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“Los problemas de EE.UU. ya estaban antes de Trump”

Una sucesión de crímenes aparentemente vinculados a conflictos raciales en la deprimida y dividida población de White River, con policías y activistas como víctimas, son la base de la última novela firmada por el exitoso escritor estadounidense John Verdon, Arderás en la tormenta). La manipulación informativa en pleno apogeo de la posverdad y las fake news enmaraña los sucesos. Pero el detective David Gurney no se conforma con las apariencias y poco a poco, a la manera de un arqueólogo, irá desentrañando la realidad oculta. Es la sexta entrega de las novelas protagonizadas por el policía retirado al que legiones de lectores siguen desde su primera actuación en Sé lo que estás pensando (2010).

Algunos personajes de su novela son de un racismo brutal, propio de épocas pasadas. ¿Vive su país un retroceso tan acusado en este punto como el que describe, o lo exagera para dramatizar?

Es difícil definir la magnitud del problema. El racismo existe en Estados Unidos desde hace más de 300 años. No quiero sugerir que los personajes más racistas de mi novela representen a la población blanca de América. Ese racismo tan crudo existe y es preocupante pero no alcanza a una porción grande de la gente, pero sí hay cierta dosis de racismo en una amplia parte de la población. En unas épocas el racismo está más latente y en otras se manifiesta mucho más. El problema no cambia; varía su visibilidad. El libro muestra un variado espectro de actitudes: desde la del religioso que actúa como mediador y aboga por el entendimiento, hasta la de otros que son manifiestamente racistas.

Arderás en la tormenta es también un aviso contra la manipulación informativa. ¿Es usted de los que temen que las noticias falsas se impongan a las verdaderas?

Algo de esto parece estar ocurriendo y es muy inquietante. No estoy seguro de que las noticias falsas vayan a hacer desaparecer las de The New York Times, por ejemplo. En mi juventud y en la suya había informaciones poco fiables y puntos de vista muy diferentes para contar lo mismo, pero esto... Esto de ahora, cuando a menudo no sabes si algo es cierto o falso, es un fenómeno nuevo. Me preocupa porque no sé cómo va a evolucionar. Hay nuevos medios y agencias que parecen dispuestos a atraer audiencias a cualquier precio. En internet han surgido espacios de resonancia en los que se promueve el odio, y ya no sólo la discrepancia. Los medios que actúan en esa línea atraen a un público numeroso y algunos partidos y grupos políticos se sirven de ello para estrechar lazos con sus votantes.

Usted ha estudiado el asunto para la novela. Y, como dice, ya no es sólo manipulación sino invención. ¿A qué atribuye el salto?

La causa es internet. Porque es un medio muy diferente que no necesita barreras ni financiación para que cualquiera pueda convertirse en fuente de información. Antes necesitabas dinero, plantilla y garantías para dar noticias. Ahora, toda clase de gente enloquecida puede transformarse en autoridad sobre no importa qué tema. Y esa gente a menudo reúne audiencias enormes a base de personas que comparten prejuicios. Dicen barbaridades y logran monetizarlas. Internet permite que circulen con éxito increíbles teorías de la conspiración.

¿Algún ejemplo?

Hay un blog que fabrica muchas de esas teorías y ha llegado a acusar al Gobierno de manipular huracanes para atacar a ciertas ciudades. Y es conocida, porque se difundió mucho en su momento, la tesis de que Obama no es estadounidense.

¿Cree que Trump es un manipulador o más bien un bruto?

John Verdon rechaza sacar conclusiones a partir de las apariencias: como su personaje el detective Gurney

Parece una pregunta simple pero no lo es. El tema Trump apasiona. Tengo muchos amigos que, cuando salimos a cenar juntos, sé que tardarán menos de media hora en empezar a hablar de él. Verá. Yo creo que con Trump está muy extendida la idea, creo que errónea, de que sin él las cosas serían muy diferentes. Si él no estuviera, las cosas parecerían distintas..., lo que no es lo mismo.

Pero la llamada posverdad nunca estuvo más en boga. Y las tensiones que subraya en su novela parecen haber aumentado...

Pero Trump no ha inventado estas cosas. Pienso que lo que su elección y su mandato han hecho es visibilizar tales problemas, que sin embargo ya estaban ahí. Él no ha creado las divisiones en la sociedad norteamericana: les ha puesto luz. Ha hecho dolorosamente visibles unas heridas no cerradas que ya existían.

Todo ello está en su novela, que también merece comentarios sobre su forma. En ella, todo es acción y diálogo, con descripciones breves. ¿Agilidad ante todo?

Nunca pienso en el estilo. Veo el dibujo del escenario, reproduzco diálogos en mi mente, tomo notas en tarjetas, ordeno los pensamientos y, ya con un esquema claro, escribo. La estructura es la clásica de la novela negra, con temas sociales como los que hemos hablado pero no a modo de denuncia sino como parte de la trama. Hay dos capas: de un lado, la referida a lo que el criminal hace, con qué método lo lleva a cabo y cómo lo encubre; de otro lado, la de cómo el detective ( David Gurney) investiga el crimen, en este caso mediante una analogía arqueológica en la que primero descubre una piedra, luego los muros, una casa y tal vez toda una ciudad enterrada.

¿Tiene en mente otra novela de por Gurney?

Sí, ya tengo unas cien tarjetas con ideas para una probable nueva novela. Lo principal ya está.

Gurney es un compañero de vida. ¿Qué representa para usted?

Tenemos parecido modo de pensar. Somos curiosos, tenemos una mentalidad abstracta y buscamos patrones en actos y actitudes. Pero él es fuerte y no teme afrontar conflictos ni peligros. Es un rasgo que no tengo y me gustaría compartir.

¿Le aporta el valor que usted no cree tener?

Exacto. Y es un buen ejemplo para mí. Llega a conclusiones sin preocuparse tanto. Sin ansiedad.