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El mejor oficio del mundo

Premios Gaudí 2022

Hablamos con Neus Ballús, Agustí Villaronga, Clara Roquet y Daniel Monzón, aspirantes al Premio Gaudí a la Mejor Dirección

Daniel Monzón, Clara Roquet, Agustí Villaronga y Neus Ballús

Marina Roca

Neus Ballús, Agustí Villaronga, Clara Roquet y Daniel Monzón se disputan el Premio Gaudí a la Mejor Dirección en un año marcado por la diversidad, con películas muy diferentes, con aproximaciones ricas y singulares a temas universales: los prejuicios en ‘Sis dies corrents’, las muertes en el Mediterráneo en ‘El ventre del mar’, la familia y los privilegios en ‘Libertad’, el amor a cualquier precio en ‘Las leyes de la frontera’. Hablamos con los cuatro sobre el oficio de dirigir cine, sobre la pasión, los miedos y las alegrías que viven en un rodaje.

Fontaneros que hacen de actores haciendo de lampistas. Naufragios de barcos y de almas. Niñas privilegiadas que abren los ojos. Quinquis locamente enamorados. Todo esto forma parte de la excelente cosecha cinematográfica de este año, caracterizada por el compromiso, el riesgo y una interesantísima y muy estimulante diversidad temática, estilística, de tonos y de géneros, de referentes y de objetivos. Los largometrajes de las nominadas y los nominados a 'Mejor dirección' en los XIV Premios Gaudí demuestran inquietudes propias de recorridos profesionales muy diferentes, de caminos y maneras de hacer que a veces convergen y a veces son lejanas. Pero todos se entusiasman haciendo cine, como evidencian en una charla en la que se habla de vocaciones, de miedos y satisfacciones, y en la cual sobrevuela una idea: dirigir cine es el mejor oficio del mundo.

Jo he escogido mi manera de dirigir, desde la colaboración y la comunidad

Clara Roquet

Se da la circunstancia de que los cuatro son también los guionistas, solos o acompañados, de sus películas, pero solo Clara Roquet (Vic, 1988) escribe para otros cineastas. Me gusta mucho mimetizarme con otra persona, ser una herramienta para su mirada, a pesar de que hay ciertas historias más propias o personales que ahora sí siento que quiero dirigir yo, explica. Crecí en una familia no especialmente cinéfila, en un pueblo sin cine, no pasaba de ver Sonrisas y lágrimas en loop. Era bastante impensable que me dedicara a esto. Pero mi tío, que sí era muy cinéfilo, me regaló Los 400 golpes cuando tenía 14 años. Para mí fue casi una epifanía. Después me regaló Hiroshima, mon amour, que también me hizo explotar el cerebro. Como siempre me había gustado mucho la literatura y tenía muchas ganas de escribir, tuve clarísimo que quería escribir películas, explica. Guionista de vocación, directora cuando el fruto estaba lo bastante maduro, Roquet continúa: Después entendí que un buen guionista escribe en imágenes. Más que literario, creo que es un trabajo de creación de imágenes poéticas, de texturas, de atmósferas... Los guiones que más me gustan son los que te permiten visualizar las películas. Y a mí me pasa, sobre todo en las historias más personales.

Abierta la veda de los orígenes y las vocaciones, Daniel Monzón (Palma de Mallorca, 1968) viaja a su niñez: A los 8 años, mi abuela me llevó a ver King Kong, me enamoré de lo que vi... Creo que desde entonces quiero hacer cine. Por el camino me encontré hablando de cine en la revista Fotogramas o en Días de Cine de Televisión Española, pero la obsesión por hacer cine no me abandonaba, y aún más cuando me di cuenta de que dirigir era la mejor manera de vivir varias vidas. Rodar una película es una aventura, quieres crear un universo para que el espectador lo viva durante dos horas, pero a ti te dura los dos o tres años que dedicas en levantarla. Durante este tiempo, también transitas en este universo, soñándolo, pensándolo, mimándolo, construyéndolo. Por ejemplo, escribiendo Celda 211, iba a prisiones a entrevistarme con internos y funcionarios, para absorber todo aquel ambiente. Y con El Niño pasamos ocho meses en el Estrecho de Gibraltar, hablando con vigilantes aduaneros, guardias civiles y también con delincuentes. Bajamos al Marruecos, estuvimos en plantaciones de marihuana, sobrevolamos el Estrecho en helicóptero persiguiendo lanchas, y también navegamos en aquellas embarcaciones. ¡Lo viví todo! Hacer cine te permite llegar a mundos que de otro modo no conocerías.

