noventa, con un grounge que bajo la mirada de Meisel encierra todo el glamour del mundo, unos hombres que dejan la masculinidad a un lado y se muestran a todo color sensibles y vulnerables; un mundo -tan pronto está en Nueva York como en la campiña londinense o en la Ópera de París- habitado por personajes fascinantes hoy ya desaparecidos como la editora de moda Issie Blow, musa y principal modelo del diseñador de sombreros Philip Treacy y mecenas de Alexander McQueen; Lucy Ferry o Lucy Ferry y Stella Tennant. Para Marta Ortega, "algunas de las fotografías de moda más relevantes y poderosas que se han hecho nunca".