Montserrat Carulla, actriz y ciudadana
Un retrato humano y profesional
El director teatral Mario Gas se despide de la que fue su suegra, a la que dirigió en ‘El temps i els Conway’
Ayer nos dejó una actriz de cromatismos brillantes y extensos y de una fertilidad interpretativa asombrosa. Oía yo a media tarde su voz, en un programa de radio en el que había sido entrevistada no hace mucho, y decía que no le reprochaba nada al teatro y a la vida. Que se había dedicado a un oficio que amaba profundamente y que todo lo que había recibido de ese oficio eran dichas y satisfacciones. No esperaba más. Y que sus expectativas iniciales, cuando era una joven actriz que empezaba y que provenía de una familia modesta y trabajadora, se habían cumplido con creces. Unas bellas palabras que me conmovieron pero que explican a la perfección la manera de ser de la gran actriz que acaba de hacer mutis a los 90 años.
Porque Montserrat Carulla ha ido una actriz enorme. De una gran versatilidad. De una exquisita sensibilidad y de unas “tablas”, según el argot teatral, dominadoras y dominantes del arte de la interpretación.
Cierto es que su vitalidad y su fuerza iban unidas a un compromiso personal inalienable. Tanto en los aspectos políticos, como familiares y personales. A nadie se le escapa su fuerte convicción independentista, pero su posición no era un ataque a nadie; su sentido de la independencia era la búsqueda de un espacio propio, de un espacio aireado, libre y liberador, solidario con las gentes y las tierras vecinas.
Se podrá estar de acuerdo o no con esa visión, pero su postura la asumía con serenidad, con honestidad, con un sentido profundamente humanístico y sin ningún atisbo de odio ni de rencor.
Volviendo al teatro, la Carulla ha sido una actriz de alto voltaje. Yo diría que una mujer, una persona de alto voltaje. Y alguien emblemático en nuestro país. Una persona queridísima y respetada. En los últimos años entró en el corazón de las gentes a través de sus personajes en las series de TV3 y se quedó ahí, incrustada en la ternura, el aprecio y la admiración de sus conciudadanos. Se lo merecía.
Pero también en Madrid y en las Españas era considerada una gran actriz de gran prestigio. Sus muchas temporadas allí así lo acreditan. Su versatilidad hacía que se manejara a las mil maravillas en todos los medios: radio, televisión, cine y teatro. Pero fue tal vez en el teatro donde su recorrido fue más profundo y contundente. Y si el cine no la aprovechó más, hay que apuntarlo más en el debe del cine que en otra cualquier circunstancia. Se puede concluir que desde los tiempos de rapsoda infantil hasta su despedida en Iaia!, Carulla cimentó una carrera apasionada, fecunda y llena de maestría.
Es difícil para mí separar la visión artística de la personal a causa de las vinculaciones tan estrechas que nos han unido a lo largo de muchos años. Si en mi adolescencia empecé ya a admirarla como actriz, luego he tenido el privilegio de compartir escenarios con ella y dirigirla en cuatro ocasiones, en las que pude comprobar de primera mano el altísimo voltaje de su arte interpretativo.
Y no era una actriz fácil. Obligaba al director a emplearse a fondo. Pero era un gusto bucear y encontrar los resortes junto a ese pedazo de actriz inteligente, poderosa, aparentemente indomable pero fuertemente disciplinada y rigurosa cuando lo tenía claro. Así ocurrió en El tiempo y los Conway, La reina de la belleza de Leenane y Música para una noche de verano.
Aguda, crítica, tozuda, obsesiva a veces, destilaba generosidad en el escenario. ¿Y qué decir, querida Montserrat, de ti en la vida?:Una mujer excelente, llena de cercanía, para la que su entorno familiar era algo fundamental. Su marido Manuel Maynés, y toda su gran familia, formada por hijas, hijo, yernos, nueras, sobrinos, nietos y biznietos...
Mujer de enorme belleza, y unos ojos azules penetrantes y suaves a un tiempo, fue siempre una curiosa impenitente. Eso le llevó a iniciar la carrera de Historia del Arte cuando ya había rebasado los 40. Y se licenció.
Recuerdo vívidamente los tiempos en los que la conocí, poco tiempo antes de separarse de su primer marido y padre de sus hijos, Felipe Peña. Y cuando compartimos tareas sindicales en los últimos tiempos del franquismo. Gran mujer, la jefa, como me comentaba ayer Joan Ollé, que la dirigió.
Hoy mi teléfono echaba humo. las condolencias eran infinitas. Y sé que hoy mucha gente en estas tierras se despiden de alguien muy cercano y querido: la Carulla.
Chica Twist, Julieta, Inés del Alma mía, señora Conway, señora Armfeldt, Filla del mar i de l’aire, en definitiva, Montserrat: que tu viaje te lleve a las estrellas y puedas hablarles tu hermosa lengua que en tu boca es almíbar y elixir de dioses.