¡Tienes razón! Cuando acabé La plaga, sentía que había sido trabajadora sexual, campesina, anciana, luchadora... ¡Y ahora he sido fontanera!, responde Neus Ballús (Mollet del Vallès, 1980). ¡Cuántas vidas he vivido! ¡Quizás por esa razón dirigir es una de las mejores profesiones del mundo!, afirma. Ella llegó a la dirección de cine desde una vertiente más familiar: Estoy aquí por accidente, porque empecé a filmar a mi abuelo como ejercicio universitario. Yo ni siquiera sabía que quería ser cineasta. Estudiaba cine porque consideraba que era un lenguaje artístico más, pero no fue hasta que tuve contacto con la práctica, con la realidad, cuando empecé a construir mi punto de vista. En clase nos daban referentes masculinos, estudiábamos Lynch, Tarantino, Kaurismäki, y yo pensaba: "qué guay", pero no sé qué estoy haciendo aquí. Fue muy importante darme cuenta de que veo las cosas desde una perspectiva ligeramente diferente del resto de gente. Si no me ocurriera esto, probablemente no me haría falta hacer una película. Grabando a mi abuelo vi que tenía mirada propia. Y ahora tengo claro que la escritura, la dirección y el montaje son tres profesiones que nunca he sabido separar.

En las primeras películas, ¡recuerdo el terror!, pensando que llegaría al rodaje y habría 30 o 40 personas que te pedirían un montón de cosas, una detrás de otra

Agustí Villaronga

Comparto mucho del que decís, apunta Agustí Villaronga (Palma de Mallorca, 1953). Con 14 años supe que quería hacer cine. No pensaba en ser guionista, pero he hecho unas quince películas y siempre he escrito los guiones. Y no he escrito ninguno para otro director, así que para mí van totalmente vinculadas una cosa y la otra. Es cuando estás escribiendo y documentándote que ya vas dando forma a la película, ya la vas visualizando, poniendo tus emociones, tus sentimientos.

EL MIEDO Y LA SOLEDAD DE DIRIGIR

Estas emociones a flor de piel de las que habla el director de El ventre del mar se giran, en ocasiones, en contra de nuestros protagonistas. Para mí, reflexiona Neus Ballús, la dirección de películas es un acto sorprendentemente solitario, porque al final tienes que tomar muchas decisiones, tienes la última palabra, y aunque siempre estás rodeada de gente, hay una gran soledad detrás de todo el proceso. Y en este sentido, la escritura es especialmente delicada, porque puedes entrar en bucles, hay muy poca distancia con el material y con las emociones con las que trabajamos... yo necesito ir a terapia si no escribo con alguien, dice riendo.

Aunque siempre estás rodeada de gente, hay una gran soledad detrás de todo el proceso"

Neus Ballús

A mí, esto de sentirme solo no me pasa, opina Agustí Villaronga. Estás rodeado de mucha gente y acabas por compartir los momentos difíciles, los sustos, a veces con un actor, a veces con el director de fotografía. Ahora, mirando hacia atrás, en las primeras películas, recuerdo ¡el terror!, pensando que llegaría al rodaje y habría 30 o 40 personas que te pedirían un montón de cosas, una detrás de otra, y tendría que contestar sí o sí. Y con solo pensarlo ya no duermes, confiesa, entre las sonrisas cómplices de sus compañeros de conversación. Con el paso del tiempo este terror ya no es tan grande. Pero más que la soledad que dice Neus... ¡es el susto!

