El ‘buenrollismo’ de Pau Donés, una filosofía de vida
Plantar (buena) cara
El cantante deja un legado musical vinculado al positivismo vital
En octubre de 1996, Esteban Linés me mandó a La Boîte –un sitio en el que por aquel entonces pasaban muchas y muy interesantes cosas– con la misión de escribir para La Vanguardia la crítica de un nuevo grupo llamado Jarabe de Palo, liderado en primera persona por el treintañero Pau Donés, y que acababa de sacar su primer disco, La flaca . Titulé aquella pieza Jarabe verde , ya que me pareció que, con todas sus virtudes a cuestas, la propuesta tenía todavía un gran margen de mejora.
Al año siguiente, y en gran parte gracias a una campaña publicitaria de la casa Ducados, La flaca se convertiría en la canción del verano, iniciándose la historia de éxito ahora truncada por un maldito cáncer que Pau Donés ha afrontado con ejemplar actitud. La última vez que le vi en concierto –agosto del 2017, Festival Castell de Peralada– fueron frecuentes los chistes y chascarrillos con los que el cantautor se refería a la enfermedad. Les hablo de un Pau Donés maduro en lo vital y lo artístico en el que, de algún modo, también me pareció ver al muchacho ilusionado que, dos décadas antes, se había dado a conocer en una pequeña sala a orillas de la Diagonal.
Más allá de La flaca y de Bonito , de Depende y el resto de sencillas pero afortunadas canciones que han marcado la trayectoria de Jarabe de Palo, creo que el éxito de Pau Donés –reflejado en el cariño con el que los aficionados le están despidiendo en esta hora tan triste– se explica también por la actitud que el cantautor adoptó ante la vida, y que supo trasladar a su obra musical.
Al mal tiempo, buena cara
Si el sabio es quien mejor administra las cartas que le da el azar –sean estas malas o buenas–, Donés fue sabio desde muy temprana hora. Como relató él mismo en su autobiografía, cuando contaba tan solo dieciséis años su madre se suicidó, lo que le obligó a quedar al cuidado de sus hermanos.
La música obró como antídoto, pero lo interesante en este punto es ver qué clase de artista emergió después de una experiencia tan traumática como esa. La suya podría haber sido una voz colérica, cejijunta, incluso sardónica o trascendente. Pero Pau Donés resultó ser un autor amable, vitalista y felizmente inclusivo, lo que sin duda reforzó su conexión con amplísimas capas de público.
Es el mismo espíritu que nos mostró de nuevo hace apenas un par de semanas en el clip de la canción Eso que tú me das, donde aunque visiblemente desmejorado, desgranaba un sincero himno de agradecimiento a la amistad y, por extensión, a la vida. Toda una lección.