Albert Béguin contra Franco

Albert Béguin contra Franco

De mi primer año de estudiante universitario francófilo conservo cuatro libros franceses, leídos en castellano, que me cambiaron la vida: Circe y el pavo real de Jean Rousset, sobre el barroco, los dos volúmenes de La Alemania romántica de Marcel Brion, El agua y los sueños de Gaston Bachelard y El alma romántica y el sueño de Albert Béguin. ¡Menudos libros! Te introducían de lleno en el mundo de la gran cultura, con una riqueza de referentes y una sensibilidad deslumbrantes y te invitaban a abandonarlo todo para ser como sus autores: ¡ensayista! ¡crítico! Se siguen reeditando y los recomiendo muy especialmente a mis lectores.

Me sentí felicísimo cuando, años después, mis amigos poetas, Josep Palau i Fabre y Joan Perucho, me contaron que habían conocido a Béguin. Era como aquel niño, hijo de una amiga, que cuando su madre le hablaba de los dinosaurios, que se extinguieron hace mucho, le preguntó, pobre chaval: “¿Tú los viste?” Con sus estudios sobre Gérard de Nerval, Léon Bloy y el Balzac visionario, Béguin (1901-1957) era una bestia mitológica. Palau i Fabre le organizó una visita a Joan Miró, en el estudio del passatge del crèdit, con Perucho, Triadú y el hispanista Maurice Molho. Palau siempre contaba que, de regreso a Suiza, Béguin escribió un artículo durísimo sobre el régimen de Franco. Entre los intelectuales catalanes no creo que nadie llegara a verlo. Pero circuló entre los jerarcas y, en un momento en que las cosas se estaban torciendo para sus aliados del Eje, cayó como una bomba. Pues bien: je l’ai trouvé! Se publicó el 29 de marzo de 1945, sin firmar. La presentación hablaba de un “voyageur éminent rentré recemment de Madrid et qui a su ouvrir l’oeil, et le bon.”

Se maravilla de la cantidad de uniformes que se ven por todas partes, en un país que no tiene peligros exteriores

Es un documento extraordinario. Béguin describe la vida regalada de un profesor que va a Barcelona y a Madrid a dar unas conferencias. Los grandes hoteles, los barrios de lujo: la fachada del régimen. Se maravilla de la cantidad astronómica de pesetas que cuesta todo, de la gente que dispone de ellas y cómo se las gasta, de los productos de lujo que hay. Se maravilla de la cantidad de uniformes que se ven por todas partes, en un país que no tiene amenazas de seguridad ni peligros exteriores. En la carretera de Toledo ve los barrios devastados por la guerra, que no se han reconstruido, y la gente pobre que hurga en la basura. Describe el mercado negro del puerto de Barcelona, que ni siquiera es clandestino: forma parte del engranaje del gobierno. Habla de los tejemanejes y de la perversión moral, fundamentada en una corrupción del lenguaje. Béguin era un escritor católico: el bofetón a la iglesia española cómplice de Franco es de los que hacen época. ¿Y el pueblo? Indiferente, apático, sólo entre vascos y catalanes se mantiene la resistencia. Los catalanes, que no pueden imprimir en catalán ni sus tarjetas de visita, son muy activos, sus poetas miran hacia Francia. No habrá una verdadera libertad si la gran liberación de mañana no arrastra al pueblo español, necesario, Béguin dice para la cristiandad, pero quiere decir para Europa. No fue así y mira ahora.

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