Los niños están más seguros en la escuela

Big Vang

Los niños están más seguros en la escuela

Afrontémoslo: A menudo proyectamos en nuestros hijos nuestros mayores miedos. O así lo parece. La reapertura del melón acerca de si los colegios deben -o no- mantenerse cerrados después de las vacaciones escolares navideñas en aras de un mejor control de la transmisión comunitaria, no deja de ser un intento de desacreditar los datos existentes y un agravio comparativo para los intereses de casi 1.5 millones de escolares en Cataluña, cuyo derecho fundamental a una educación presencial no debe ser puesto en cuestión. 

En los últimos días un grupo de expertos (en el cual no se adscribe ningún pediatra) ha vuelto a poner el grito en el cielo sobre la idoneidad de mantener las puertas de los colegios abiertas. Sus principales argumentos son que, en el contexto de la actual alta transmisión, y ante la amenaza de la nueva variante inglesa con un mayor potencial de transmisibilidad, los riesgos superan con creces a los beneficios. Enfatizan asimismo que los niños ejercerían como altos transmisores del virus, y que, por tanto, debemos ser más contundentes con las medidas diseñadas para controlar la transmisión a partir de ellos. Me gustaría, en las siguientes líneas intentar convencer a los lectores de que la realidad se aleja mucho de estas premisas agoreras, y que el retorno de los niños a las aulas tendrá un impacto mínimo en el devenir de la pandemia.

La reapertura del melón acerca de si los colegios deben -o no- mantenerse cerrados no deja de ser un intento de desacreditar los datos existentes

Es bien cierto que la situación epidemiológica actual es más que preocupante. La incidencia acumulada en Cataluña en los últimos 14 días ronda los 400 casos/100.000 habitantes, el riesgo de rebrote supera un valor de 600 (idealmente debería ser inferior a 100), y los hospitales se están quedando sin aire. Sin embargo, la incidencia acumulada y el riesgo de rebrote actuales son aproximadamente la mitad de los observados en Cataluña a principios de noviembre, en el pico de la segunda ola, periodo en el cual las escuelas estaban abiertas sin aparentes grandes problemas. Ni la tasa reproductiva efectiva ni el número de pacientes hospitalizados han superado los valores máximos vistos en lo que llevamos de pandemia. Hay mucho por hacer para revertir esta situación delicada, pero hemos demostrado ser capaces de hacerlo en el pasado, con medidas que han funcionado incluso sin tener que recurrir al cierre de las escuelas.

Si miramos los datos acumulados en este primer año de pandemia, podremos confirmar que los niños en edad escolar parecen tener una eficacia contagiadora de este virus muy inferior a la de los adultos. Los brotes originados a partir de un caso índice pediátrico son infrecuentes, y a menudo autolimitados, a diferencia de lo que ocurre entre los adultos, donde no son infrecuentes los eventos super contagiadores, que todavía no se han descrito en la edad pediátrica.

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Desde la vuelta a las aulas en septiembre, en Cataluña se han notificado durante este primer trimestre casi 34.000 infecciones en las escuelas .

EFE/Ángel Medina G

Desde la vuelta a las aulas en septiembre, en Cataluña se han notificado durante este primer trimestre casi 34.000 infecciones en las escuelas, afectando a 30.486 alumnos, y 3143 docentes, o lo que es lo mismo, 2.12% del total del alumnado y 1.92% del profesorado. Tan solo 4 de los 5104 centros censados, un 0.08%, han tenido que cerrar de forma temporal, y el número de grupos estables puestos en cuarentena siempre ha estado por debajo del 1.5%. Además, 87% de los casos positivos detectados en las escuelas no ha originado ningún caso secundario, y en el 13% restante, solo se han producido -de media- uno o dos contagios adicionales, demostrando así que los niños son generalmente poco amplificadores de la transmisión y que las medidas implementadas en las escuelas para contener la transmisión funcionan de forma eficiente. 

Algunos expertos han asegurado que el hecho de que las infecciones por SARS-CoV-2 en edad pediátrica sean frecuentemente asintomáticas podría implicar que existe una transmisión importante entre y a partir de niños oculta, dado que rara vez testamos de forma masiva a esta población. Sin embargo, los datos generados por el hospital Sant Joan de Deú de Barcelona (Estudio KIDS corona) durante las colonias urbanas de verano, y por el grupo de trabajo de pediatras de atención primaria y hospitalaria en Cataluña (COPEDI-CAT) confirman lo contrario, demostrando una baja transmisibilidad a partir de los menores, y un riesgo inherente bajo de influir en la transmisión comunitaria. Que la incidencia relativa en los niños haya sido específicamente inferior durante el periodo lectivo de septiembre a diciembre, tal y como asegura el Grup de Recerca en Biologia Computacional i Sistemes Complexos de la UPC, no hace más que confirmar esta hipótesis.

De momento no existe ninguna evidencia sólida de que la variante británica aumente la transmisibilidad en los niños infectados

La llegada a nuestro país de variantes del virus más infecciosas como la inglesa abre un interrogante en la actual ecuación de la transmisión en nuestro país. De momento no existe ninguna evidencia sólida de que esta variante aumente la transmisibilidad en los niños que se infectan con ella, y las cifras que llegan del Reino Unido deben interpretarse con cautela dado que el aumento allí de su detección en los grupos pediátricos podría estar fuertemente sesgado por no haber sido interrumpidas en las últimas semanas del año la actividad presencial en las escuelas mientras que sí se habían limitado de forma muy rígida las actividades para los adultos. En nuestro entorno, las visitas a urgencias y los ingresos hospitalarios en la edad pediátrica se mantienen muy estables y en un orden de magnitud inferior a lo que se ve en los adultos.

Ante cualquier epidemia, y más si ésta alcanza características tan dramáticas como las de la actual crisis mundial, la precaución debe siempre prevalecer a la hora de proponer cualquier nueva medida de salud pública. La salud individual debe siempre protegerse, aunque las medidas deben disponerse sobre todo por el bien comunitario. Ante el actual debate relacionado con las escuelas, cabe preguntarse si los beneficios de mantener éstas abiertas superan los posibles riesgos. Estoy convencido de que así es, y que los niños tienen el derecho -y nosotros el deber de facilitarlo- de volver a las aulas. No haber permitido el regreso a las clases en septiembre hubiese sido un error, y la experiencia acumulada nos permite ahora entender que las escuelas han funcionado de forma notable como tampones de contención de la transmisión comunitaria. Un escenario aún más catastrófico del actual podría conllevar la necesidad de endurecer de forma más drástica las medidas de contención actuales, y sólo en ese momento debería contemplarse el cierre de las escuelas como último paso en el camino hacia el confinamiento total poblacional. Mientras esto no ocurra, no permitamos que justos paguen por pecadores en esta crisis en la que los adultos tienen tanto que rectificar.

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