Tras las huellas del fenómeno Rosalía: así la protege su pueblo del éxito
Una ruta por su pasado
San Esteve Sesrovires se ha conjurado para que su hija pródiga se sienta cómoda cuando vuelve a su casa
Todas las poblaciones se vanaglorian de tener a sus hijos o hijas pródigas, aquellas personalidades que con sus logros más o menos universales contribuyen a honrar la memoria y el orgullo de quienes han compartido con ellas tiempo, amistad, cafés o, simplemente, un origen. San Esteve Ses Rovires no es una excepción, pero hay matices, y en esta historia tienen mucha importancia. En esta localidad del Baix Llobregat de poco más de 7.000 habitantes reside una de las artistas con más proyección en la escena musical mundial.
Rosalía Vila Tobella cumplirá el próximo 25 de septiembre 26 años y lo hará impregnada de una aureola exultante después de internacionalizar su marca tras la salida de su segundo trabajo, El mal querer, que le ha reportado un lanzamiento exprés por medio planeta. En poco más de un año, la intérprete ya ha logrado dos Grammys Latinos gracias al tema Malamente, y ha sido la primera artista española en triunfar en los MTV Music Awards con dos galardones, junto al reguetonero J Balvin por su canción Con altura. Y eso solo son dos ejemplos de la proyección que ha alcanzado su música.
En este contexto de euforia más de uno podría imaginar que su pueblo se ha convertido en algo así como un museo de la esencia que Rosalía está regalando por todo el planeta. Pero Sanes, como se conoce popularmente esta localidad, tiene entre sus prioridades cuidar al máximo a su hija pródiga, un hermetismo que tiene más que ver con la discreción, el respeto y la necesidad de que la joven se sienta bien en su propia casa, que en la valoración que se hace de ella, mayoritariamente extraordinaria.
Y es que pocos cuestionan a día de hoy el arte y el trabajo que acumula una artista que fue reconocida como Sesrovirenca del año un mes antes del lanzamiento de Malamente, por lo que nadie podrá acusar al pueblo de ventajista. En la localidad, sus seres más allegados sabían antes que nadie de la calidad y la proyección que tenía su niña, aunque para ser justos pocos podían pensar en la trascendencia que finalmente alcanzaría su figura.
Así que nadie se extrañe si paseando por las calles, las plazas o visitando los locales de este bonito pueblo no encuentra ni un solo motivo relacionado con la diva. Ni una calle con su nombre, ni una plaza, ni grafitis, ni carteles, ni placas conmemorativas. Nada. Tampoco en los centros neurálgicos de la localidad, especialmente bares o restaurantes, hay rastro del éxito de Rosalía. Parece que Sanes se ha conjurado en hacer de lo extraordinario un hecho normal, y eso que los medios de comunicación que visitan el pueblo cada vez que la cantante sube un nuevo escalón no se lo ponen nada fácil.
Pero que nadie se engañe. Que no hayan muestras públicas de cariño o admiración no quiere decir que uno no pueda impregnarse de las primeras huellas de una Rosalía que empezó a gestar su fenómeno en diferentes espacios de la localidad que guardarán para siempre la memoria de unas raíces cada vez más profundas. Quizás por ahora no exista un itinerario oficial- a lo mejor jamás se perpetuará- pero es difícil pasearse por el pueblo sin que no haya algún espacio donde, en su día, la cantante plantara las semillas de lo que más tarde sería su éxito. Es más, la intérprete sigue viviendo en San Esteve Sesrovires cuando su agenda se lo permite, igual que su familia. Un tesoro que el pueblo no quiere perder, de ahí que los habitantes del pueblo hayan optado por la discreción a la hora de hacer frente al tsunami que les acecha con el éxito de su compatriota. Si hay algo que preocupe especialmente a los que la quieren, es que algún día no pueda sentirse cómoda en su propio hogar. ¿Puede llegar a pasar?
El gran momento de fama por el que atraviesa Rosalía no invita a ser especialmente optimistas con esta suposición. Los niños la adoran y salen corriendo tras ella cada vez que la ven por la calle y, en la fiesta mayor de este año, el polideportivo se vació de golpe cuando alguien dio la señal de alarma porque la cantante había pasado cerca. Muchos testigos que lo vieron desde fuera llegaron a pensar que se trataba de una pelea. Los que la siguen de cerca desde hace tiempo saben perfectamente que el vaso está ya tan lleno que en cualquier momento la situación puede llegar a ser desbordante para ella y los suyos.
Solo es una hipótesis a tenor de los latidos que marcan su popularidad en los últimos meses. Por el momento, la localidad alberga su oficina de management y tanto sus abuelos, como sus padres y su hermana Pili, que forman parte de su círculo íntimo, siguen confiando en Sanes como base residencial y de operaciones.
A la espera de que ese suflé de éxtasis baje- no parece que eso vaya a ser así en un futuro más inmediato- la localidad guarda algunos vestigios para que, aquellos interesados en la vida y trayectoria de la intérprete, puedan deleitarse con los primeros pasos de alguien que ha logrado la fama internacional sin que nadie de su familia tuviera una mínima relación con la música. Es más, su pasión y esencia flamenca, contrasta con grupos como Beatles o Supertramp, que es lo que escuchaban en casa sus padres. Todavía hay quien recuerda en el pueblo la estampa de Pilar, su madre, paseando con una Harley-Davidson.
Es la precuela de lo que estaba por venir. No hay profesor que no recuerde su paso por la escuela La Roureda, donde todavía hoy se deja ver en alguna ocasión cuando va a recoger a su sobrino. “Era la alegría de la huerta, pero también trabajadora y extrovertida, una niña inquieta y curiosa y que ya de pequeña no paraba de bailar”, recuerda Núria Palacín, maestra ya jubilada que la tuvo dos años en clase. En la calle Gaudí todavía está el cartel del que fuera el gimnasio Top Line Sports y donde Rosalía impartió danza jazz desde los seis hasta los 16 años. Su profesora en aquel entonces, Manoli Rodríguez, sigue siendo una de sus amigas de confianza y le tiene un estima especial: “Cuando ves a Rosalía sobre un escenario no ves a una simple cantante, ves a una artista que sabe lo que hace y lo que quiere”. Ella le dio la oportunidad de cantar por primera vez sobre un escenario en la Pista Francesc Castellet, cuando en uno de los festivales de final de curso le ofreció la responsabilidad de cantar la banda sonora de la película El príncipe de Egipto. Entonces tenía 14 años, un año menos que cuando dio su primera actuación con esencia flamenca en los jardines del Ayuntamiento, en el marco de la exhibición de la ahora desaparecida Entidad Cultural Flamenca a la que Rosalía acudió interesada por un género que, como ella misma ha confesado en más de una ocasión, conoció en la calle o en los parques escuchando a Camarón de la Isla o Enrique Morente, antes de acercarse a mujeres inspiradoras dentro del género para ella como La Paquera de Jerez o La Niña de los Peines.
Son los primeros compases de una artista que culminó sus ansias de aprender en Barcelona en dos centros de referencia como Taller de Músics y la Escuela Superior de Música de Catalunya (ESMUC). Rosalía nunca olvida sus orígenes en los conciertos y sigue teniendo con su pueblo una conexión especial. La misma que tiene en sus dos lugares preferidos: el escenario y , sobre todo, el estudio donde se divierte experimentando y creando para expandir su marca. Con razón si una frase repiten los más pequeños del pueblo es “Yo quiero ser como Rosalía”. Y ella pacientemente les abrazará para hablarles de esfuerzo y trabajo.