Ayanta Barilli, la nieta de Belcebú que jamás se busca en Google
‘Un mar violeta oscuro’
Consciente del morbo que despierta ser hija de Fernando Sánchez Dragó, ha conseguido auparse por encima de su apellido para ser finalista del Planeta recorriendo la vertiente italiana de su saga familiar
Imaginen que a uno de sus dos abuelos lo llaman Belcebú. No parece un fácil comienzo para una infancia plácida. Sin embargo, los grandes relatos suelen encontrar abono natural en las dificultades, no en los jardines de buganvillas. Ayanta Barilli (Roma, 1969) ha entrado con fuerza en las letras españolas gracias a Un mar violeta oscuro, su segunda novela y finalista del premio Planeta 2018. En ese sentido, va más deprisa que su padre, el inefable Fernando Sánchez Dragó, con nueve obras publicadas hasta acercarse a ese pedestal (con El camino del corazón, finalista del Planeta en 1990) y subirse a él en 1992 con La prueba del laberinto.
Ayanta nació en Italia y, siendo una niña, se trasladó a España al fallecer su madre, Caterina Barilli, de quien ha escogido apellido. No piensen por ello que existe tirantez alguna entre padre e hija. En absoluto. Con él escribió el ensayo familiar Pacto de sangre. Actriz, presentadora y periodista radiofónica de marcado carácter cultural, nos presenta su premiada catarsis.
El momento en que vivimos, me refiero a Europa y Occidente, creo que es el mejor de los mundos posibles. Ni siguiera hubiese deseado nacer en otro lugar”
Esta novela trata sobre la parte materna de su familia. ¿Cuánto ha sido necesario inventar en esta novela para que nadie se moleste?
Es una novela con una base autobiográfica muy fuerte pero sigue siendo una novela, no una autobiografía. He escrito con total libertad. No creo que nadie se ofenda y, además, los personajes principales ya muerto. La historia, como decías, trata de la familia italiana y la novela todavía no se ha traducido, así que aún no la han leído.
¿Teme alguna llamada de un primo? Aunque sus abuelos hayan muerto, también fueron los de otras personas.
La verdad es que no, no creo que haya nada tan ofensivo. Lo máximo que puede suceder es que ese alguien no reconozca su propia historia porque, como te digo, es una novela. En general, como no ofendo a nadie, continuaré ajena a lo que puedan decir, me da completamente igual.
¿Cree que la historia de su familia hubiese sido distinta de no haber existido una Elvira en Colorno? Me refiero a la huella que el internamiento en un centro psiquiátrico de esa época puede dejar en los descendientes de una persona. Algo como el efecto mariposa.
Evidentemente es una historia muy dura pero creo que en todas las familias hay situaciones complicadas. Este es el recorrido por la historia de tres mujeres desde finales del XIX hasta la actualidad. Yo soy la cuarta, que lo cuenta en primera persona. Y es un recorrido difícil para la mujer. El episodio del psiquiátrico es aterrador pero me parece más aterradora la situación de las mujeres en general.
Algo que en otras latitudes no ha cambiado.
Así es: el momento en que vivimos, me refiero a Europa y Occidente, creo que es el mejor de los mundos posibles. Ni siguiera hubiese deseado nacer en otro lugar.
La escritora ha elegido vivir en España, a pesar del shock que le produjo en su primera infancia: “Me siento muy bien en este país. Me gusta también esa fuerza, que los lechones se coman enteros y las casas huelan a fritanga”
¿Qué virtud destacaría como la principal de su madre, Caterina Barilli?
Hay dos Caterinas. La que yo conocí supuso una experiencia sensorial y amorosa, dado que mi madre murió cuando yo tenía nueve años y no tuve la oportunidad de conocerla como mujer, fiero a una experiencia entre adultos. Tras esta investigación familiar que ha realizado a sido la primera vez que he tenido la conciencia total de la persona que podía ser mi madre. Destaco dos virtudes: la inteligencia y el sentido del humor, incluso en la desgracia.
Fernando Sánchez Dragó fue el primer marido de Caterina. Luego llegó Pietro, un hombre que le trajo mucho dolor. ¿Hubiese deseado golpear a Pietro?
No, no. Nunca, en ningún caso es una novela absolutamente conciliadora, que busca el perdón. No es un ajuste de cuentas.
