Loading...

No estamos cansados, estamos cabreados

‘Fatiga pandémica’

Tras meses de incerteza y de una gestión cuestionable de la crisis, la ciudadanía se siente menos motivada a seguir las medidas de prevención

Segün la OMS, el 60% de la humanidad siente fatiga pandémica

Dani Duch

“Hoy se me ha acabado la paciencia”, alertaba Clara Arnedo, de 44 años en su muro de Facebook. Esta guía turístico y periodista de viajes criticaba duramente las nuevas restricciones impuestas el jueves pasado por el Govern que buscan supuestamente reducir los contactos sociales para frenar la curva de contagios.

“Nos dicen que nos encerremos en casa y no salgamos a respirar el aire de la montaña, pero que cojamos el tren el lunes para ir a trabajar y que los aviones vuelen para que los políticos hagan cenas multitudinarias, porque nosotros, el pueblo, no hacemos las cosas suficientemente bien. Pues yo no me pienso volver a quedar mirando la vida desde la terraza de casa”, exclama con rabia.

No es la única. En las últimas semanas en que al anuncio por parte del gobierno de decretar un estado de alarma para los próximos seis meses -que hace prever un escenario pandémico muy complicado hasta la primavera-, se suma la amenaza de nuevos confinamientos de todo tipo, el cierre de bares, restaurantes, gimnasios, cines, teatros, los mensajes de indignación se multiplican en un momento crítico de la epidemia, en que España ya ha pasado de los 35.000muertos y cada vez tiene más pacientes Covid en las UCI de los hospitales.

Para Sergi Iracheta, director de fotografía, los políticos “están tomando medidas para tapar sus carencias e intentan responsabilizar a la gente de la situación en la que estamos”. Y eso, opina, “lo único que hace al final es que nos peleemos unos con otros y nos acusemos de si tú llevas la mascarilla más arriba o más abajo”.

El teletrabajo con hijos pequeños en casa durante los meses de confinamiento fue una situación estresante e y angustiante para muchas familias.

Llibert Teixidó

Marta P., de 46 años, que trabaja en el sector del márketing, confiesa que aún se siente ‘traumatizada’ por el primer confinamiento, cuando tuvo que teletrabajar con un niño en casa de 3 años, sola. “Aún no he superado todo el estrés, ansiedad y angustia que sentí aquellos meses”. Y, afirma, ahora está “muy cabreada”. “¿Qué han hecho durante este tiempo los políticos, los gestores, cuando se supone que debían estar buscando soluciones?”, se pregunta.

Fatiga pandémica

Esa sensación de frustración, de desasosiego, de hastío, de rabia, de cansancio es mundial y va en aumento. Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaba una encuesta en la que concluía que el 60% de la población del planeta tiene ‘fatiga pandémica’ tras vivir durante meses con incerteza y restricciones, lo que hace que se sienta menos motivada para seguir comportamientos de prevención frente a la infección, como respetar la distancia de seguridad o llevar la mascarilla. En esta segunda ola, señalaba el documento, cuesta más convencer a la población de que tiene que realizar más sacrificios sociales y económicos. Y, sobre todo, de que esos sacrificios sirven para algo.

¿Qué han hecho durante este tiempo los políticos, los gestores, cuando se supone que debían estar buscando soluciones?”

“Los humanos estamos programados para afrontar situaciones críticas durante un periodo de tiempo. Aparece el virus, se establece un estado de alarma y podemos generar recursos para afrontar esa excepcionalidad y adaptarnos”, explica Mònica Lòpez, vicepresidenta de la sección de psicología de emergencias del Colegio Oficinal de Psicología de Catalunya.

Si esa excepcionalidad se alarga en el tiempo, nos estresa y agota, y más cuando tenemos que estar continuamente adaptándonos a instrucciones nuevas y renunciar a todo lo que nos apetece”, añade y destaca que, además, “estamos sobreexpuestos a información negativa, a mensajes confusos, a la descoordinación entre los políticos e instituciones, que transmiten recomendaciones contradictoras. Todo eso genera una enorme crisis de confianza. Los ciudadanos nos sentimos indefensos, inseguros, frustrados”, añade.

