La huella genética que divide la Península Ibérica
Migraciones históricas
Las diferencias identifican grupos cuyos límites geográficos coinciden estrechamente con los diferentes reinos, que hablan diferentes idiomas, presentes hace más de 500 años
El ADN no engaña. Y las diferencias genéticas más fuertes entre la población de la Península Ibérica se enmarcan en el eje imaginario que va del este al oeste, según una investigación de las universidades de Oxford y de Santiago de Compostela. Esas divergencias en los individuos modernos han sido moldeadas, además, por los movimientos migratorios de los últimos 1.000 años.
También han identificado los trasvases históricos de población que se extienden del norte al sur. “Esos patrones reflejan la historia única de la península e identifica grupos cuyos límites geográficos coinciden estrechamente con los diferentes reinos, que hablan diferentes idiomas, presentes hace más de 500 años“, explica Clare Bycroft, autora principal del estudio.
Se identifican grupos cuyos límites geográficos coinciden estrechamente con los diferentes reinos, que hablan diferentes idiomas, presentes hace más de 500 años
El trabajo, publicado en la revista Nature Communications y que ha tomado muestras de más de 1.400 personas, muestra que en algunas regiones como Galicia existen patrones perceptibles de diferencias genéticas entre sujetos que viven a una distancia de apenas diez kilómetros, así como a lo largo de los valles de los ríos. Eso no pasa, sin embargo, en otras zonas como Castilla, donde individuos separados por cientos de kilómetros no muestran especiales diferencias de ADN.
Estos grupos predicen la probable existencia de mutaciones raras geográficamente focalizadas, incluidas aquellas que causan enfermedades. “Las amplias diferencias genéticas observadas a pequeña escala en Galicia podrían explicar por qué algunas afecciones de componente genético parecen concentrarse en áreas específicas”, apunta Ángel Carracedo en un comunicado.
En Galicia existen patrones perceptibles de diferencias entre sujetos que viven a una distancia de apenas 10 km
Otro detalle interesante ha sido descubrir que el principal intercambio de ADN entre individuos de la Península Ibérica y de otras partes del mundo indica que hay hasta el 10% de descendientes de la migración procedente de África noroccidental en los habitantes modernos tanto de España como de Portugal.
El equipo de investigadores estima que estas variaciones genéticas se remontan a los años 860-1120, un período en el que llegaron muchas personas procedentes de lo que actualmente es Marruecos coincidiendo con la conquista musulmana y la creación del Emirato de Córdoba (en el 756), que posteriormente se convirtió en Califato en el año 929.
Hay hasta un 10% de descendientes de migración de África noroccidental en los habitantes modernos
Tras la llegada de aproximadamente 30.000 combatientes que ampliaron los dominios de Al-Ándalus, también llegó una migración civil de número desconocido. Los investigadores creen que fue principalmente población bereber del norte de Marruecos que se asentaron en diferentes partes de la Península Ibérica.
Los análisis apuntan que este movimiento de personas habría producido un “impacto genético sustancial”. La huella de ancestros de origen africano apareció en todos los grupos del territorio español, aunque los niveles son más bajos tanto en el País Vasco como en el área correspondiente con el espacio en el que se asentó la Corona de Aragón en el siglo XIV.
La huella de ancestros de origen africano apareció en todos los grupos del territorio español
Estos resultados indican que los movimientos poblacionales de hace varios siglos, asociados con la conquista musulmana y la posterior Reconquista, dieron forma a la genética moderna de la Península. “Este territorio es lingüísticamente diverso, tiene una historia demográfica compleja y es único entre las regiones europeas por estar siglos bajo el dominio musulmán”, indican les expertos.
En 726 casos de los 1.413 analizados se disponía de la información geográfica y se sabía que los cuatro abuelos nacieron en un radio de 80 kilómetros, lo que permitió a los investigadores identificar en los mapas de España los conglomerados de personas utilizando solo las similitudes y diferencias genéticas entre los individuos.