Es cinco veces como el iceberg que destruyó al Titanic. Ahora es completamente libre para surcar los océanos
Se llama A23a y es el iceberg más grande conocido, con un tamaño similar al del Gran Londres
Hace ya bastante tiempo que la ciencia se preocupa por el prematuro deshielo de los polos terrestres, advirtiéndonos de que el cambio climático es casi imparable a estas alturas y está ya acelerando un proceso de consecuencias difíciles de predecir para la vida en la Tierra. De hecho, es que ahora también sabemos que el iceberg más grande del mundo está suelto moviéndose en libertad por los mares de la Antártida.
Nos lo contaban los compañeros de Science Alert siguiendo las publicaciones de varios científicos, que como Andrew Meijers del British Antarctic Survey se muestran entusiasmados por poder estudiar un coloso helado de tamaña magnitud:
Es emocionante ver a A23a en movimiento de nuevo después de varios períodos de atascamiento. Estamos interesados en ver si tomará la misma ruta que otros grandes icebergs que se desprendieron frente a la Antártida. Y lo que es más importante, qué impacto tendrá en los ecosistemas locales.
Lo cierto es que no es nuevo este A23a, que así se denomina el gigantesco iceberg, pues su desprendimiento desde la plataforma de hielo Filchner-Ronne se produjo hace ya mucho tiempo, allá por el 1986 contando nada más y nada menos que unos 38 años de libertad.
Relativa en todo caso esa libertad, pues el bloque congelado ha estado casi 3 décadas encallado en el mar de Weddell por culpa de su propio peso y tamaño, que lo mantuvieron anclado al fondo del océano ralentizando su proceso de fusión.
Hace unos años, en 2020, el iceberg A23a volvía a moverse lentamente en su camino hacia el Océano Antártico, iniciando esta vez un camino de vueltas en círculos provocadas por un tipo de corrientes y vórtices denominados Columnas de Taylor, que se producen en las montañas submarinas y dificultan el avance de estos bloques de hielo.
Sabemos que estos icebergs gigantes pueden proporcionar nutrientes a las aguas por donde pasen, creando ecosistemas prósperos. Lo que no sabemos es qué diferencia pueden hacer icebergs particulares como este, dada su escala y los orígenes del proceso. Laura Taylor, biogeoquímica en el British Antarctic Survey.
Habiendo superado ya esa zona de vórtices, el iceberg A23a se encamina lenta pero inexorablemente hacia el Océano Austral siguiendo la Corriente Circumpolar Antártica, donde tocará aguas más cálidas acelerando un proceso de derretimiento de consecuencias por ahora incalculables. Ahí soltará todo el material recogido del fondo del océano, el polvo acumulado y demás sedimentos.
En seguimiento por el satélite Copernicus Sentinel-1 de la ESA, ahora quedará estudiar qué pasa con la liberación de semejante cantidad de agua y nutrientes, pues ciertamente la escala de A23a es enorme: más de un billón de toneladas para un bloque de hielo del tamaño del Gran Londres.
Dicen algunos científicos que el aumento de hierro de los glaciares podría mejorar los niveles de fitoplancton, atrapando así una parte del CO2 emitido a la atmósfera. El problema es que esta ventaja deberá ponerse en contexto pues todavía no conocemos las consecuencias del aumento del nivel del mar, seguramente catastrófico a muchos niveles.
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