Beethoven y una ‘Marcha Radetzky’ sin arreglos nazis protagonizan el concierto de Año Nuevo
Tradiciones del 1 de enero
La dirección del letón Andris Nelsons y las coreografías del español José Carlos Martínez brillan en Viena
Ludwig van Beethoven se ha estrenado en el tradicional concierto de Año Nuevo este 2020. Nunca el mítico compositor alemán (1770-1827) había sido interpretado por la Filarmónica de Viena para esta ocasión, a pesar de que vivió muchos años y murió precisamente en la capital austríaca. El motivo es una efeméride: este año se cumplen 250 años del nacimiento de Beethoven, con lo que el homenaje al genial compositor era obligado.
Así, la inclusión de una pieza de Beethoven en el programa ha sido una de las grandes novedades del concierto y probablemente la más celebrado entre los asistentes. Otra tiene que ver con un notable cambio en la tradicional interpretación de la Marcha Radetsky, la pieza de Johann Strauss padre que año tras año cierra el recital.
La Filarmónica de Viena, dirigida por el letón Andris Nelsons, ha decidido tocar la pieza con arreglos distintos a los habituales, dejando atrás los de la partitura que compuso el austríaco Leopold Weninger en 1914 y que se venían tocando casi ininterrumpidamente desde 1946. El motivo es que Weninger se afilió al partido nazi y compuso numerosas obras de exaltación de los ideales de esta ideología. La Filarmónica, que desde 2013 trata de hacer revisión de sus pasados vínculos con el nazismo, ha dado así un paso más.
El resultado ha sido una interpretación distinta, con un toque más festivo y menos marcial y en la que el público asistente a la Sala Dorada de la Musikverein ha tenido que reprimir su impulso a seguir con palmas el ritmo la marcha a petición del propio director.
Buena conexión con el público
La complicidad entre foso y atril fue patente desde que sonó la obertura de Los Vagabundos, de Carl Michael Ziehrer, una primicia en el Concierto de Año nuevo y con la arrancó el recital. A partir de ahí, los valses y polcas de la familia Strauss marcaron el programa, entre ellas Saludos amorosos, de Josef Strauss, un especial mensaje de los filarmónicos al Festival de Salzburgo, al que están muy vinculados, y que este año celebra su centenario.
El concierto ha ido de aniversarios. Con motivo del 150 cumpleaños del propio edificio del Musikverein, la Filarmónica ha interpretado Disfrutad de la vida, un vals de Johann Strauss hijo, y Flor de hielo, una polca mazurca de su hermano Eduard, compuestas para el baile inaugural que se celebró el 15 de enero de 1870.
El homenaje a Beethoven ha comenzado ya durante la pausa del recital, momento en el que la radiotelevisión austríaca ORF, que lo retransmite a 95 países, ha emitido un simpático corto en el que una joven busca hojas de partitura del compositor alemán en distintas localizaciones relacionadas con el compositor, donde encontraba a grupos de filarmónicos que las interpretaban.
Tras la pausa, la Filarmónica se lanzó con la obertura de la briosa Caballería Ligera de Franz von Suppé, muy adecuada para acabar de despertar a las decenas de millones de personas que siguen el concierto por radio y televisión.
Coreografía española
En la segunda parte, como desde hace años, a la música se unió la danza, con la emisión de dos piezas de ballet. El coreógrafo José Carlos Martínez, hasta el pasado septiembre director de la Compañía Nacional de Danza, ha sido responsable de las dos escenas, grabadas en agosto. En la primera, bajo los acordes de ¡Abrazaos por millones!, de Johann Strauss, cuatro bailarines del Ballet Estatal de Viena, vinculado a la Ópera de Viena, recorrieron el Palacio de Invierno del príncipe Eugenio de Saboya.
Pero ha sido en la segundacuando Beethoven ha entrado definitivamente en escena. La coreografía del bailarín español ha acompañado la interpretación que la Filarmónica ha hecho de seis de las piezas de 12 Contradanzas de Beethoven, su estreno en el concierto vienés.
Para acompañar esta obra, Martínez, premio Nacional de Danza en 1999 y antiguo bailarín solista de la Ópera de París, ha creado un minimusical con estética de 1950 en el que cuatro bailarines visitan varios escenarios relacionados con Beethoven. A los cuatro bailarines de la Ópera Estatal de Viena –Ketevan Papava, Roman Lazik, Olga Esina y Jacob Feyferlik–, se ha sumado Vito, un perro de raza Spinone Blanco. La coreografía ha resultado de lo más original: los bailarines iban ataviados como en los EE.UU. de los años 50, por lo que ha el baile tenía un tono más moderno.
El director coge la trompeta
La anécdota de la segunda parte vino con El galope del postillón, de Hans Christian Lumbye, y para el que Andris Nelsons desdobló sus funciones: dirigió a la orquesta y protagonizó los solos de trompeta. Tras el programa oficial, con el vals “Dinamos” de Josef Strauss, llegó el momento de las irrenunciables propinas que la Filarmónica de Viena regala cada 1 de enero.
La primera fue una sorpresa: una polka rápida de Josef Strauss. Luego, como es tradición, Nelsons y los filarmónicos desearon al público un Prosit Neujahr, o sea, Feliz Año Nuevo, antes de tocar El Danubio azul, el vals más conocido del mundo, obra de Johann Strauss hijo, y que no puede faltar el 1 de enero en Austria. Hasta que la ‘nueva’ Marcha Radetzky ha puesto el broche.