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Baja el telón

Opinión

El Nobel de Literatura, Dario Fo, ha fallecido en un hospital de Milán a los 90 años de edad

Dario Fo ganó el Nobel de Literatura en 1997.

Massimo Rana / AP

Llega la noticia de la muerte de Dario Fo y uno siente, ante todo, ganas de aplaudir. De lanzarle un bravo desde la platea de los vivos al que ha sido mucho más que un gran escritor. Actor brillante, investigador erudito de las manifestaciones teatrales populares y del lenguaje dialectal –sabía hablar en idiomas mágicos, el napolitano, el calabrés, como si los rescatara del mismo baúl del que extraía sus máscaras de enormes narices- fue además un intelectual comprometido con los de abajo, los que reciben los golpes de un sistema económico cada vez más injusto y por los que no tenía problema en mancharse y abandonar lo que hoy llamaríamos su ‘zona de confort’.

Tuve el privilegio de acompañarle durante varios días con el fin de realizar una larga entrevista para este diario. Lo vi cantar, bajo un cielo estrellado, ‘Bella ciao, ciao, ciao’ y otras canciones revolucionarias junto a un grupo teatral de estudiantes universitarios a los que había ido a ver como uno más, sentado en el suelo; lo vi hacer reír a un grupo de jubilados que jugaban a cartas en un bar; lo vi besar a su esposa, la actriz y Franca Rame, a la que acompañaba cada mañana a la puerta del Senado… Muchos de sus textos, ya de por sí excelentes, cobraban insospechados matices al ser leídos en voz alta. Léanlo, su ‘Misterio bufo’, su ‘Muerte accidental de un anarquista’… Y véanlo, también, en los vídeos que puedan encontrar. Porque él fue, ante todo, un cómico, que prefería las plazas callejeras a los marcos dorados y las lámparas de araña de la Academia Sueca.