Clara Roquet también habla de temores: Cuando rodé mi primer corto, El adiós, me daba mucho miedo la idea de dirigir, porque siempre lo asociaba a una figura autoritaria, y yo soy muy tímida. Entonces, por puro miedo, decidí rodearme de amigos de la profesión, de gente con la que sentía bastante confianza como para pedir consejo si había algo que no sabía cómo afrontar, gente a la que quería. Un salvavidas que me hacía sentir menos sola. El otro día leía una entrevista a Kenneth Branagh donde decía que, según él, la frase más útil en el set de rodaje era «aún no lo sé» (todos afirman con la cabeza). Si dices «no lo sé» te puede restar seguridad, pero si añades un «aún», como mínimo ganas tiempo. Yo he elegido mi manera de dirigir, desde la colaboración y la comunidad, confiesa la directora de Libertad.

Desde que vi 'King Kong', con 8 años, que quiero hacer cine. Y todavía más cuando me di cuenta que dirigir era la mejor manera de vivir distintas vidas

Clara Roquet

Una idea que recoge y matiza Daniel MonzónYo trato de rodearme de gente más inteligente y con mucho más talento que yo, que me parece que es lo mejor que puedo hacer. A mí me toca esparcir la semilla, regar la idea, proporcionar una mirada, marcar el camino que tiene que tomar todo aquello, y entusiasmar a todo el mundo. Y sí, quizás hay cierta soledad, en el fondo, si empiezas a hurgar, sí que puedes sentirte angustiado, bloqueado, con tanta gente dependiendo de ti. Pero trato de no pensar mucho, y de rodearme y apoyarme en mi equipo, y despertar su espíritu juguetón, porque, en realidad, el cine es un gran juego.

MÁS PROS QUE CONTRAS

A pesar de los miedos y las sensaciones de soledad, los cuatro han vivido los aplausos y la satisfacción de dedicarse a un trabajo que les apasiona, y disfrutan de la aventura que comentaba Monzón. Para mí hay una cosa mágica en el acto de la creación, en el no saber exactamente por qué estás haciendo aquello, pero notar que te encanta. Y necesitas ese misterio, que el proceso de desarrollar esa historia sea también el de un descubrimiento, porque hay muchas cosas que aprendes de ti mismo, porque hacer una película te confronta contigo mismo, razona Clara Roquet. Y despierta la inventiva, si tenemos en cuenta lo que añade Agustí VillarongaAl final haces cine con los recursos que tienes, nuestra película ha costado 400.000 euros, que es nada, y decidimos no perder el espíritu teatral que permitía no tener que ir a rodar en medio del mar, planteando ciertas convenciones que permitían no gastar dinero en localizaciones. Cuando quieres hacer películas creativas, independientes, que escapan de lo más convencional, te tienes que inventar las fuentes de financiación.

Hacer una película es una experiencia profundamente transformadora. Empecé Sis dies corrents hace seis años, es mucho de tiempo, y he cambiado durante el camino. Pero he conservado siempre algo que para mí es vital para sacar adelante una idea: aquella intuición que no sabes de donde sale ni por qué te dice que tienes que ir hacia ese lado, mantiene Neus Ballús. Estoy muy de acuerdo, interviene Monzón: Tienes que tener la necesidad vital de levantar aquello. Tienes que estar convencido y transmitir pasión. Si no lo haces, difícilmente convencerás a las personas que tienen que poner su dinero en el proyecto. Quizás soy muy romántico, o poético, pero creo que esto también influye. En todo caso y a pesar de todo, ya lo decía Sidney Lumet en un libro imprescindible: dirigir cine es fantástico, no se me ocurre un oficio mejor, remata el director de Las leyes de la frontera.

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