Buscando los misteriosos creadores de estos lujosos huevos de hace 5.000 años
Arqueología
Las élites mediterráneas acapararon estos objetos, decorados por artesanos que conseguían la materia prima robando en nidos de avestruces salvajes
“La producción de huevos de avestruz decorados en la antigüedad fue un asunto mucho más complejo de lo que nadie hubiera imaginado”. La doctora Tamar Hodos, de la Universidad de Bristol, es una auténtica especialista en este lujoso producto que se comercializó por todo el Mediterráneo durante la Edad del Bronce y del Hierro (entre el año 3.300 y el 300 antes de Cristo).
Algunas veces (pocas) se encuentran aún completos, aunque a menudo aparecen solo algunos trozos de unas artesanías que tuvieron su época de esplendor alrededor del primer milenio antes de Cristo. “Ese fue el primer momento de la historia en el que las distintas poblaciones de la cuenca mediterránea estuvieron realmente interconectadas de forma regular”, explica a La Vanguardia.
Huevos decorados
Algunas veces (pocas) se encuentran aún completos, aunque a menudo aparecen solo algunos trozos
Por lo general, estos huevos se movían en “contextos de élite” y muchas veces se usaban como objetos funerarios. “A veces, se decoraban con motivos ornamentales tallados, grabados o pintados y se convertían en vasijas adornadas con marfil o metales preciosos para crear tazas y jarras”, apunta. La cuestión esencial, sin embargo, continua siendo un misterio ¿Quién hacía esas preciosas obras?
Hodos y su equipo han tratado de aportar luz a este enigma en un artículo en la revista Antiquity en el que revelan que los huevos de avestruz se obtuvieron “de aves que vivían libres en todo el Mediterráneo” y se movieron “a lo largo de redes comerciales más grandes y flexibles de lo esperado”.
Buscando analizar el máximo de muestras posibles, los arqueólogos se fijaron en los distintos ejemplos almacenados en el Museo Británico. Contaron con la ayuda de la investigadora Caroline Cartright, que les ofreció el laboratorio del centro para estudiar la composición química de los huevos y sus marcas microscópicas, que les tenían que ayudar a identificar sus orígenes y revelar cómo se hicieron.
La colección del Museo, que se inició en el siglo XIX, presenta ejemplares de toda la región, incluidos los que proceden de la colonia griega de Naukratis (fundada en el siglo VII a.C. en el Delta del Nilo, en Egpito), la ciudad etrusca de Vulci (en el norte de Roma) y, más lejos, en la importante ciudad mesopotámica de Ur, en lo que hoy en día es Iraq.
Procedencia lejana
El Museo Britanico tienen huevos decorados procedentes de Naukratis (Egipto), Vulci (Italia) o Ur (Iraq)
“Lo que es problemático, particularmente para el primer milenio antes de Cristo, es que sabemos que los artesanos eran móviles y trabajaban para gobernantes extranjeros y patrocinadores de élite. Por ejemplo, un artesano fenicio podía haber estado trabajando para un rey asirio, en Asiria”, revela Hodos a La Vanguardia.
Por eso decidieron ir al origen: ¿dónde se podían obtenerse lo huevos?¿y eran de avestruces cautivas o salvajes? Este animal estaba muy bien valorado en la antigüedad por sus plumas, aceite, cuero y carne, además de sus huevos. La inscripción del banquete de Nimrud de Ashurnasirpal II (883–859 a. C.), por ejemplo, describe al rey matando y atrapando numerosos elefantes, leones, toros salvajes y avestruces.
“Las variedades de avestruces mediterráneas eran indígenas de la zona oriental y el norte de África. Utilizando varios indicadores pudimos distinguir si los huevos habían sido puestos en zonas climáticas más frescas y húmedas o más calientes y secas”, añade. A medida que la hembra come y bebe, los elementos que consume se abren paso hacia la cáscara.
Con los resultados en la mano, lo que más sorprendió a los arqueólogos fue que los sitios arqueológicos “de ambas zonas (fría y cálida) tenían huevos del otro territorio, además de los suyos”. “Así descubrimos que todo el sistema de producción era mucho más complicado de lo que habíamos imaginado”, indica la investigadora de la Universidad de Bristol.
Sorpresa
Los sitios arqueológicos de ambas zonas (fría y cálida) tenían huevos del otro territorio
Los análisis determinaron que los huevos probablemente procedían de avestruces silvestres con una alta movilidad, lo que generaba una nueva duda: ¿quién se encargaba de recolectarlos? “Tenía que haber rastreadores, que luego debían sustraer los huevos del nido. Las avestruces -según explica Tamar Hodos- pueden ser extremadamente peligrosas, por lo que había un riesgo tremendo para esas personas”.
Una vez robados a sus madres, el alijo tenía que almacenarse durante un largo periodo en un lugar seguro para, una vez vaciado (soplado), dar tiempo a que la cáscara se secara y consiguiera la dureza adecuada para ser tallada. Las inversión que supone este proceso (y los peligros que se afrontaban a la hora de conseguir la materia prima) es lo que acabó aumentado el valor de este producto de lujo.
A partir de aquí, los especialistas se cuestionan cómo se utilizaron estos objetos en culturas tan distintas a lo largo del Mediterráneo en un momento en el que se desarrollaron muchas características asociadas con la civilización moderna, como la escritura, las ciudades y los imperios. “Los huevos habrían tenido un significado social y religioso para un etrusco rico del centro de Italia que habrían sido diferentes de los que tenía un fenicio en España”, asume Hodos.
Gran detalle
El análisis microscópico reveló que se utilizó una gran variedad de técnicas para diseñar estas obras de arte
El análisis microscópico reveló que se utilizaron una gran variedad de técnicas para diseñar estas obras de arte. En algunas caso, además, el nivel de detalle que se consiguió fue tan destacado que los investigadores aún siguen preguntándose como se hicieron ciertas decoraciones.
“El comercio de estos huevos fue flexible y quizás oportunista. Tal vez los artesanos recurrieron a distintos proveedores para encontrar la oferta más barata o quizás las élites intentaron reunir el máximo posible de estos símbolos de estatus para superar a sus rivales”, concluyen los investigadores. Sea como sea, implica que estas personas tenían redes comerciales más grandes de lo esperado y que la sociedad antigua estaba más interconectada de lo que se pensaba.