“No podemos ir a un cine, con aforo limitado y mascarilla, pero esta semana el conductor del bus iba sin mascarilla porque no está obligado a ello por normativa, a pesar de que la mampara protectora que lo separa de los viajeros no llegaba hasta el techo. Si los aerosoles pululan en la sala de cine o del gimnasio, digo yo que también lo hacen en el bus”, cuestiona indignada Anabel Herrera, quien admite sentirse “frustrada” y que “tras todos estos meses acumulando mucha rabia, empiezo a notar el desgaste”.

Estamos sobreexpuestos a información negativa, a mensajes confusos, a la descoordinación entre los políticos e instituciones, que transmiten recomendaciones contradictoras. Todo eso genera una enorme crisis de confianza . Los ciudadanos nos sentimos indefensos, inseguros, frustrados.”

Para Ingeborg Porcar, directora de la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de Barcelona (UTCCB), los gestores han malbaratado el crédito de confianza que la población les dio en la primera ola. Y a factores inevitables que socaban el ánimo como el hecho de que la crisis ya lleve 8 meses en marcha y que no veamos aún la luz al final del túnel, la incertidumbre, el miedo, las pérdidas y la complejidad de la situación, se suman otros que sí podrían haberse evitado y que “aún estamos a tiempo de corregir”.

Para empezar, evitar hacer falsas promesas y esconder la realidad infantilizando a la población. “Ahora nos piden un esfuerzo para tener Navidad, cuando saben que eso no será posible”, pone a modo de ejemplo esta experta en gestión de crisis.

“Una de las cosas que seguramente ha roto más el saldo de confianza de la gente es que nos han intentado convencer de que la solución pasa solo porque el ciudadano se quede en casa y se ponga la mascarilla. Y eso es falso”, prosigue Porcar, para quien es crucial que el ciudadano reciba una buena explicación de qué es la Covid y cómo se transmite para que pueda entender su parte de responsabilidad.

Aforo limitado, uso de mascarilla y buena ventilación han favorecido que no se haya detectado ni un solo brote en cines.

Emilia Gutiérrez

“Nos piden quedarnos en casa porque están las UCI a reventar. Pero, ¿el problema cuál es: que tenemos las UCI a reventar o que la Covid es una enfermedad vírica para la que no hay tratamiento, que mata a algunas personas y a otras les deja secuelas tal vez de por vida, y que, por tanto, nos tenemos que proteger? Nos piden obedecer, en lugar de colaborar. Las personas podemos poner el bien común por encima del individual, pero eso solo podemos hacerlo si entendemos por qué tenemos que hacer las cosas”, señala Porcar, que remacha: “hay que trasladarle al ciudadano que no tiene toda la responsabilidad, pero sí un papel principal”.

Para Jeffrey Lazarus, investigador del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona, centro impulsado por la Fundación ‘la Caixa’, involucrar a la ciudadanía es crucial, como se demostró durante la pandemia de Sida de los años 80 y 90. “Vimos que solo lograríamos frenar la pandemia escuchando a la población, así es que establecimos una relación estrecha entre sociedad e instituciones, con grupos de trabajo en que incorporamos a la sociedad civil. En Covid, en cambio, las decisiones se toman desde arriba y solo se espera que desde abajo se acate. Y eso ya se ha visto que no funciona, como tampoco criminalizar a ciertos colectivos, como a los jóvenes, o sectores como el ocio nocturno”, afirma Lazarus.

¿El problema cuál es: que tenemos las UCI a reventar o que la Covid es una enfermedad vírica para la que no hay tratamiento, que mata a algunas personas y a otras les deja secuelas tal vez de por vida, y que, por tanto, nos tenemos que proteger?”

La crisis de la Covid no es tan solo una emergencia sanitaria global, sino también social y económica. Mientras la inmensa mayoría de esfuerzos están dirigidos a contener la expansión del virus y a proteger a colectivos biológicamente vulnerables, la salud psicológica y el bienestar de la población, social y económico, han quedado relegados a un segundo plano. “En los comités de experto no hay ni psicólogos, ni antropólogos, ni filósofos, que son las disciplinas que tienen que ver con los cuidados de los social y lo emocional. De momento, no han tenido en cuenta que cuanto mejor se encuentre una sociedad a nivel emocional, más autocuidados y más conductas resilientes va a tener. Cuidar no es solo una necesidad biomédica”, concluye López.