La inteligencia artificial y las mujeres
Lo de poner nombres a las cosas siempre tiene su qué y la idea más imaginativa puede acabar siendo ridiculizada en las redes sociales con la coletilla @MastersOfNaming. Parece que lo de bautizar a los huracanes empezó con la tradición de echar mano del santo del día. Así, una gran tormenta tropical detectada hoy, podría recibir el nombre de Cirilo; si hubiera empezado ayer, se podría haber llamado Josemaría; y si fuera el próximo miércoles, habría que desempatar entre los santos Pedro y Pablo. Con diferentes opciones, la tendencia fue convergiendo hasta que los norteamericanos establecieron poner un nombre de mujer, despojado de toda santidad, y siguiendo el orden alfabético. Corría el año 1953.
Pero en 1979 hubo un vuelco. Fue gracias a las presiones de la activista Roxcy Bolton al Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos que esa regla cambió. Aquel año, el segundo huracán fue bautizado con el nombre de Bob y desde entonces los nombres masculinos y femeninos se alternan, y así se evita asociar la destrucción de la tormenta solo a un nombre femenino.
Las olas de calor también serán bautizadas con un antropónimo; Zoe encabezará la lista
Ahora serán las olas de calor las que también serán bautizadas con un antropónimo, de modo que no solo nos ahogaremos como los pollos, sino que podremos maldecir a la ola por su nombre propio, en este caso empezando por la letra Z. Aún no ha nacido Zoe, pero ya se sabe que será ella quien encabece la lista. Sevilla iniciará la nueva costumbre, fruto del cambio climático que algunas mentes privilegiadas siguen negando.
Otro ámbito donde se estila el uso de antropónimos es el de la inteligencia artificial. La mayoría de los asistentes digitales tienen nombre de mujer; también los que abren una ventana de diálogo cuando entramos a consultar algún servicio en internet y se ofrecen para aclararnos las dudas. He conocido a una Paula, una Neus... La última tendencia es la de la inteligencia artificial. En el Barcelona Supercomputing Center están trabajando con Aina y Maria, dos programas que desarrollan la lengua catalana y castellana respectivamente, para perfeccionar las aplicaciones que usan estos idiomas. Los nombres no han sido escogidos al azar. Los dos contienen las letras AI/IA, siglas de la inteligencia artificial en catalán e inglés.
Hasta ahora, Alexa, Siri, Maria, Aina, Paula, Neus y compañía nos han tratado con bastante amabilidad. Ahora bien, el día que empiecen a plantarnos cara, como el ordenador HAL en la ficción cinematográfica de hace más de medio siglo, tendrá que venir otra Roxcy Bolton a exigir que, dadas las circunstancias, los nombres de los asistentes digitales alternen los nombres femeninos con los masculinos.