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Invocando a Ana María Martínez Sagi

Ana María Martínez Sagi fue campeona de España en lanzamiento de jabalina, además de poeta y periodista

FUNDACIÓN SANTANDER

El pasado día de Sant Jordi, en Barcelona, el escritor Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) se abalanzó, según propia confesión, a un ascensor de hotel siguiendo a una enigmática mujer cuya elegancia le fascinó. En el trayecto de una planta a otra, entablando conversación, se dio cuenta de que se trataba de la consellera de Cultura, Mariàngela Vilallonga, así que le pareció pertinente sacar a colación a su admirada Ana María Martínez Sagi (1907-2000), poeta y periodista barcelonesa, pionera del feminismo y del deporte, a quien De Prada trató en sus últimos años de vida y que le inspiró su novela Las esquinas del aire (2000). Al ver el alto conocimiento que tenía Vilallonga del tema, osó preguntarle si participaría en la presentación de una antología de textos de la autora que, precisamente, estaba ultimando.

El sí de la consellera fue una promesa de ascensor pero sin embargo se cumplió ayer, en el Saló dels Miralls del Gran Teatre del Liceu, donde tuvo lugar la presentación de La voz sola (Fundación Banco Santander), antología de la obra –poética y periodística– de Martínez Sagi prologada por De Prada y que incluye varios textos inéditos, entre ellos dos poemarios hasta ahora desconocidos, Noche sobre el grito –en la estela noventayochista del dolor de España– y el que da título al volumen, de temática amorosa.

Maria Teixidor, secretaria de la junta del Futbol Club Barcelona, recordó que la homenajeada “fue la primera mujer directiva en un club de fútbol, lo que tiene su importancia pues, a día de hoy, el Barça solo ha tenido a trece mujeres. Su padre había sido tesorero con Joan Gamper” y ella tuvo un hermano y un primo que formaron parte del primer equipo.

Maria Teixidor, Màrius Carol, Mariàngela Vilallonga, Juan Manuel de Prada y el editor Javier Expósito

Màrius Carol, director de La Vanguardia, destacó la fotografía en que aparece Martínez Sagi lanzando una jabalina, “la mejor metáfora de su fuerza vital”, disciplina en la que además fue campeona de España. Como poeta, la prensa madrileña la saludó como “la heredera de Rosalía de Castro” y un rendido César González Ruano la llamó “sindicalista y virgen del stádium”. Como reportera, estuvo en las trincheras de la guerra civil y ofreció piezas como “la de una madre que huyó con sus hijas del ‘horror fascista’ u otra donde narra los miedos de una joven monja que escapó del convento”. “Fue muy popular en los años 30 –prosiguió–, los barceloneses la reconocían cuando se subía al tranvía”. La marcó su relación amorosa clandestina con la también escritora Elizabeth Mulder “que finalizó el día en que la madre de Ana María amenazó a Elizabeth con la sombra del escándalo si no abandonaba a su hija”. Toda su vida evocó aquella relación truncada. Republicana y catalanista, Martínez Sagi se entregó asimismo al anarquismo “tras escuchar un mitin de Durruti en el Palau de Pedralbes”, apuntó Carol. Su exilio incluyó “el París en el que vio entrar triunfal al ejército alemán” y diversas ciudades francesas donde ejerció oficios como el de pescadera, pintora callejera o profesora de castellano de André Maurois. Un día, se le ocurrió pintar fulares con “polvillo de oro”, lo que entusiasmó a la Begum, la esposa del Aga Khan, “que le propuso decorar su villa, a partir de lo cual realizó el interiorismo de varias residencias de millonarios”. En una casa en la Provenza cultivó flores para los más importantes perfumistas. “Un día, el dinero se le acabó y se fue a dar clases a la Universidad de Illinois”. A finales de los años sesenta, empezó a venir a España, donde la entrevistaron Robert Saladrigas y Carmen Alcalde, en dos ocasiones, ambas para la revista Destino.

De Prada explicó que “se sintió decepcionada, al volver definiti­vamente a Barcelona en 1977, del poco caso que se le hizo, había sido una celebridad en los 30 pero ahora no consiguió ni publicar sus libros. Misántropa, tras leer un reportaje de La Vanguardia sobre Moià, de­cide trasladarse a esa población, donde vivió en el más profundo anonimato”.

Parafraseando a Flaubert, De Prada exclamó: “¡Martínez Sagi soy yo!”, antes de anunciar un futuro libro inédito de “estampas autobiográficas”. “Ella estaría encantada de estar aquí y de ver que nuevas generaciones van a leerla sin los prejuicios del momento”.

Por su parte, Vilallonga contó que ya en los años 60 Mercè Ro­doreda le habló de Martínez Sagi, a quien “hay que entender en correlación con Aurora Bertrana, Rosa Maria Arquimbau o Maria Teresa Vernet”. La consellera, por cierto, ofreció su versión, dispar, del ­encuentro del ascensor: “Yo admiraba a De Prada desde que leí Las esquinas del aire,el libro que me ­hubiera gustado escribir. Así que fui yo la que le abordé en el as­censor sin recato y sin pudor, lo ­digo en castellano porque me sale barroco”.