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Explotación sexual, hambre y problemas mentales: una modelo te cuenta la cruda realidad del mundo de la moda

Vida

Leanne Maskell fue modelo durante más de una década y ahora quiere contar todas esas experiencias que ha vivido y que conforman el lado menos glamouroso del mundo de la moda

Ser modelo no es tarea fácil, y quizá que solo un pequeño porcentaje de la población pueda aspirar a ganarse la vida de esa manera de todas las pistas que necesitamos para darnos cuenta de las tremendas exigencias que han de sufrir aquellos que deciden dedicarse de lleno a la profesión. Porque claro, no todas las mujeres son espectaculares como Gisele Bündchen o tienen la cantidad de padrinos y conexiones que puede tener Kendall Jenner para hacer de su pasión una carrera y llegar a lo más alto; y la inmensa mayoría tiene que someterse a duras dietas y regímenes de ejercicio extremo para poder lucir perfectas y pasar todas esas pruebas de casting a las que acuden. El mundo de la moda es de todo menos perfecto, y pese a que te intenten hacer creer que se trata de una carrera en la que eres fotografiada y te conviertes en la estrella de toda pasarela, solo unos pocos elegidos pueden alcanzar ese estátus.

Esa verdad ha querido contar la ex modelo Leanne Maskell, que ha desvelado esa “cara B” que el resto no vemos a través del diario ; el lado más oscuro de un mundo al que muchas jóvenes de hoy en día aspiran, sobre todo desde la aparición de las modelos de “Instagram” y las falsas promesas de una vida de lujo y regalos de los patrocinadores.

“Os puedo asegurar que detrás de esa fachada de belleza y lujo, no todo es lo que parece”, dice Maskell, “En mi caso, me encontré en un trabajo sin posibilidad alguna de progresar, en el que me sentía explotada desde todos los ángulos y por el que tuve que liar con los problemas mentales que surgieron como resultado”.

Maskell comenzó su carrera con tan solo 13 años, cuando su madre envió una foto suya a una agencia de modelos local. La niña había sido víctima del acoso escolar durante años debido a su aspecto alto y desgarbado, y su madre no dudó en intentar hacer que la niña intentara quererse un poco más a sí misma. Cegadas por el “glamour” del mundo de la moda, a las dos se les dijo que la niña se convertiría en la próxima súpermodelo y que sus fotos estarían en las revistas más prestigiosas. Para la madre y la entonces adolescente Maskell, no hizo falta mucho más, siendo así el pistoletazo de salida para una carrera que duraría más de una década.

“Una de las cosas que nunca te cuentan acerca de ser modelos es que apenas tienes controla cerca de tus contratos o experiencias que te tocan vivir en el trabajo. A menudo, se ve a las modelos como simples objetos que se contratan por un día, para lo que sea, y **esto hace que nos olvidemos que tenemos derechos”.

Según Maskell, el único poder real que tuvo como modelo fue el de escoger agencia, cosa que normalmente se realiza sin tener conocimiento alguno de cómo funciona la industria o de si las personas que te están llevando velarán por tu seguridad.

“Una vez, me decidí por una agencia muy prestigiosa, pero pronto me encontré siendo engañada y viendo cómo no recibía el pago por algunas sesiones y se lo quedaba todo la agencia. Al tener experiencia trabajando con grandes marcas pude reclamar lo que era mío, pero aún así me sentí presionada por “el nombre” de la agencia”.

La modelo descubrió que el impago por su trabajo era algo demasiado habitual en el mundillo, con agencias que se aprovechaban sobre todo de las modelos más amateur. En su caso, el impago de esas sesiones le llevó a acumular una deuda de más de 1000 euros que le provocó un deterioro en su salud mental.

“Sufría constantes ataques de pánico, y cuando amenacé con irme si no me pagaban, me amenazaron con emprender acciones legales”, explica, “Por si fuese poco, me he sentido humillada en castings muy a menudo, y se referían a mi como si fuese un simple objeto. Una vez, por ejemplo, un cliente se quejó durante dos horas porque la altura de mis cejas no era igual”.

Todo eso, sin contar con la presión por mantener unas medidas “perfectas”, a lo que casi todas las modelos en activo han de hacer frente.

“Una agencia me pidió que perdiera más de 7 centímetros de mis caderas”, confiesa, “Cuando me negué, me dijeron que “solo” tenía que perder 3. Tras meses de medidas a diario, la agencia me invitó a una “reunión” para hablar sobre ello. Fue humillante y degradante el tener que escuchar reproches porque no conseguía estar ‘lo suficientemente delgada’. Me sentía patética y que no servía para nada, pero todo el mundo a mi alrededor parecía pensar que era más fácil de lo que parecía. Cuando conseguí por fin perder el peso, me pidieron que perdiese otros 2 centímetros. Ahí me di cuenta de que nunca sería suficiente”.

“Como modelos, la gente asume que nuestros cuerpos pueden ser objeto de crítica o ataque, lo cuál ha hecho que haya desarrollado una relación muy complicada con mi cuerpo”, dice Maskell, “He sufrido trastornos alimenticios y tengo dismorfia severa”.

Maskell asegura que ese entorno y lo duro de la situación hace de las modelos un objetivo perfecto para todo tipo de situaciones de acoso y explotación sexual.

“Es totalmente normal que los castings y sesiones de fotos se hagan en habitaciones de hotel, lo cual nos puede poner en situaciones incómodas”, dice, recordando un casting en el que solo estaba con un fotógrafo que inmediatamente le pidió que se desnudara sin venir a cuento, tras lo que luego él le ofreció un trabajo como “acompañante sexual” en Oriente Medio, “Las agencias no quieren que sus modelos tengan malas experiencias, pero la industria no está regulada”.

Con su testimonio, recogido en su primer libro, The Model Manifesto , Maskell quiere llamar la atención de todas esas modelos que comienzan y las que se han consolidado, para que sean conscientes de sus derechos y no permitan que este tipo de situaciones sucedan en la industria.