Coixet: “A Lluís Pasqual lo sentenciaron cuando se negó a colgar el lazo amarillo en el Lliure”
En el Hay Festival
La cineasta dice que “ni la Fura ni nadie debe disculparse por lo que lleva en la solapa”
“Lluís Pasqual firmó su sentencia cuando se negó a poner el lazo amarillo en el Teatre Lliure”, dijo ayer la directora de cine Isabel Coixet durante un diálogo público con el corresponsal de The New York Times en España, el suizo Raphael Minder, en el marco del Hay Festival, evento que ayer cerró sus puertas en Segovia, tras cuatro días de intensos debates –literarios e intelectuales– que han movilizado a decenas de escritores y pensadores venidos de toda Europa.
La cineasta opinó también que “ni Àlex Ollé ni La Fura ni nadie tienen que pedir disculpas por llevar un lazo amarillo en la solapa. Que la gente lleve en la solapa lo que quiera, ¡es su solapa! Otra cosa es que los lazos invadan el espacio público. A mí no me gusta ver todos los árboles de mi calle llenos de plásticos. Ahora bien, jamás voy a quitar yo un lazo, por supuesto”.
“Hay dos tipos de gente: los que sólo quieren vivir con los suyos, y los que conviven con otros”
Minder, que ha escrito numerosos artículos y un libro sobre Cataluña, confesó: “Mi meta es que me odien ambas partes por igual”. “Yo confieso mi agotamiento, es muy difícil mantener la cordura y no tengo vocación de Juana de Arco”, replicó Coixet, quien, tras afirmar que “jamás votaré a Inés Arrimadas”, subrayó que le parecía “inaceptable que la insulten de esa manera”. Minder sostuvo que los seres humanos “necesitamos pertenecer a algo, una nación, una religión, un equipo de fútbol...” a lo que Coixet respondió: “Yo no siento esa necesidad de ser de una tribu”.
De hecho, manifestó su admiración por la actriz Rosa Maria Sardà, “que fue a la Generalitat a devolver la Creu de Sant Jordi y pidió un recibo. Yo también la tengo, de cuando las daba Maragall, pero qué pereza ir a devolverla... A mi padre le hizo mucha ilusión, de hecho se la di a él, y además tengo otra medalla, la de Bellas Artes, que me dio el rey Juan Carlos. ¿Qué voy a hacer, devolver todas las condecoraciones, de unos y de otros? No me importan pero es que no sé ni dónde las he metido”.
“¡Arrojemos los restos de Franco al mar! No es desaire, sino homenaje a su vocación marinera”
Como curiosidad, la cineasta había llegado en coche de madrugada a la ciudad castellana, procedente de Córdoba, y se encontró con la sorpresa de que, en su hotel, “a esas horas, había un hombre desnudo masturbándose en la ventana. ‘¿Será Ken Follet?’, me pregunté”.
Por la mañana, Isabel Fuentes, directora de CaixaForum Madrid, y Miquel Molina, director adjunto de La Vanguardia, hablaron de su “doble vida”, por la condición de novelistas que suman a sus respectivos cargos. Fuentes destacó la originalidad de la novela de Molina, La sonámbula(Destino), que “aborda un tema apenas tratado por la literatura, el de las relaciones que se establecen con las muñecas sexuales más sofisticadas, que no se ciñen a lo carnal sino que llegan a lo familiar y a presentárselas a los padres”. Molina habló de Un gen fuera de la ley (Turpial), la obra de Fuentes, un caso ambientado en la policía científica de Madrid, y dijo que la autora “está acostumbrada, en su trabajo, a recibir a reyes, ministros, científicos... es inevitable que se le abran ventanas para escribir una buena novela”. ¿Cómo hacen para escribir ficción y cumplir con sus empleos? “Muy sencillo: sufre todo lo demás, familia, deporte, aficiones, espectáculos...”, respondió Molina, quien recordó el caso extremo de Stieg Larsson, que “tras entregar Millennium a sus editores, cayó fulminado de un infarto después de subir las escaleras que le llevaban a su redacción “.
El historiador británico –afincado en EE.UU– Simon Schama presentó, por su parte, el segundo volumen de su monumental Historia de los judíos (Debate), que abarca desde el año 1492 –con la expulsión de España– hasta 1900 y que muestra, entre otras cosas, las profundas raíces del antisemitismo. Máximo exponente de la corriente de la “historia narrativa”, Schama, un divulgador que ha realizado más de 40 documentales televisivos, se basa, más que en la indagación en archivos, en las historias personales, en biografías significativas (del primer showman al padre del sionismo) y en la recreación de ambientes, lugares y épocas, utilizando recursos expresivos propios de la literatura. “Segovia –explicó–, como Cracovia, París, Córdoba o Granada, es uno de los sitios donde los judíos intentaron encontrar su hogar y no les fue permitido. Les resultó imposible pertenecer a la vez al judaísmo y a España, Polonia o Rusia. Mi libro intenta responder esa pregunta: ¿qué pasa cuando no encuentras tu lugar?”.
“España fue –afirma– el último país en expulsar a los judíos, antes lo habían hecho Francia o Inglaterra. La Inquisición fue muy cruel, se lo robó todo, con argucias como impedirles sacar animales del país –lo que les impedía llevarse sus pertenencias en carros– y la Turquía otomana se convirtió en el lugar más seguro para ellos, allí podían vivir judíos y cristianos, que tenían menos derechos que los musulmanes pero estaban protegidos como ciudadanos”.
Schama recrea, entre otras intensas escenas, los pogromos de la ciudad ucraniana de Odessa en el siglo XIX, “en muchos aspectos parecidos a lo que sufren hoy los inmigrantes en ciertas partes del mundo” porque, como antes, “el mundo continúa dividido entre dos tipos de personas: los que solo quieren vivir con la gente que es como ellos, y los que son felices conviviendo con otras culturas”.
Sin embargo, su ensayo dista de ser pesimista porque “a pesar de todo, esta historia no debe ser triste, sino vital, una reivindicación de la vida en medio de las dificultades. Su peripecia está llena de creatividad, y la diáspora los hizo cosmopolitas”. Otro historiador británico, Paul Preston, aportó en una mesa sobre la memoria histórica una original propuesta al debate sobre la exhumación de los restos de Franco: “¡Hay que arrojarlos al mar!”, exclamó, porque así “se evitará crear otro lugar de culto y peregrinaje fascista. No hay que verlo como un desaire sino como homenaje a un militar que siempre quiso ser marino”. El festival –que ha instalado en la entrada de su principal sede una tienda de refugiados– proyectó ayer Sea sorrow, en lo que fue el estreno en España de este documental sobre los desplazados, debut en la dirección de la actriz británica Vanessa Redgrave, de 81 años.
Asimismo, en un debate sobre la revolución digital, Carolina Jeux, ejecutivo de Telefónica Educación Digital, comentó unos informes que contenían dos datos para la reflexión: por un lado, “los chicos que hoy salen de la universidad tendrán que reinventarse integralmente siete veces” y, por el otro, “el 65% de los alumnos actuales de primaria trabajarán en oficios que aún no existen”.