Andrew Roberts: “Winston diría sí al Brexit”
Nueva obra
El prestigioso historiador publica una gran biografía con nuevas revelaciones sobre Churchill, “el hombre que nos salvó de Hitler”
Si Winston Churchill no hubiera existido, “ahora usted y yo estaríamos hablando en alemán”. Así lo dice al final de nuestra entrevista, entre risas pero en serio, el prestigioso historiador londinense Andrew Roberts, quien acaba de publicar en España (Crítica) la que los expertos consideran la mejor biografía del líder británico. En la charla con La Vanguardia , Roberts se muestra convencido de que el premier que salvó a Europa de Hitler “habría votado sí al Brexit”.
El también periodista y profesor de Estudios de Guerra en el King’s College de Londres explica que, si bien fue el propio Churchill quien acuñó la expresión “Estados Unidos de Europa” y defendió la idea de “un proyecto europeo”, él nunca defendió que el Reino Unido formara parte de ello. Pues tanto la relación especial con Estados Unidos como la de la City con los países de la Commonwealth eran para él “unos nexos incompatibles con la pertenencia a un superestado europeo”. Ello sin perder de vista que el referéndum del Brexit se celebró 50 años después de su muerte.
El mundo sin Churchill
“Sin él y sin su arrojo algo irracional, usted y yo estaríamos hablando alemán”
La biografía de Roberts hace la número 1.009 de las que cuentan la vida del que fue líder británico durante la Segunda Guerra Mundial. Y sin embargo contiene revelaciones y detalles novedosos. La clave está en los documentos hasta ahora desconocidos a los que el historiador tuvo acceso al afrontar el trabajo. Entre ellos sobresalen los diarios privados del rey Jorge VI, proporcionados al autor por su hija, la reina Isabel II; ahí, el monarca apuntó las confesiones que Churchill le hizo en sus encuentros de cada martes durante la Segunda Guerra Mundial. “Las notas ponen de manifiesto la gran frustración que Churchill sentía ante la lentitud con que la administración del presidente estadounidense Roosevelt se movía hacia la guerra”.
Los nuevos papeles de Churchill , entre los que también hay diarios y cartas de familia nunca antes empleados, retratan al legendario primer ministro como “un hombre tremendamente emocional”. Pese a su origen y crianza en una de las grandes familias de la nobleza decimonónica de Inglaterra, “era todo lo contrario del típico aristócrata tieso de la era victoriana”. Ese carácter emocional explica el hecho de que llorase “al menos cincuenta veces” en el transcurso de la segunda gran contienda europea. No en vano el duque de Windsor le llamaba “el llorón”, comenta Roberts. Lo cual no implica que fuera un cobarde. Por contra, su arrojo quedó más que probado en la Primera Guerra Mundial, cuando “entró en tierra de nadie 30 veces, poniéndose deliberadamente a tiro, pese a que podía haberse quedado en la retaguardia”. Le impulsaban la emoción y también “su rechazo a dar órdenes que él no fuera capaz de cumplir”.
El libro de Roberts profundiza en la infancia del personaje como víctima de unos “malos padres”. Al papá, el político conservador Lord Rudolph Churchill, su retoño sencillamente “no le gustaba”. Hasta el punto de que “le escribió cartas que un padre jamás debería escribir a su hijo”. No obstante, Winston no sólo lo siguió adorando sino que “adoptó sus visiones políticas y su manera de hablar, llamó Randolph a su único hijo varón... Y toda su existencia puede verse como un intento vitalicio de impresionar a su progenitor”.
En cuanto a la madre, cuenta el biógrafo que “en los seis meses en que coincidió con él cuando tenía 9 años sólo le dedicó realmente seis horas y media”. Ella era “una belleza de la alta sociedad que andaba de fiesta en fiesta y tenía aventuras con el Príncipe de Gales o el embajador austriaco, pero no tenía tiempo para su hijo”. De ahí que en su libro My early life Winston la comparase con “la estrella del atardecer, que desprende una luz brillante... y lejana”.
Emocional y contradictorio
“Lloraba mucho, pero en el frente se expuso a morir treinta veces de manera innecesaria”
La única pregunta que a Roberts le cuesta responder, aunque le hace reír, es la de qué no hizo Churchill en su vida. “Jajaja. No es fácil ni siquiera pensarlo”, dice. Y repasa en voz alta: “Fue albañil, campeón de esgrima y de polo, coleccionista de mariposas. Escribió 37 libros y 800 artículos, fue un pintor de éxito”. Además, cantaba, recitaba poesía. “Y, claro, fue primer ministro dos veces”. También formó parte de la última carga de caballería del imperio británico, estuvo preso y escapó de la cárcel. Fue el corresponsal de guerra mejor pagado en el mundo y ganó el Nobel de Literatura. Ahora bien, “todo lo que hizo, desde su carrera literaria hasta su trabajo de albañil pasando por las amistades que cultivó y los 800 artículos que escribió o los 540 lienzos que pintó, estaba en función de la política”: para ganar prestigio o para relajarse de la actividad en los cargos que ocupó.
Churchill poseía “una memoria fonográfica que le permitía recordar temas musicales, poemas o frases que reproducía en el momento más adecuado para repetir”. Tal fue el caso de la fresca que soltó a la diputada laborista Bessie Braddock en los Comunes cuando, en medio de una trifulca, ella le dijo: “ Winston, está usted borracho”. Él replicó: “ Bessie, querida, usted es fea. Pero mañana yo estaré sobrio y usted seguirá teniendo el mismo aspecto”. La respuesta la había tomado de la película de 1934 It’s a Gift , salvo que al protagonista no le habían dicho “borracho” sino “desquiciado”, cuenta el biógrafo.
Aquella salida de tono fue excepcional en un hombre “normalmente caballeroso” aunque algo machista (se opuso al sufragio femenino); una entre mil contradicciones de un líder al que “podemos considerar un genio si asumimos que los genios cometen errores”, señala el historiador. ¿Fue un líder algo loco, también? “Sí, en el mejor sentido. Tal vez esa cierta locura le daba el punto de carisma que los demás admiraban de él ”, señala. Y concluye: “Un hombre totalmente racional quizás habría firmado la paz con Hitler en 1940 porque en entonces no había forma de ganar esa guerra”. ¿Qué habría sido de nosotros si él no hubiera lanzado al Reino Unido al combate? Lo dicho: “Ahora estaríamos hablando en alemán”.