Banksy, en la destrucción está el arte
Magistral puesta en escena
El mercado absorbe todas las críticas y ha doblado el valor de la obra triturada
Banksy, él mismo lo ha dicho, hizo el gran montaje teatral de la autodestrucción de Niña con globo en una subasta en Sotheby’s para denunciar la comercialización del mundo del arte. La gran ironía es que no sólo ha contribuido a ella sino que la ha magnificado. El cuadro ha cambiado de nombre, ahora se llama Love in the bin ( El amor está en el cubo de la basura), y ha hecho trizas su valor. De 1,18 millones de euros ha pasado a cotizarse en 2,2 millones, gracias a la trituradora.
¿Cabía alguna duda de que la persona que pujó el viernes pasado por la obra –identificada como una mujer europea, coleccionista de arte– iba a quedarse con ella? Por supuesto que no, estuviera o no en el ajo de la magistral puesta en escena.
La rebelión antisistema de Banksy entronca con los gestos del dadaísmo, Metzger, el surrealismo y Duchamp
En cambio, circulan todo tipo de teorías sobre si la casa de subastas formó parte de la conspiración o no, porque en caso afirmativo se abrirían todo tipo de interrogantes sobre la ética de su actuación.
Los directivos de Sotheby’s, en cualquier caso, están encantados con la publicidad que el asunto ha generado, y si en algún momento estuvieron enfadados con Banksy, el mosqueo se les ha pasado pronto.
“No se ha destruido una obra de arte, se ha creado una nueva, que vale el doble que la original. Se trata del primer trabajo artístico de la historia desarrollado en vivo y en directo en una subasta”, ha comentado Alex Branczik, su director para Europa. Todo el mundo contento, por tanto. El creador, la compradora y los intermediarios. ¿Qué más se puede pedir? ¡Viva la revolución!
“Cuando gané la puja y Niña con globo empezó a autodestruirse, al principio me quedé traumatizada, porque siempre fue mi sueño tener esa obra –ha comentado la propietaria de El amor está en el cubo de la basura –. Pero no tardé en darme cuenta de que me había fabricado mi propio nicho en la historia del arte”. Aparte, claro, de doblar sin mover un dedo, en cuestión de segundos, el valor de su adquisición.
Para los amantes de las teorías de la conspiración, en todo el affaire hay muchos puntos oscuros. El hecho de que la obra formara parte del último lote en subastarse, habitualmente una apostilla. Su exhibición antes de la venta en un lugar poco vistoso y frecuentado, como si estuviera escondida. El enorme y pesado marco victoriano de oro que la albergaba, necesario para contener en su parte inferior la trituradora. La presencia en la sala de subastas de un individuo que grabó el suceso desde el mismo ángulo que aparece en el vídeo colgado después por el artista en las redes sociales, y su notable parecido físico con Robin Cunningham, que según el periódico The Daily Mail (y numerosas especulaciones) es el nombre auténtico de Banksy. El cuadro, en la parte de atrás, tiene una inscripción que dice Gracias, Jo . ¿Podría ser la compradora Jo Brooks, una vieja amiga, publicista y defensora suya?
La rebelión y la denuncia del sistema han sido siempre la esencia del artista de Bristol
El grafitero y genio del street art ha explicado que creó originalmente la obra hace doce años con el sistema de autodestrucción incorporado. Pero si es así –como pusieron de manifiesto varios de los tertulianos en un debate de la BBC–, las pilas habrían muerto hace tiempo. Algunos de los invitados a la subasta aseguran haber visto en la sala a un tipo misterioso con gafas y un pendiente de oro que operaba una especie de control remoto y que fue sacado del local por los empleados de seguridad. ¿El propio Banksy, o acaso un cómplice suyo?
La rebelión y la denuncia del sistema han sido siempre la esencia del artista de Bristol, de cuyas bromas han sido víctimas algunos de los museos más importantes del mundo. El Louvre se encontró con un emoticono sonriente con la cara de Mona Lisa; la Tate Modern, con una bucólica y pastoril escena convertido en escenario de un crimen; el British, con una figura humana empujando un carrito de la compra en medio de una caverna prehistórica; el Museo de Ciencia de Nueva York, con un escarabajo con misiles en las alas. Su mensaje es que el arte ha de ser libre y no puede estar enmarcado.
Por tanto, ¿qué mayor subversión que colocar una trituradora en el propio marco? ¿Qué mejor manera de ridiculizar las subastas y las exposiciones, de hacer un chiste sobre la manera que el arte es visto, valorado y percibido, de reivindicar los espacios públicos, sin barreras, como la manera mejor y más natural de expresarse, de hacer pedazos las fronteras convencionales? “No me puedo creer que haya idiotas que compren esta mierda”, afirmó Banksy en el 2014, tras la venta en el propio Sotheby’s de una de sus creaciones.
Gestos rebeldes y golpes de efecto como el del viernes pasado tienen numerosos precedentes en la historia del arte. En el surrealismo, en el dadaísmo, en el orinal de porcelana que Marcel Duchamp rebautizó como Fuente , en los pacifistas alemanes que eludieron el servicio militar en la Primera Guerra Mundial y decoraron las ciudades germanas y suizas con su arte de protesta contra una generación que llevaba a su juventud al matadero, metiéndola en una trituradora no de mentira sino real, en nombre de “la civilización”.
En los Young British Artists , que se hicieron de oro metiendo tiburones y vacas en formol (Damien Hirst), o haciendo una instalación con una cama y los nombres de todas las personas con las que se había acostado su autora (Tracey Emin). En Gustav Metzger, que pintó con ácido una sábana blanca en el South Bank de Londres. Pero una de las lecciones de la destrucción en tiempo real de Niña con globo –y el nacimiento de El amor está en el cubo de la basura – es que el mercado del arte lo absorbe todo, incluso la destrucción, el terrorismo artístico y la protesta. Que si se le acusa de estar ahogándose en dinero, dobla el precio de las obras de denuncia, y hace de la crítica una inversión.
“El impulso de destruir es un impulso creativo”, dice Banksy parafraseando a Picasso, mientras ataca al capitalismo decorando las ciudades con policías que se besan, anarquistas que tiran flores y encapuchados de Guantánamo.