Simone Verde señala una pared de la entrada que ahora es blanca reluciente. “¿Te puedes imaginar? Aquí antes había grafiti”, comenta. Después indica dos estatuas de piedra de leones en el vestíbulo de la entrada: hasta hace un tiempo estaban recubiertos de heces de palomas.
Verde, que pasó por el Louvre de Abu Dhabi antes de regresar a sus país natal, es ahora uno de los “superdirectores” de museos nombrados bajo la reforma del ministro de Cultura italiano, Dario Franceschini, en el 2016, y el responsable de una revolución en la ciudad de Parma.
Desde el 2017 Simone Verde se encuentra al frente del Complejo Monumental de la Pilotta, uno de los mayores museos de Italia en extensión, pero que hasta hace muy poco había quedado prácticamente olvidado entre el exuberante patrimonio artístico del país transalpino.
La Pilotta nació en el siglo XVI concebido como el lugar donde se concentrarían los servicios para la corte de los Farnese, la poderosa dinastía italiana que durante mucho tiempo estuvo al mando de la ciudad de Parma. Obtuvo este nombre más adelante, en época de los Borbones, cuando los soldados jugaban a la pelota basca entre sus patios. En el siglo XVIII el gigantesco edificio fue parcelado en cinco entes, la Galería Nacional, el Teatro Farnese, el Museo Arqueológico, la Biblioteca Palatina y el Museo Bodoni.
Así, dividido y olvidado por el Estado, el Complejo Monumental de la Pilotta quedó relegado a un segundo plano entre las joyas de las galerías italianas. Hasta que la reforma del 2016 –muy controvertida en Italia porque abrió la dirección de los grandes museos a especialistas extranjeros, como el alemán Eike Schmidt para la Galería de los Uffizi– reunió la Pilotta bajo una misma dirección y una mismo billete de entrada. También ofreció a Verde un presupuesto millonario para cambiarle la cara y conseguir que Parma, además de por sus famosos productos gastronómicos como el jamón o el parmesano, sea conocida mundialmente por tener un gran museo.
La Pilotta nació como símbolo del poder de los Farnese, y su teatro es considerado una joya de la escenografía
“La Pilotta fue construida cuando la capital del ducado pasa de Piacenza a Parma”, explica el director caminando por los patios de la entrada del edificio, un tranquilo pulmón verde en el centro de la ciudad, en la región italiana de Emilia-Romaña. “Los Farnese querían una sede para su corte, un símbolo que mostrase su poder a la población”, continúa Verde.
El complejo es un conjunto de edificios que ha ido evolucionando durante los años y en sus paredes se puede recorrer la historia de Parma. Por ejemplo, nada queda de la capilla palatina, demolida por Napoleón que no quería que hubiese ningún elemento religiosos por lo que convirtió el palacio en puramente administrativo. El Palacio Ducal, donde residían los duques, fue derruido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Hoy la fachada principal, en el patio de San Pietro Martire, acoge una instalación gráfica de neón que recorre todo el perímetro, obra de Maurizio Nannucci, especialista en la reactivación contemporánea de espacios urbanos.
Quien construyó la Pilotta fue el segundo duque de Parma, Ottavio Farnese, que quiso convertir Parma en la capital del ducado después del asesinato de su padre, Pier Luigi Farnese, en Piacenza. La joya del edificio es el Teatro Farnese, un majestuoso teatro de madera que ocupa una salón que quizás originariamente era un anticuario. Después fue usado como sala de armas, pero Ranuccio I, cuarto duque de Parma y Piacenza, decidió apostar por este gran aparato escénico para impresionar a Cosme II de Medici, que se encontraba en la ciudad de camino hacia la tumba de Carlo Borromeo en Milán. El teatro era su baza para mostrar a los Medici la grandeza y el esplendor de los Farnese, y así poder consolidar los vínculos con un acuerdo matrimonial. Tiene 3.000 puestos en las gradas y se considera una de las joyas de la escenografía del siglo XVI, pero fue bombardeado por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, que pensaron que era un depósito militar. Después fue reconstruido en tempo récord, y estos meses acoge una exposición de objetos de diseño de la icónica casa Fornasetti, que dialogan con el edificio y las obras de la Pilotta.
Además del Teatro, la Pilotta es famosa por albergar alguna de las mayores piezas de las colecciones de los palacios romanos de la familia Farnese, que a lo largo del tiempo se fueron trasladando a Parma, uniéndose así las obras que Ranuccio I sustrajo a los nobles de la ciudad, ajusticiados por una supuesta conjura contra el duque. Los tesoros de los Farnese convirtieron Parma en una parada obligatoria del Grand Tour y se volvieron conocidas por toda Europa. Pero la riqueza no duró para siempre. En 1734, Carlos III, hijo de Felipe V e Isabel Farnese, trasladó todo el patrimonio de los Farnese a Nápoles. El renacimiento de la ciudad tuvo que esperar hasta el matrimonio del nuevo duque,Felipe de Parma, con la hija de Luis XV de Francia, Luisa Isabel, que convirtió la ciudad en un lugar cosmopolita. “Una pequeña París”, dice el historiador Giovanni Godi, una eminencia en al ciudad. En 1752 se fundó la Academia Real de Pintura, Escultura y Arquitectura, se hacían concursos anuales de pintura y arquitectura, abiertos a todos los artistas italianos y extranjeros, que permitían a la academia de enriquecerse con las obras premiadas. A principios del siglo XIX María Luisa de Austria, mujer de Napoleón y duquesa de Parma, convirtió la galería en un verdadero museo. Su retrato hecho por Antonio Canova preside una de las salas.
Entre las obras maestras expuestas ahora con una nueva disposición se encuentran La Scapiliata de Leonardo da Vinci, con un nuevo marco y una nueva iluminación. La esclava turca , una de las obras maestras de Parmigianino que regresó a Parma en 1928 tras un intercambio con los Uffizi, o La curación del ciego de El Greco, son también paradas obligatorias. En la Galería Nacional el trabajo del nuevo equipo del museo ha sido intenso: tuvieron incluso que rescatar una serie de apóstoles atribuida a Murillo que hasta ahora se encontraba en una parte no visible del museo. Eran consideradas obras de segunda clase.
“Quería hacer algo útil para Italia”, cuenta el director, Simone Verde, que pasó por el Louvre de Abu Dhabi
“Quería hacer algo útil para Italia. Fue un momento patriótico”, explica Verde, relatando su paso por el museo. En Abu Dhabi ya ganó experiencia creando un museo de la nada, y ahora ha conseguido que con 5 millones y medio gastados desde el 2016 las visitas hayan pasado de 60.000 personas al año a 170.000, sin tener en cuenta la pandemia. Ahora el reto es abrir el año que viene el Museo Arqueológico, el más antiguo de Italia, todavía en restauración. La revolución sigue en curso en Parma.