La historia de las luces de Navidad habla de inclusión y de redención. No todo el mundo lo sabe pero la tradición de decorar habitaciones y árboles con luces se debe a un migrante adolescente llamado Albert Sadacca.
El joven nació en Turquía en 1901 y su decisión cambiaría el aspecto de todas las ciudades del mundo durante las semanas en las que se celebra la Navidad.
La idea de un niño cambió para siempre el paisaje de las ciudades de todo el mundo
Bombillas. Albert emigró a Estados Unidos con sus cinco hermanos. En 1917 se produjo un trágico incendio provocado por velas colocadas en árboles de Navidad. Albert decidió adaptar bombillas baratas que vendían sus padres en una tienda, creando una cadena con varias de estas luces.
Éxito. Durante el primer año solo logró vender 100 cuerdas de luz. Una vez pintó las bombillas de rojo, verde y otros colores el negocio despegó. En 1926 fundó un grupo comercial formado por pequeñas empresas que se convirtió en la mayor empresa de iluminación navideña del mundo hasta el 1960.
Estrellas. La costumbre de decorar los abetos con luces es mucho más antigua. Se dice que Martín Lutero inició la tradición. Cuentan que, caminando por el bosque se quedó encantado con las estrellas que brillaban entre los árboles y decidió atar velas a las ramas de un abeto. Esta tradición duraría hasta más allá de la llegada de la electricidad en la década de 1920. Durante mucho tiempo las luces navideñas fueron un privilegio de los más ricos. En 1900 se necesitaban hasta 300 dólares (10.000 dólares actuales) para pagar las luces, un generador y un operador. La idea de Sadacca acabaría llevando las luces a todo el mundo.
¿Cuál es la luz más recomendable? Durante la época navideña se produce un 30% de aumento de energía para decoraciones luminosas, lo que corresponde a unas 650 toneladas de CO2 al día.
La socióloga ambiental Ada Rosa Balzán da una serie de recomendaciones para ser lo más sostenible posible: “Si realmente no podemos renunciar a las luces navideñas, es mejor elegir luces LED y también prestar atención a la iluminación y los colores, especialmente las externas, que también crean una contaminación lumínica que puede desorientar a los animales y alterar sus ritmos respiratorios al dormir, por lo que son mejores las luces suaves de color crema que deben apagarse por la noche”, comenta.