¿Pero le ha resultado útil como catarsis, como modo de cicatrizar heridas?
Luego, además me parece muy saludable como camino para entender a las personas que nos precedieron y, así, entendernos a nosotros mismos.
“Para mí eso era España, una tierra larguísima en que las alimañas andaban sueltas, los lechones se comían enteros, las casas olían a fritanga…” Y pedradas. Pedradas en los juegos de críos. La verdad es que visto desde fuera sí damos una impresión de brutos. ¿Qué es para usted España?
(Risas) No, la verdad es que para mi España es el lugar donde he elegido vivir y me siento muy bien en este país. Me gusta también esa fuerza, que los lechones se coman enteros y las casas huelan a fritanga. Está un poco sacado de contexto en el sentido de que lo que cuento ahí es mi primer recuerdo, y fue cuando un toro me pasó por encima en unas fiestas de San Juan. Me arrolló junto a mi madre, tendría yo dos años y algo, y mi primer recuerdo son las pezuñas del toro a la altura de la cara. De pequeña vivía en Italia y tenía una impresión de España como un lugar extraordinario por un lado pero por otro, peligrosísimo (risas), con cosas que en Italia no podrían sucederme.
¿Por qué el pseudónimo Sandra Glaser, con el que se presentó al premio Planeta?
No te lo puedo contar porque es un guiño. Es una persona que ha existido en la realidad y que posiblemente sea una protagonista de mi próxima novela. Esto es una exclusiva que te doy, no me lo habían preguntado hasta ahora.
Pues creo que la elección de un seudónimo revela mucho de la personalidad de quien lo elige. En este caso bien podría ser un guiño interfamiliar.
En efecto: es un guiño familiar y al mismo tiempo una persona que pretendo convertido en personaje. Pero no te puedo decir nada aún. No me gusta hablar de las cosas cuando no las tengo terminadas.
La manipulación es constante pero yo ya tengo una piel de elefante en relación a eso. Se cuentan muchas mentiras, medias verdades, aunque también te encuentras con profesionales espléndidos”
¿Cómo se transmite el valor o el deseo de pertenecer a una estirpe? Lo entiendo en caso de reyes o barones, pero no tanto en el de una familia sin blasones.
Yo soy una persona muy familiar y para mí, en la familia hacer todo. Siento que pertenezco a una familia, a un clan y para mí es importante que no se pierda esa memoria. Por eso escribo.
¿Tomó alguna inspiración de la novela La casa de los espíritus, de Isabel Allende?
No. Me lo han preguntado pero no. Leí la novela hace muchísimos años, cuando se publicó, sería yo una adolescente. Recuerdo que me gustó mucho pero la tengo bastante olvidada. Es cierto que me lo han preguntado y que lo que responde a querer etiquetar o encuadrar los libros. No ha sido una inspiración consciente, desde luego.
A la hora de escribir, ¿la ha ayudado que su padre hable tanto de su vida íntima?
Mi padre ha relatado las cosas tal como son, de modo absolutamente autobiográfico. En mi caso la semana y burlando literariamente y a mi antojo para conseguir una novela. Es cierto que ambos utilizamos un material autobiográfico aunque de forma diferente. Pero sí, entiendo que puede haber una influencia.
¿Consultó con Fernando durante la escritura de la novela, en la fase de galeradas o se la mostró ya lista para imprimir?
No le consulté porque el trabajo del escritor es absolutamente solitario. No se puede compartir con nadie excepto ya en el proceso de edición. A mi padre le llegó la novela cuando estaba completamente terminada.
Usted es periodista y ahora, novelista. Entiendo que ha podido ser testigo de la manipulación de la información desde un lado y quizá se enfrente a lo mismo desde el otro lado. ¿Teme que por ser hija de Sánchez Dragó se la manipule de algún modo? Me refiero a descontextualizaciones, tergiversaciones…
La manipulación es constante pero yo ya tengo una piel de elefante en relación a eso. Se cuentan muchas mentiras, medias verdades, también te encuentras con profesionales espléndidos… Pero yo jamás tecleo mi nombre en Google. Nunca me he buscado a mi misma ni leo nada de lo que se escribe.
¿Cuál es la mayor mentira que ha leído sobre sí misma?
He leído tantas barbaridades que… Bien, más que leerlas, me las han contado. Pero cómo pertenece al mundo de la fantasía, no hay que darles más pábulo.